Tenemos suerte de ver volver al país a profesionales como Julio Valdivia. Gracias al programa de repatriación de investigadores de Innóvate Perú, este científico –que tiene un doctorado en astrobiología, otro en ciencias biomédicas, y posdoctorados en la NASA y Stanford–, y un grupo de diecisiete peruanos destacados que estudiaron en las universidades más prestigiosas del mundo en áreas que van desde la ingeniería sísmica hasta las ciencias de la salud regresaron al Perú. Pero, a pesar de llevar varios años aquí –dos en el caso de Julio–, apenas hace un mes, cinco de estos especialistas se reunieron con el presidente Kuczynski para expresarle su disposición de poner sus conocimientos al servicio del país.
“Esta reunión con PPK fue muy interesante, porque, justamente, se le explicó que nosotros hemos venido con dinero del Estado; es este el que ha invertido en nosotros, en traernos de vuelta; por lo tanto, sentimos que podríamos colaborar de una mejor forma, darles ideas de cómo son la ciencia y la tecnología en otros lados. Porque cuando llegamos, ¡nunca nos llamaron! De hecho, ¡yo no los conocía! (a los demás profesionales). Así que imagínate…”, cuenta Julio. “Pero ese ya es un tema aparte, que me lleva a hacer catarsis por el hecho de ser científico en el Perú”, agrega, con más modestia que rabia.
A pesar de todo, estas limitaciones no detienen a Julio. En la actualidad, no solo es director de la carrera de Bioingeniería de la UTEC e investigador asociado al SETI Institute –organismo que trabaja de la mano con la NASA–, sino que dedica parte importante de su tiempo a impulsar el desarrollo de la ciencia en el país desde su cargo de presidente de la Sociedad Científica de Astrobiología del Perú, que fundó en 2015 y que ya tiene sedes en Trujillo y Arequipa. Pero entre el conjunto de actividades que realiza Julio a nivel profesional, “Potatoes on Mars”, como él mismo dice, es “la estrellita”.
Papas de otro mundo
Aunque la idea original del proyecto nace en el Centro Internacional de la Papa (CIP), uno de los centros de investigación del CGIAR, la alianza mundial de organizaciones dedicada a invertir en investigaciones con la finalidad de erradicar la hambruna, la NASA se involucró cuando se descubrió el potencial de una iniciativa como esta, cuya implicancia traspasa el ámbito terrenal. “El proyecto nace con varios objetivos. Uno tiene que ver con el cambio climático y el proceso de desertificación, que consiste en el crecimiento desmesurado del desierto por causas antropogénicas. Entonces, hay lugares del mundo en los que ya no se puede cultivar nada. Y, por otro lado, en el futuro, las colonias de humanos en Marte van a necesitar alimentarse. Ahí es que se involucra la NASA”, explica Valdivia.
La relación previa de Julio con la NASA –donde realizó uno de sus estudios posdoctorales– hizo que la misma institución lo contactara para encargarse de velar por el proyecto en suelo peruano. “Me contactaron a mí porque, en algún momento, trabajé con suelos análogos a los de Marte, buscando bacterias resistentes a la radiación. Y uno de esos lugares en los que trabajé es en el desierto Pampas de La Joya. Entonces, muchas cosas estaban coincidiendo: que el CIP tenga su sede principal aquí y el hecho de que justo en el Perú tenemos un suelo parecido al de Marte”, cuenta.
Como en el cine
La comparación de lo que plantea esta iniciativa con una de las escenas de la película “The Martian”, –en la que un astronauta, interpretado por Matt Damon, queda varado en el planeta rojo y siembra el tubérculo nacional para poder sobrevivir– es inevitable. Pero este proyecto está más cerca del realismo que de la ciencia ficción.
Dividido en cuatro etapas, “Potatoes on Mars” empezó el año pasado y se encuentra actualmente en la fase 2, que consiste en someter a las variedades de papa más resistentes –previamente seleccionadas durante la fase 1 de entre más de 4500 tipos–, a las condiciones más extremas. Así, por ejemplo, el tubérculo ha sido expuesto a temperaturas de -5 grados centígrados, un ambiente con 20% de Co2 y una presión atmosférica de hasta 80 milibares; números que, si bien no llegan a igualar a los de Marte, desafían toda literatura previa escrita al respecto. Es por eso que Julio no se apura. “Aún estamos en la fase 2”, repite como un mantra.
Para poder someter la planta a tales condiciones, un equipo de investigadores –entre profesores y alumnos de la UTEC–, liderados por Julio, construyó un CubeSat que simula las condiciones marcianas, además de traer 700 kilos de suelo del desierto de Pampas de La Joya para tal propósito.
Hace poco, todo este esfuerzo dio sus primeros frutos, literalmente: La planta que fue sembrada replicando las condiciones marcianas brotó a finales de febrero. Ahora, toca esperar a que tuberice. El resultado lo podremos conocer en los próximos días.
Aunque reconoce que lo que no pueden imitar de Marte es la gravedad, porque tendrían que salir de la Tierra para hacerlo, ese no es un factor que le preocupe demasiado. “No creemos que influya mucho en el crecimiento del tubérculo, porque se ha visto que han crecido vegetales en la estación internacional con gravedad casi cero”, opina Julio.
Una vez encontrado el límite de supervivencia de la papa, empieza la fase 3, que consiste en utilizar herramientas de biotecnología y nanotecnología para mejorar la papa y el suelo en que esta crece. Posteriormente, se entra a la fase 4, que, según Julio “es la más interesante de todas”, pues consiste en enviar un robot a Marte para que cultive la papa dentro de un sistema protegido. “La idea es que esta llegue allá antes que los humanos. Eso está pensado para dentro de unos diez o quince años, pero puede ser antes, si todo sale bien”, explica.
“Si podemos sembrar papas en Marte, podemos hacerlo en cualquier lugar de la Tierra”, asegura el científico. En una frase como esa se puede visibilizar la magnitud de este proyecto, que representa solo un flanco de las iniciativas en las que Julio viene trabajando a lo largo de su carrera como investigador, pues, más allá de estar encaminado a concretar la posibilidad de cultivar papas en Marte, está abocado a sembrar la semilla de la ciencia en el Perú. n
Por Vania Dale Alvarado // Fotos de Javier Zea