La Casa Mario Bianco, en San Isidro, es el nuevo escenario de Casa Cor, la exposición referente de la arquitectura, el diseño y la decoración en el Perú, con casi cuarenta propuestas que conjugan tradición y una impronta contemporánea, con la naturaleza y la innovación como ejes. A continuación, algunas de nuestras propuestas favoritas del evento.
Por Gloria Ziegler / Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart
El quiebre es indudable: hasta hace algunos años el lujo y la sofisticación en el interiorismo estaban asociados a atmósferas recargadas y elementos extravagantes. Pero eso está empezando a cambiar, con la idea de que el lujo no siempre es sinónimo de exceso. Y de eso hay buenos ejemplos en esta edición de Casa Cor.
La nueva sofisticación
Roque Saldías, por ejemplo, ejecutó un homenaje a la arquitectura de Mario Bianco y su estilo modernista en el living. “No quise intervenir ni adulterar los detalles, sino dejarlos limpios y que sean lo que reflejara y hablara de la historia, el estilo de este arquitecto, el op art de los sesenta”, dice Saldías. En su espacio tuvo otras dos premisas importantes: una apuesta audaz por la terracota y el contraste, casi brutalista, con el cemento crudo del piso, los cojines africanos y las alfombras orientales con motivos geométricos.
Marga Bracamonte creó La Despensa, una especie de walk-in closet de la cocina, con una fotografía de canteras de sillar en Arequipa. Su intención fue integrar elementos peruanos con estilos globales. La elección de materiales y estructuras fue una consecuencia: empleó sillar y su particular paleta de color, formas abovedadas en el techo, vajilla de la familia Céspedes (madre e hija ceramistas), imágenes de conventos arequipeños, frases talladas que se encuentran en el mirador de Yanahuara y una “ventana” con fondo de bronce.
A Mari Cooper le gusta trabajar en espacios grandes. Por ello, su cava es un espacio vivo, anexado al gran comedor, con muebles italianos de vidrio y cristal que conviven con el mármol. En cambio, la propuesta de Vera Velarde es un refugio de ciudad, ensamblado con cuatro contenedores en un área de setenta y seis metros cuadrados, que respira un estilo urban chic con toques casuales.
Claudio Solari y Mónica Bazo convirtieron un pasadizo en un loft peculiar, aprovechando las celosías de madera. Alinearon la luz y la ventilación para dar amplitud a esa franja. El resultado: un espacio habitable, fluido, fresco y cool. Por su parte, Jessie D’Angelo viajó a Indonesia antes de concebir una villa entre lo rústico y lo elegante. Previamente, había viajado a Cartagena, a Cusco y al norte del país. Su espacio en Casa Cor recoge esos periplos. Mezclados, pero sin sobreponerse.
Ecléctico. Así definen Jennifer Junek y Marilú Salcedo el flat familiar que concibieron para una pareja de padres con una niña. Se identifican estilos industriales y rústicos. Federico Dunkelberg y Sophie Le Bienvenu, por último, se inspiraron en el pisco para su bar temático, donde predomina la gran barra de madera, el color negro y el cristal de las copas como reflectores de luz.
Naturaleza interior
Álvaro Castro, arquitecto,y Ro de Rivero, interiorista, querían mostrar la integración entre ambas disciplinas. Y la Casa Nómade acudió en su auxilio. Desde el nombre entendemos su función itinerante. “Esta casa se produce, no se construye”, advierte Castro. Su estructura metálica le da rigidez, los paneles a cada lado tienen aislamiento térmico que combina madera y aluminio, y evoca la sensación de refugio aislado. Su apuesta por lo modular facilita la orientación de acuerdo a los vaivenes del clima y el sentido del viento. Cada objeto empleado para la decoración interior tiene algo de diseño, pero nada termina siendo más protagónico que las cosas naturales: la piedra, las plantas, las macetas con los arreglos de vegetación. Hay otro detalle: la ventana en el techo, como un invernadero, para ver la naturaleza exterior.
Diego Olivera concibió el loft de Marianne, en homenaje a Marianne Brandt, militante y directora de la escuela Bauhaus hacia 1930. Hay vestigios de su influencia en una lámpara de diseño inconfundible, en un mural que Decertor pintó y hasta en una tetera o en un retrato. Sin embargo, lo natural reside en la presencia de un olivo como eje del espacio.
Para Porfirio Castro, una casa viva en Lima debía tener un balcón. Pensó después en un estudio con invernadero, donde reinaran las plantas interiores. Consiguió mamparas industriales y contactó a artistas locales para decorar su espacio de treinta metros cuadrados: una escultura de fierro de Emilio Longhi, piezas de Andrés Chávez Alcorta y Taller Greda.
Carla Cánepa, gerenta general de Sierra Muebles, ha luchado contra la etiqueta que señala que sus piezas son solo rústicas. Ella dice que revelan la conexión con la naturaleza a través de la madera en vigas y tablones. En la terraza que diseñó para Casa Cor, el mandamiento era configurar un espacio sensorial, con tapices naturales, alfombras y rafia. En la ejecución, mezcló maderas, tonos de metales y muebles de tela velvet.
Y Vivi Modenese apostó, en el jardín, por un espacio permeable, equilibrando cerramientos casi virtuales y orgánicos con cables y mallas de acero que trepan sobre la vegetación (enredaderas, trepadoras de madreselvas y senecios). Una estructura rectangular, elaborada con fierro crudo, permite sensaciones de color. Emplear un container responde a la posibilidad de ser modular, a su instalación fácil y a la capacidad de habilitar espacios varios: desde climatizadores y quiebravistas hasta barandas, falsos cielos y escaleras
Artículo publicado en la revista CASAS #263