La interpretación del tema curatorial de la Bienal de Venecia, presentada por los equipos de los sesenta y tres países participantes, ha sido diversa Y, en algunos casos, peculiar, como sucede con el pabellón de Suiza, ganador del León de Oro. El Perú, por su parte, realiza una relectura de las huacas y el cúmulo de posibilidades que nos brindan, sin olvidar que en torno a ellas también existen conflictos.
Por Laura Gonzales Sánchez
Es rutina que un premio de la envergadura del León de Oro levante polémicas, y este año no ha sido la excepción. “Alicia en el país de las maravillas” es uno de los sobrenombres que algún crítico de arquitectura ha puesto a “Svizzera 240: House Tour”, nombre de pila del pabellón suizo que se ha llevado el máximo galardón concedido en la XVI Bienal de Arquitectura de Venecia. Quienes señalan que no hace “honor al mérito” fundamentan su apreciación en que se trata, en apariencia, de una casa común y corriente donde el visitante pasa de “ser gigante a ser enano en cuestión de minutos”. El jurado calificador lo eligió indicando que Suiza ha sabido construir “una instalación arquitectónica atractiva y agradable, pero que al mismo tiempo aborda los temas clave de la escala constructiva en el espacio doméstico”.
Los autores del proyecto –Alessandro Bosshard, Li Tavor, Matthew van der Ploeg y Ani Vihervaara– han dejado entrever que la presentación intenta criticar la estandarización y la falta de humanidad a la hora de diseñar y construir espacios de vivienda modernos en Europa, principalmente los que se hacen para ser alquilados, del que no escapan países donde la calidad de vida es alta. Por eso, muestran ambientes que tradicionalmente se asocian al hogar –como la cocina, los dormitorios, los baños–, donde las puertas, anaqueles y muros blancos tienen escalas de proporciones extremas: minúsculas y mayúsculas.
Pasando a otras presentaciones, encontramos un pabellón de sesgo político, como el de Estados Unidos, que presenta una crítica al muro que Donald Trump quiere construir para impedir la llegada de migrantes mexicanos. Argentina, por su parte, exalta su pampa presentando un pedazo de esta en una urna de cristal.
El espectro del tema Freespace, propuesto por las directoras curatoriales de la bienal, Shelley McNamara e Ivonne Farrell, es demasiado amplio.
El pabellón peruano
En el caso del Perú, Freespace se vincula con la generosidad. La pregunta era cómo conectar arquitectura con generosidad. Y el equipo peruano –integrado por Marianela Castro de la Borda, Janeth Boza y Javier Lizarzaburu– encontró la respuesta en las huacas. Los tres curadores coinciden en que hay mucho por conocer de la arquitectura prehispánica. “Uno empieza a aprender mucho de la arquitectura milenaria porque se da cuenta de que hay una íntima relación entre el suelo y el cielo”, explica Castro de la Borda, curadora titular del pabellón. “La concepción arquitectónica era: ‘mira, voy subiendo, pero en la medida que lo voy haciendo, te voy abriendo un espacio, te voy conectando y te voy llevando desde lo más público hasta lo más privado. Y, cuando quiero indicarte que hay espacios a los que no debes ni puedes acceder, te cambio la dirección angostándote el camino, por ejemplo, pero jamás coloco una reja’”.
El reto de presentar el proyecto a la bienal estaba en cómo mostrar algo que no es tan fácil de ver. Gracias a la investigación realizada por especialistas para elaborar el Plan Metropolitano de Desarrollo Urbano de Lima y Callao 2035, en el que Castro de la Borda también participó, se conoció que en Lima existen 447 huacas. Para la exhibición en Venecia, que recibiría el título de “En reserva”, se pensó, primero, en realizar un reconocimiento de cada una de ellas. Para ello, se pidió a artesanos de Jicamarca que elaboraran el mismo número de nudos que de huacas. Ellos, inspirados, en el artista Jorge Eduardo Eielson, los diseñaron en algodón nativo peruano. Ningún nudo –todos son del tamaño aproximado de un puño– es igual al otro, y debían “contar” lo que significaba cada huaca. Acompañada por dos fotografías de Gonzalo Cáceres Dancuart, otra de las piezas que se suman a la instalación es una maqueta del Templo del Sol de Pachacámac, realizada en el Laboratorio de Fabricación Digital de la Universidad de Lima por un equipo liderado por el arquitecto Edwin Motte Sauter, quien usó como referencia los planos elaborados por Alfio Pinasco.
En las páginas del catálogo se leen veinte artículos, veinte miradas y experiencias sobre las huacas, posiciones desde frentes diferentes. “Quisimos incluir uno de los ángulos más debatidos sobre la gestión de huacas: la relevancia de poder incorporarlas al sector privado. Para ello, comisionamos a las personas más representativas en cada campo y les pedimos un artículo pequeño”, explica el comunicador Javier Lizarzaburu, responsable de la iniciativa editorial. Se añadieron, a su vez, once fotos del concurso de fotografía Lima Milenaria, un aporte de la sociedad civil. “En lo personal, con este modesto catálogo, creo que estamos haciendo una contribución a lo que debería ser un debate más serio sobre el futuro de las huacas de Lima”, puntualiza Lizarzaburu.
Ese optimismo es compartido por José Orrego, comisario de la muestra peruana y director del Patronato Cultural del Perú, ente encargado de hacer realidad la propuesta en Venecia –con la colaboración de auspiciadores muy comprometidos– que ha creado el programa Amigos de la Bienal, que ya cuenta con veinticinco miembros. “La forma en que se ha enfocado el tema es muy importante, porque es la relectura de las huacas. Hay que verlas como una posibilidad y no como un problema. Que las instituciones busquen los buenos ejemplos y los repliquen”, explica.
Respecto al balance de las cuatro bienales en las que el Perú ha participado, Orrego siente que estamos cerrando un capítulo. Espera que, en la siguiente edición de la bienal, el Perú muestre más producción de los arquitectos peruanos alrededor del tema curatorial. “Creo que, hoy en día, tendría que estar acotado a un tema próximo”, sostiene. “No mostrar elucubraciones, sino cómo se está realmente respondiendo con proyectos específicos. Trabajaremos en encontrar la manera correcta. Se convocará primero a un curador que desarrolle un concepto, para luego hacer invitaciones. Creo que hemos madurado, y ya entendemos qué es la bienal”.
Barclay & Crousse en la muestra internacional
“La presencia de la ausencia” es el nombre que Sandra Barclay y Jean Pierre Crousse han dado a la presentación que, por invitación de las directoras de la bienal, llevaron a Venecia, convirtiéndose así en los primeros arquitectos peruanos que exhiben su obra en el marco de este importante evento.
El objetivo de la instalación, auspiciada por PromPerú y la Universidad Católica, es representar el aulario de la Universidad de Piura, un conjunto de once edificios que fueron diseñados y construidos en tiempo récord en 2016, porque debían albergar a ochocientos estudiantes de Beca 18. El proyecto elegido responde –con creces– al tema curatorial Freespace, y se visualiza en el espacio junto a setenta trabajos de otros arquitectos también invitados.
Fotos: cortesía de la Bienal de Arquitectura de Venecia
Artículo publicado en la revista CASAS #249