La casa de campo recupera sus raíces en este proyecto realizado por Carlos Abril para compartir en familia. Detrás de esta fachada, que busca empatarse con la arquitectura tradicional del distrito de El Carmen, en Chincha, una casita de 180 metros cuadrados ofrece todo lo necesario para la temporada de invierno.
Por Tatiana Palla / Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart
Una pared, una puerta y una ventanita al lado. Detalles más, detalles menos, así sería la descripción básica de una típica fachada de El Carmen. Una estética que Carlos Abril, dispuesto a constituirse como nuevo vecino estacional de la zona junto a sus familiares más próximos, consideró esencial adoptar. “Creo que la estética puede unir o distanciar a un grupo social. Lo primero era integrarnos al entorno y respetar el lenguaje arquitectónico local”, explica.
Así, una pared pintada con tierra y fijador, unas ventanitas cuadradas de color celeste pastel y una puerta comprada en un mercado de segunda mano en El Carmen se combinaron para crear la discreta fachada que marca el ingreso a esta casa de dos habitaciones, terraza techada, sala y cocina con comedor. Un tamaño suficiente para una familia pequeña y que coloca, por lo mismo, al terreno de hectárea y media que acompaña la casa como protagonista. “La verdad, no había necesidad de una construcción muy grande. En el futuro, eso sí, pensamos hacer un bungalow de visitas en algún punto del terreno. Pero esta casa es solo para nosotros”, explica Abril. Para minimizar los costos, se trabajaron las paredes con albañilería clásica, y los techos se hicieron con vigas y relleno de caña.
Apenas se supera la puerta principal de doble hoja, una terraza techada con vista al jardín y sembríos recibe a los visitantes. Los detalles murales de festucas, creados por el artista plástico Carlos Angosto en esta acogedora sala abierta, hacen dialogar el área social principal de la casa con el estanque, donde abundan estas gramíneas. “Casi todos los muebles de la casa ya los teníamos en otros lados. Fueron cosas que llegaron a la vida por amigos o familiares. No quisimos dar rienda suelta al consumismo y optamos por combinar armoniosamente lo que ya teníamos”, detalla Abril.
También se ha dado nuevos propósitos a algunos muebles. La mesa de centro de la terraza está hecha con el tablero de un escritorio de época. Los cajones laterales se llevaron a la sala y fungen de mesitas auxiliares que flanquean un sofá cama beige. Todas las puertas y ventanas de la casa son piezas provenientes de la casa de playa familiar y de reproducciones para ambientación de eventos. El diseño se desarrolló en base a las medidas de piezas ya existentes.
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El acabado en celeste pastel da el toque de color a las áreas sociales, donde predominan los tonos beige y las maderas. Dos puertas grises troqueladas con patrones moriscos, ubicadas en la habitación secundaria y la cocina, se encargan de quebrar con cualquier atisbo de monotonía en la casa.
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Vida de campo
Los fines de semana se disfrutan, ya sea refrescándose en el estanque creado junto a la terraza, haciendo ejercicios en el deck ubicado al lado del estanque, o pasando revista a los árboles frutales. Allí, ya crecen jóvenes arbustos de limoneros y mandarinas, una planta de higo, la enredadera de sandías, las granadas y granadillas. En la huerta, además, se pueden recoger caiguas, espinaca y acelga. Hay tanto por hacer en un terreno tan extenso que el sol puede caer antes de terminar con la poda de los incontables rosales sembrados alrededor de la casita.
La zona en la que se encuentra el terreno es rural. La casa está rodeada de cultivos, los vecinos no abundan, el agua llega a través de camiones cisterna y la luz eléctrica no siempre es estable. Ello propició que, desde el primer día, se buscara que la casa fuera autosostenible al máximo. El área de huertas y jardines se riega con la acequia Choclococha y, en la parte más alejada del terreno, se ha acondicionado un reservorio con tres lagunas de sedimentación que garantizan agua durante el verano, época en la que se seca la acequia. Un tanque adicional de agua potable ha sido discretamente instalado en la duna que corona el reservorio, para así también hacer innecesaria la instalación de una bomba eléctrica que lleve el agua a la casa.
Una casa autosostenible
Las dimensiones del proyecto y sus bajos requerimientos eléctricos hicieron factible dejar de lado la conexión al inestable fluido eléctrico local, que fue obviado gracias a la instalación de paneles solares. “La verdad, así también prestas mucha más atención a la energía que consumes y en qué tiempo lo haces. En Lima no te das cuenta del consumo que haces. Acá no puedes hacer eso. Si desperdicias la energía, se te acaba”, explica Abril. En el interior de la casa, toda la iluminación es led. En el exterior, la iluminación de autocarga cumple con su tarea.
Finalmente, tal vez la mayor recompensa del viaje semanal a Chincha sea ver cómo los más de cuarenta huarangos (también llamados algarrobos) hallados en el terreno crecen sanos y protegidos de posible tala. “Además, hemos sembrado varios huarangos y huaranguillos en el cerco perimétrico. Estar en el jardín por la tarde y escuchar la cantidad de lenguajes de pájaros, que vienen por la sombra de copas de los árboles y por el agua de los reservorios, no tiene precio”, remata Abril.
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Le creemos.
Artículo publicado en la revista CASAS #256