Aunque el desprendimiento no es tan grave, la Dirección de Cultura de Cusco intervendrá con apuntalamiento y refuerzos los días 8 y 9 de julio para evitar problemas mayores.
Por Alejandro Saldaña
En los primeros días de julio, la Dirección Desconcentrada de Cultura de Cusco confirmó el hallazgo de un leve desprendimiento rocoso en la colina del Intihuatana de Machu Picchu, que obligará a ejecutar trabajos de apuntalamiento y conservación preventiva los próximos 8 y 9 de julio. Según el comunicado oficial, la sección afectada corresponde a los muros de sostenimiento orientales, cuya intervención busca salvaguardar la estabilidad de uno de los espacios más emblemáticos del sitio arqueológico.
El diagnóstico se basó en el monitoreo geodinámico que, desde 2015, evalúa periódicamente la integridad de los andenes reconstruidos entre 1940 y 1958. Técnicos en geología e ingeniería arqueológica subrayan que las estructuras originales de la época incaica no presentan alteraciones, pero advierten que reforzar las secciones intervenidas en el siglo XX es esencial para prevenir el agravamiento de fisuras o deslizamientos.

El término Intihuatana proviene del quechua y significa “lugar donde se amarra el sol”.
Las labores programadas incluyen el apuntalamiento con bastiones de madera tratados y anclajes metálicos discretos, junto a la aplicación de lechadas especiales para consolidar grietas superficiales. Estas técnicas, avaladas por especialistas del Ministerio de Cultura, respetan los criterios de mínima intrusión y reversibilidad, claves en la restauración arqueológica.
Con el fin de no interrumpir el flujo turístico, se ha dispuesto un desvío temporal del circuito 2. Los visitantes que se dirijan hacia la Roca Sagrada ahora utilizan escaleras provisionales de madera y rejillas de geoblock instaladas sobre el terreno agrícola de la plaza principal. “Garantizamos que la experiencia de recorrer Machu Picchu se mantendrá sin alteraciones”, aseguraron desde la dirección de Cultura Cusco.

En solsticio de invierno (21 junio) y verano (21 diciembre) proyecta su sombra más larga y más corta respectivamente, cumpliendo su función de calendario agrícola.
El valor ancestral y la necesidad de protección
El Intihuatana, cuyo nombre en quechua significa “lugar donde se amarra el sol”, es una pieza magistral de ingeniería inca. Tallada con precisión en la roca madre, era usada como reloj solar para determinar ceremonias agrícolas y religiosas en fechas clave como el solsticio de invierno y el equinoccio de primavera.
A lo largo de los siglos, este monolito ha experimentado restauraciones puntuales, especialmente entre 1940 y 1958, cuando se repusieron bloques y se reconstruyeron muros de contención. A pesar de estas intervenciones, episodios como el daño provocado en 2000 durante la filmación de un comercial turístico demostraron la vulnerabilidad del sitio ante acciones humanas. Desde entonces, se han implementado normas estrictas que prohíben el contacto directo y regulan el tránsito de visitantes.

Está alineado con montañas sagradas como Huayna Picchu, Verónica y Salkantay, integrándolo en una red ritual y astronómica.
Hoy, un programa coordinado de monitoreo arqueológico y geológico mantiene bajo vigilancia constante la colina del Intihuatana. Cámaras de alta resolución, sensores de deformación y análisis petrográficos periódicos informan sobre cualquier cambio estructural, permitiendo que reparaciones como las actuales se ejecuten de manera preventiva.
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