Es el primer indio en ganar el Pritzker, y también el más anciano. Más de cien proyectos avalan la trayectoria de Balkrishna Doshi, pionero de las viviendas de bajo costo. Este es un premio a la generosidad, a la arquitectura hecha desde el campo de batalla, pero sobre todo un homenaje a la tradición moderna.
Por Laura Alzubide
Quizá el fallecimiento, en 2015, de Charles Correa –el arquitecto más grande de la India– haya puesto a los miembros del jurado sobre aviso. ¿Por qué no premiar esa apuesta por la modernidad, con acentos vernaculares, que trabaja con bajo presupuesto por y para la población desfavorecida, en un país que intenta salir del subdesarrollo? Este ha sido, a grandes rasgos, el espíritu de recientes premios Pritzker, como Alejandro Aravena, Shigeru Ban o Wang Shu. Sin embargo, en el caso de Balkrishna Doshi, también es un galardón a la tradición arquitectónica más pura, a maestros inobjetables como Le Corbusier y Louis Kahn.
Balkrishna Doshi (Pune, 1927) estudió Arquitectura en la Sir J. J. School of Architecture Bombay. Trabajó con Le Corbusier entre 1951 y 1955, como aprendiz en su atelier de París, y colaboró en el diseño de los proyectos de Chandigarh y Ahmedabad. Doshi admira tanto al arquitecto suizo, que tiene un retrato de él en la entrada de su estudio en Sangath, junto con otros guías espirituales, como los dioses Durga y Ganesha. “Mis obras son una extensión de mi vida, mi filosofía y mis sueños, que tratan de crear un tesoro a partir del espíritu de la arquitectura”, confesó Doshi al conocer la noticia del premio. “Debo este prestigioso premio a mi gurú, Le Corbusier. Sus enseñanzas me llevaron a cuestionar la identidad y a descubrir una nueva expresión contemporánea regional para un hábitat holístico y sostenible”.
Arquitectura y vida
En 1956, tras regresar de París, abrió su propio estudio, Vastushilpa. Su primer gran proyecto en solitario fue el Institute of Indology (1962), en Ahmedabad, que presenta algunos elementos de la arquitectura tradicional india, como la veranda, con una composición racionalista. Un recurso que también utilizó en Kamala House (1963), inspirada en la Sarabhai House de Le Corbusier.
A comienzos de los años sesenta, cuando los empresarios textiles de Ahmedabad pensaron en construir una escuela de negocios, Doshi les recomendó a Louis Kahn, a quien consideraba un “yogui”, para proyectar el Indian Institute of Management (1977-1992). El proyecto tomó más de una década, aunque el arquitecto estadounidense logró ver terminados muchos de los edificios antes de morir, en 1974. Después, Doshi se ocupó de dar continuidad a la obra. Según la crítica de arquitectura española Anatxu Zabalbeascoa, como arquitecto asociado, Doshi aprendió de su maestro “que lo arcaico depurado mantiene su vigencia”. Y así, convirtió en su sello arquitectónico los cilindros, los grandes arcos y las bóvedas semienterradas.
En 1962, Doshi fundó la Escuela de Arquitectura en el Centre for Environmental Planning and Technology, e inició su labor docente. Allí diseñó el proyecto de los edificios que constituirían el campus en varias etapas (1966-2012). Utilizó el hormigón, pero también difuminó los límites entre interior y exterior para adaptarse al entorno. Como afirma el jurado del Pritzker, “Doshi constantemente demuestra que la buena arquitectura y planificación urbana no solo debe seguir un único propósito y estructura, sino que debe tener en cuenta el clima, el lugar, la técnica y la artesanía, así como una profunda comprensión y apreciación del contexto en el sentido más amplio”.
Más allá de la arquitectura
Su oficina, Sangath (1980), es uno de los proyectos más personales del laureado, con su estructura semienterrada, series de bóvedas, revestimientos en mosaicos de porcelana, espacios intermedios, un pequeño anfiteatro cubierto de vegetación y detalles de agua en movimiento. “Sangath fusiona imágenes y asociaciones de estilos de vida indios”, ha explicado Doshi. “Los recuerdos de los lugares visitados colisionan, evocan y conectan episodios olvidados. Sangath es una escuela continua donde uno aprende, desaprende y vuelve a aprender. Se ha convertido en un santuario de cultura, arte y sostenibilidad”.
El jurado del Pritzker no solo ha premiado a Doshi por su capacidad de depurar la cultura india hasta alcanzar el lenguaje moderno. También –o, quizá, sobre todo– porque es uno de los pioneros de la vivienda de bajo costo. “El diseño convierte los refugios en viviendas, las casas en comunidades, y las ciudades en imanes para las oportunidades”, ha afirmado en alguna ocasión. En este sentido, su proyecto más significativo es Aranya (1989), donde se encargó de la planificación de un barrio que debía albergar a más de ochenta mil residentes, que hoy han mejorado notablemente su calidad de vida gracias al proyecto. Donde antes había cubículos tugurizados, ahora hay amplias casas conectadas por patios y senderos.
Alejado de las modas, Balkrishna Doshi es autor de una arquitectura seria, nunca ostentosa, que ha logrado depurar la tradición hasta modernizarla, como ha apuntado la crítica. Para él, ha sido un proceso natural. “Todos los objetos que nos rodean y la naturaleza misma –luces, cielo, agua y tormenta–, todo es una sinfonía”, ha contado el arquitecto. “Y de ella es de lo que se trata la arquitectura. Mi trabajo es la historia de mi vida, continuamente en evolución, cambiando y buscando… buscando eliminar el papel de la arquitectura y mirar solo a la vida”.
Fotos: cortesía de VSF / Pritzker Architecture Prize
Artículo publicado en la revista CASAS #255