«Chespirito: Sin querer queriendo», la serie biográfica que ha conmocionado al mundo entero al revelar el lado más íntimo y desconocido de Roberto Gómez Bolaños, estrenó su episodio final. En exclusiva, conversamos con Paulina Dávila, una de las grandes protagonistas de esta historia, quien interpreta a Graciela Fernández, la primera esposa del comediante y madre de sus hijos.
Por: Diego Ochoa Acosta
Desde su estreno, la serie ha generado un enorme revuelo entre los fanáticos de El Chavo del 8 y El Chapulín Colorado, dos de los programas más influyentes en la historia de la televisión en español. Pero fue el tratamiento de la vida personal de Chespirito lo que terminó por encender las redes: especialmente tras el episodio donde se aborda su infidelidad con Florinda Meza, su posterior relación amorosa y el abandono emocional de Graciela Fernández, un personaje que hasta hoy había permanecido prácticamente invisible en el relato público.

Paulina Ávila como Graciela Fernández, en una de las escenas más conmovedoras de Chespirito: Sin querer queriendo.
La audiencia no tardó en tomar postura. Videos, memes y publicaciones en apoyo a Graciela se volvieron virales en TikTok, X e Instagram. Muchos redescubrieron a una mujer que, sin buscar reflectores, fue un pilar fundamental en la vida de Roberto Gómez Bolaños y, en gran parte, en la creación del imperio televisivo que cambió la comedia latinoamericana para siempre.
En medio de este fenómeno global, hablamos con Paulina Ávila el mismo día del gran final de temporada. La actriz mexicana, conocida por su trabajo en cine y televisión, asumió el reto de encarnar a una figura real, compleja y profundamente humana, guiada por el testimonio directo de los hijos del propio Chespirito, quienes también participaron como guionistas de la serie. “Fue una experiencia profundamente conmovedora y un privilegio tener acceso a esa memoria íntima”, nos cuenta.

Con una carrera en ascenso, Paulina Ávila se consolida como una de las actrices más potentes de la televisión actual.
¿Qué significó para ti interpretar a un personaje tan importante en la vida de Chespirito, pero que ha permanecido en gran medida fuera del foco público?
Fue una experiencia muy especial. Creo que la serie permite ver el lado más humano de figuras que muchos admiran, y eso nos hace empatizar con sus historias. En el caso de Graciela, ella nunca buscó estar en el ojo público, pero tampoco fue una mujer que se escondiera. Su relevancia estaba en otro lugar: sin su aporte, nada de lo que estamos viendo hoy habría sido posible. Es un poco como lo que ocurre en un set: nosotros somos la cara visible, pero detrás hay un equipo enorme haciendo que todo funcione. Esta historia también refleja eso.
¿Cómo fue construir un personaje con tan poca información pública disponible sobre ella?
Tuve la enorme fortuna de que dos de los guionistas eran sus hijos. Gracias a eso, tuve acceso a una cantidad de información invaluable. Ellos confiaron en mí, fueron muy generosos y compartieron recuerdos, anécdotas, gestos, incluso cartas que describían cómo era su madre. A partir de ahí, fui armando una especie de rompecabezas para darle vida a esta Graciela que atraviesa distintas etapas a lo largo de la serie. Había detalles como la manera en que fumaba o cómo sostenía el cigarro, que me ayudaban a conectar con ella. Aunque no había mucho en internet, esa fuente cercana fue para mí un termómetro emocional constante.

Paulina Ávila en la piel de Graciela, un personaje que por fin encuentra su lugar en la historia.
¿Cómo fue para ti actuar teniendo tan cerca a los hijos de la mujer que estabas interpretando? ¿Te generó presión o lo viviste con naturalidad?
Claro que sentí una gran responsabilidad, pero también hubo mucha confianza entre nosotros. Ellos sabían de mi compromiso por encontrar a esa Graciela, que si bien está inspirada en su madre, también es una creación para la ficción. Me dieron libertad para aportar desde lo creativo, y eso fue muy generoso de su parte. Al final, estamos al servicio de una historia y hay una estructura en el set con un director guiando todo. Pero sí, fue un proceso muy conmovedor, gratificante y profundamente enriquecedor.
¿En algún momento sentiste que tu interpretación podía hacerle justicia a Graciela?
No lo pensé en términos de justicia. Mi labor era honrar su historia, su energía, y en ese sentido creo que se logra. La Graciela que vemos está retratada dentro de esta narrativa, pero fue una mujer con una vida plena, que vivió feliz, o al menos así la recuerdan sus seres queridos. Esta serie cuenta una historia, y lo importante es que la gente conecte con ella.
¿Crees que esta serie puede abrir conversaciones sobre el rol de muchas mujeres que han permanecido a la sombra de grandes figuras públicas?
Sí, absolutamente. En el caso de Graciela, su vida transcurría más en lo doméstico, como muchas mujeres de su época. Pero sin su trabajo, su apoyo y su presencia, él no habría podido alcanzar lo que logró. Eso es algo que se repite, tanto entonces como ahora: detrás de cualquier figura pública hay una red de apoyo. Esta serie busca precisamente humanizar, mostrar que incluso los ídolos son personas que necesitan lo mismo que todos: afecto, soporte, contención. Tienen errores, aciertos, consecuencias… Y eso es lo que hace tan valiosa esta historia.
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