Ampliaciones de carril y pasos a desnivel. Estas parecen ser las únicas propuestas de las autoridades para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Mientras tanto, los árboles de Lima, que alguna vez recibió el nombre de Ciudad Jardín, están desapareciendo. Las últimas víctimas son los ficus centenarios de Pedro de Osma, en Barranco, afectados por las continuas obras en la avenida.

Por Laura Alzubide / Fotos de Ramiro Llona

Es una avenida de gran belleza. Sobre todo, por los ficus centenarios que la flanquean. El artista Ramiro Llona los ha fotografiado muchas veces con su iPhone en sus caminatas por Barranco. “Los árboles de Pedro de Osma son los que determinan la escala urbana y le dan un marco a la arquitectura republicana”, explica. “La avenida es lo que define y da características muy específicas al distrito. Lo hace único. Es parte de y constituye su historia, su carácter urbano, su escala y su belleza”.

Sin embargo, el 28 de marzo, uno de estos ficus centenarios que forman parte de la historia intrínseca de Barranco se desplomó sobre una zapatería. Al cabo de pocos meses, un tranquilo sábado de setiembre, un camión chocó contra otro de ellos y le provocó un daño irreparable. Al día siguiente, solo quedaba un tocón en la berma.

Fotografía: Ramiro Llona

Bastaron estos dos episodios para que salten las alarmas. Entre los vecinos, y también en el seno de la Asociación Peruana de Arquitectura del Paisaje, que dos días después del último incidente se encontraba organizando el primer curso técnico profesional para formar arboristas calificados en el Perú. La tala del ficus, la segunda víctima de alrededor de noventa ejemplares en Pedro de Osma, provocó el debate. ¿Qué sucedió?, se preguntaron.

“Los árboles son como un edificio”, afirma Carmen de Iberico, presidenta de la asociación. “Tienes que anclarlos bien para que en el futuro puedan sobrevivir. Si a este anclaje lo afectas con trabajos de construcción, son atacados. Los municipios no han tenido el criterio de ver que hay formas de conseguir que las raíces no sean afectadas. Esto no ha sucedido nunca. Ni hace cien años ni ahora, que tenemos los conocimientos y las herramientas para poderlo hacer. Esta es la desgracia”.

Fotografía: Ramiro Llona

A los árboles les afectan las construcciones aledañas, la pavimentación de una calle, la instalación de cableado y tuberías. Y, además, la falta de un tratamiento adecuado en el suelo, incluso los desmoches o podas irregulares. Todo comienza desde la elección de una especie adecuada para la tierra y el clima limeño, que es otro de los problemas que los paisajistas han detectado en nuestra ciudad. El curso para formar arboristas intenta cubrir esta necesidad. Sin embargo, para Carmen de Iberico, este no es tan solo un problema de falta de capacitación, sino de educación. Para las autoridades. Para la población. Para todos. El árbol es un individuo más.

La raíz del problema

Fotografía: Ramiro Llona

El detonante de la debilidad de los árboles que custodian la avenida Pedro de Osma es conocido. Se gestó en el año 2001 cuando Sedapal dañó las raíces. El año pasado, las obras de remodelación realizadas en el distrito les asestaron el golpe mortal. El Ficus microcarpa, también conocido como laurel de Indias, nativo del sur y sudeste asiático, se había adaptado bien al clima de la costa peruana. Hasta entonces.

Tras el desplome del primer árbol, la Municipalidad de Barranco contrató los servicios de Ciudad Jardín, una empresa uruguaya que utiliza la tecnología Tree Radar, que permite ver qué cantidad de madera está potencialmente afectada y la distribución de las raíces en el suelo. Es una herramienta que realiza análisis de riesgo, diagnóstico de anomalías o carencias naturales en el sistema radicular. Y gracias a ella se puede fiscalizar el impacto que tienen las obras realizadas alrededor de los árboles.

“En este tipo de situaciones, lo ideal hubiese sido realizar un mapeo del sistema radicular previo al comienzo de las obras y luego de finalizadas las mismas”, explica Andrés Vernengo, ingeniero forestal fundador de la Asociación Uruguaya de Arboricultura y parte del equipo que estudió los ficus de Barranco. “De esta manera, podríamos haber cuantificado el porcentaje de masa radicular perdida en el proceso de renovación de la avenida, y con esa información realizar un informe del impacto real. Una buena regla general que utilizamos es apuntar a no afectar más del 25% de la biomasa radicular. En el caso de los ficus de Pedro de Osma, resultó evidente que los árboles sufrieron daño en el sistema radicular. Algunos más que otros”.

Medidas preventivas

Para Vernengo, el riesgo de que caiga un árbol vial siempre existe, aunque puede ser minimizado. El problema, sobre todo, es que no hay voluntad política para implementar protocolos que permitan gestionar de manera profesional las situaciones de riesgo. “En mi experiencia, trabajando en diversas ciudades de América Latina, noto que las municipalidades no están incorporando herramientas para realizar una mejor gestión de la infraestructura verde”, continúa. “Lamentablemente, esto lleva a que las inversiones en infraestructura verde muchas veces sean equivocadas. Sin duda, plantar árboles es bueno. Pero qué tipo, dónde, qué cantidad y con qué fin. Estas son las preguntas que nos debemos hacer”.

Los vecinos de Barranco, como Ramiro Llona, están preocupados. Hay rumores de que la municipalidad quiere reemplazar todos los ficus. Si se plantan otros árboles, cabe preguntarse si serán de la especie adecuada. Además, tardarán treinta años en crecer. Treinta años sin sombra en la avenida. “Las autoridades solo ven lo mal entendido como desarrollo”, dice el artista. “No les interesan los árboles, no les interesa la historia del distrito, no les interesa la estética del entorno. Ellos piensan en predios, zonificación urbana, construcciones y vaya a saber uno en qué más. Bien decían que los alcaldes son más peligrosos que los terremotos. Han hecho más daño a la ciudad”.