Era la segunda vez que Cecilia Fernandini diseñaba un proyecto para esta joven pareja. En esta ocasión, se enfrentaba a un departamento amplio, donde varias piezas de diseño debían reacomodarse en el espacio. Además, las múltiples estancias debían repensarse para satisfacer el estilo de vida de sus ocupantes. El resultado: una nueva vida.
Por Rebeca Vaisman / Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart
El edificio de estreno tiene una vista al Golf Los Incas que es inmejorable: el verde abraza tres frentes del amplio departamento de trescientos metros cuadrados. Ese fue el punto de partida para la intervención de la interiorista Cecilia Fernandini. Pero este proyecto no solo se basa en el espacio recibido: Fernandini se había encargado del último departamento de la pareja. Conocía su forma de ser, su forma de habitar el espacio y su predilección por los elementos limpios y sobrios. Ese conocimiento íntimo determinó sus decisiones. Aquí no se quería empezar de cero, por el contrario, se quería continuar una historia personal. En su experiencia anterior, Fernandini les había asesorado en la adquisición de mobiliario de diseño y obras de arte. Estas piezas, valiosas por su calidad y por su aporte al espacio, debían encontrar un nuevo lugar tras la mudanza. Si en un inicio la interiorista se inspiró en la privilegiada vista del departamento y en las posibilidades que ofrecía su amplitud, la evolución del proyecto tiene que ver con nuevas conexiones materiales, cromáticas y emotivas. Tiene que ver con el deseo de contar un nuevo capítulo.
La preparación del espacio
Fernandini hizo algunos cambios en la arquitectura de interiores. Los acabados del baño principal y el de visitas fueron renovados. En el ingreso se eliminó una barra de mármol con la que venía el departamento, y en su lugar se puso una consola blanca con un patrón ondulado, “un diseño muy sutil para un espacio que tiene que recibirte con arte”, describe Fernandini sobre la fotografía de la colombiana Nicole Furman, de vivos colores, colocada sobre el mueble. Esa pieza de mármol, por otro lado, se usó como tablero de una banca para la terraza. El departamento tenía cinco dormitorios, pero los propietarios no los usarían todos como tales. Con ayuda de la arquitecta Michelle Álvarez, la interiorista convirtió uno de ellos en un bar y otro se volvió una sala de estar. Dos habitaciones se unieron para dar forma a un dormitorio principal mucho más amplio, en el que se incorporó una pared inclinada en ochenta y cinco grados que transforma por completo el espacio. El dormitorio restante quedó para huéspedes.
El área social debía gozar de amplitud y comodidad, pues la pareja suele entretener a muchas visitas. La sala se desarrolló bajo un cuadro de Gam Klutier. Los sofás de inspiración Lisoni fueron diseñados por el estudio de Fernandini, Forma y Diseño, que apostó por telas neutras con acentos en verde y contraste con negro. El verde también aparece en el comedor, pero con otros tonos y otro espíritu, quizás mejor representado por la escultura de pared de Carlos Cornejo: una serie de piezas en metal superpuestas que cambian de color con el reflejo de la luz, entre el verde y el oro viejo. La mesa de comedor fue colocada en diagonal y no en forma paralela a la pared para darle más carácter, dice Fernandini, y aprovechar mejor el espacio. Las sillas de cabecera se basan en un diseño escandinavo de Ilmari Tapiovaara, y las sillas laterales son una creación de Jeff Risom.
La interiorista recuerda que desde el primer departamento que trabajó para la pareja decidió confiar mucho en el diseño nórdico. Ella recomendó a los propietarios apostar por piezas perdurables en lugar de tendencias, “porque la moda pasa, y a mí, por el contrario, me gustan las cosas atemporales”, asegura Fernandini. “Tú puedes tener una silla de Eero Saarinen eternamente. Eso mismo ocurre con las clásicas sillas de Le Corbusier”. Como prueba de ello, este departamento ha heredado para su sala de estar la silla Saarinen que antes estaba en la antigua sala, así como cojines con telas Maharam diseñadas por Gio Ponti, y en el dormitorio principal puede verse la chaise longue LC4 de Le Corbusier, Jeanneret y Perriand, cómodamente instalada bajo una fotografía de Hans Stoll y dando cara al paisaje verde fuera de la ventana. El nuevo departamento ofrece a sus habitantes una serie de espacios y atmósferas para disfrutar, acompañados por piezas que les son familiares. “Eso es lo que yo quería”, finaliza Fernandini. “Un diseño que se pueda perennizar”.
Artículo publicado en la revista CASAS #250