Espacios que se resuelven con creatividad, escenas lúdicas y gráficas, y la luz natural como guía, en esta renovación de un loft en Barcelona por la diseñadora peruana Marisol González, del estudio Revamp.
El piso barcelonés había sido un loft que, tras ser abandonado, se convirtió en una nave donde un grupo de artistas instaló sus talleres. La diseñadora peruana Marisol González, afincada en Barcelona hace más de quince años y fundadora del estudio Revamp, recibió el encargo de devolver esos ciento veinte metros cuadrados a su uso original de vivienda. El espacio diáfano, de casi cuatro metros de piso a techo, y con un gran ventanal a un lado de la planta, tenía el problema de no contar con ventanas hacia el otro lado del piso. Un requerimiento importante de la remodelación era crear dos dormitorios. El reto era lograr que esas habitaciones no se cierren a la única fuente de luz natural. Una de las primeras decisiones de González fue diseñar un sistema de paredes a partir de estructuras de metal con vidrio, de tal manera que cumpliesen la función de dividir espacios sin interrumpir la transparencia y amplitud del loft, permitiendo que la luz de los ventanales alcance el interior de los dormitorios, y aun así, procurando cierta intimidad entre el área privada y el área social.
La remodelación no solo consistió en crear esta nueva distribución: también se remozaron los acabados, se actualizó el baño y la cocina, y se decoró el piso por completo.
Apertura y creatividad
“Lo que se buscó fue aprovechar al máximo la luz”, dice la diseñadora. “Optamos por un parqué casi blanco para el piso, y en la cocina y el baño usamos azulejos blancos de metro”. El suelo del baño se hizo en cemento gris, mientras que el resto del espacio se pintó de blanco para potenciar la luminosidad. El loft contaba con una serie de vigas de fierro expuestas que fueron pintadas de negro, así como los marcos de los grandes ventanales, “para darle un efecto muy gráfico”.
“Quisimos hacer una cosa bonita pero también económica, con la idea de que es posible llevar a cabo proyectos locos con un presupuesto que no sea muy alto, y con un muy buen nivel de imagen”, señala la diseñadora. Prueba de ello es la cocina, donde se usaron módulos de Ikea que se personalizaron con encimeras de madera reciclada de Revamp. Se montó una isla y en ella se colocó la cocina con vista a las ventanas, de tal modo que se pueda cocinar mirando hacia la calle y no hacia la pared.
El interiorismo permitió equilibrar la funcionalidad con un ambiente lúdico, cálido y pleno en detalles inesperados. Hay piezas emblemáticas, como el sofá de los años sesenta en terciopelo mostaza y el caballo de carrusel de madera, una antigüedad que fue pintada de amarillo industrial “para darle un toque pop” y adornar la sala. También hay piezas únicas, como el gran tapiz marroquí de más de tres metros de largo por un metro treinta de ancho que encabeza el comedor: un bouhad hecho a mano, de tal forma que no puede existir otro igual. Se ha usado mobiliario de Revamp hecho con materiales reciclados, y se han recorrido ferias y anticuarios para hallar piezas y darles nueva vida, como el pupitre escolar convertido en mesita de apoyo y revistero, o el gabinete de primeros auxilios como aparador. Las tablas de surf de los propietarios cuelgan en la pared del corredor, de tal forma que están a la mano, pero también adornan el espacio.
Uno de los intereses de González es jugar con los límites entre interior y exterior. El propietario de este departamento vivió mucho tiempo fuera de la ciudad, y la diseñadora quiso evocar esa experiencia distribuyendo grandes palmeras con macetas de mimbre a lo largo del área social, y colgando una hamaca en una esquina con vista a la calle. “Algo que siempre intentamos es que nuestros espacios sean vivibles, cálidos, acogedores… Que no sean de catálogo”, asegura la diseñadora peruana. “El sitio no tiene que ser perfecto, pero sí debe tener alma”.
Fotos: cortesía de Revamp
Artículo publicado en la revista CASAS #247