Todo empezó cuando se mudó a Madrid y decidió que cocinaría para “regresar” al Perú a través de sus sabores. Como muchos peruanos, Anilú Cigüeñas partió a España para continuar sus estudios. En Lima, se había graduado de comunicadora, pero en 2000 decidió cambiar de rumbo y seguir un MBA en Administración. Al partir, llevó consigo unas fichas que detallaban cómo se hacía el arroz, el caldo de pollo… En temas culinarios, no tenía idea de nada, salvo de su gusto por la comida. “En lugar de irme a ‘chelear’ con mis amigos, salía con mis padres porque podían acceder a restaurantes que yo, como estudiante, no podía frecuentar”, recuerda.
Al tiempo, consiguió trabajo en Madrid, comenzó a rodearse de personas que compartían su gusto por la buena mesa y, motivada por las buenas críticas de sus amigos, desarrolló la afición de cocinar para otros. Disfrutaban tanto de sus cenas que, en 2011, un año antes de abrir su casa a comensales desconocidos, le regalaron el dominio “lacocinaclandestina.com”. “Ese año, también llevé cursos de cocina, como un taller de sushi; empecé a mezclar la cocina japonesa con la peruana y me fui a Japón, en un viaje que me abrió la mente”, relata Anilú. “Esos estímulos derribaron los obstáculos que me ponía a mí misma. Pensaba: ‘¿Cómo voy a incursionar en esto si no he estudiado cocina… Con qué autoridad?’”.
En Madrid, el concepto de usar la casa propia como si fuera un restaurante recién despertaba. Ella, además, puso como condición que, entre los ocho o diez comensales que participaban de cada una de sus cenas, no pudieran conocerse más de tres entre sí, para mantener el desafío de compartir la experiencia entre desconocidos. “A partir de ahí, el boca a boca fue generando ruido”, dice Anilú. “Los propios medios hicieron eco de la propuesta sin necesidad de buscarlos”.
Desde el principio, sus menús estuvieron influenciados por la temática nikkei. Entre sus platos de bandera, destaca un tiradito con salsa de ají y almendras marcona, y su versión de un guiso típico de Japón: el butano kakuni, en el que, además de la panceta que lo caracteriza, incluye una sarsa criolla que le corta el dulzor. “Mi trabajo es hacer un menú que tenga sentido, que vaya de menos a más, que te lleve por distintos sabores; con el que aprendas y descubras algo. Y lograr que la gente que lo experimente se sienta acogida, cómoda”.
La última cena que ofreció en Europa fue una intervención pop-up en Portugal, en el hotel boutique Mi Casa en Lisboa. Se celebró en víspera de Año Nuevo, el 31 de diciembre de 2014. Luego, se mudó a Miami por motivos laborales y volvió a empezar la aventura; esta vez, a través de la plataforma internacional EatWith, que solo acepta al cuatro por ciento de los anfitriones que aplican a ella. “En Miami, tuve un público distinto, mucho más internacional”, recuerda. Siempre tuvo pendiente traer su propuesta a Lima; hasta ahora, en que ofrecerá un menú basado en sus recetas favoritas. “Lima tiene un potencial impresionante para este tipo de alternativas. Imagina que los turistas, además de ir al superrestaurante o al huarique, puedan entrar a comer a una casa y conocer la historia del cocinero”, dice Anilú, y añade: “Impone hacer esto en el Perú, que tiene una cultura gastronómica espectacular. Pero lo que traigo a la mesa es mi experiencia, lo que quiero compartir, sin pretensiones. Es algo distinto”.
Por Mariano Olivera La Rosa
Fotos de Rodrigo Dulanto
Publicado originalmente en COSAS 610, ya a la venta.