La arquitectura y el interiorismo australianos han dado algunos de los proyectos más estimulantes de la última década. Este dúplex en la costa de Sídney, diseñado por Jonathan Richards, no es la excepción.

Por Laura Alzubide / Fotos de Felix Forest

Richards

En Australia ocurre un fenómeno similar al peruano. Hay grandes talentos en arquitectura. Pero su trabajo tiene una repercusión limitada. Las mejores comisiones vienen del ámbito privado, como las casas que se publican en las revistas más importantes del mundo. En este sentido, la arquitectura costera es una de las fortalezas del país. Los australianos –como los peruanos– son excelentes a la hora de responder al clima y la situación geográfica, con obras que tienen una gran vinculación con su entorno.

Es el caso de este departamento en Bondi, una emblemática playa de arena fina que se encuentra a pocos kilómetros de Sídney. “Partimos de la idea de crear una residencia que se sintiera como una lujosa interpretación de la personalidad de Bondi: relajada, ecléctica, colorida y con texturas. Bondi es un lugar único, y es la casa de una gran variedad de residentes, desde mochileros y surfistas hasta empresarios. Es un lugar que amo, los clientes son una familia que admiro, y fue un placer diseñarla”, dice Jonathan Richards, autor del proyecto y director de la firma de arquitectura de interiores Richards Stanisich, en Sídney.

Richards

Se trata de un dúplex ubicado en el último piso de un edificio de departamentos. Tiene un área de mil metros cuadrados, con la mitad destinada a los exteriores. La luz fluye hacia el interior a través de las curvas que definen los espacios. En el lado oeste, unas ventanas deslizantes inspiradas en los paneles japoneses difuminan la luminosidad. Los propietarios son una familia de cinco personas que aman el arte y la cerámica. El diseño refleja estas afinidades a través del uso de los materiales y la presencia de algunos detalles con imperfecciones deliberadas, que aportan el encanto de lo hecho a mano.

Richards

“Nos gusta crear espacios con materiales naturales que muestran la belleza y calidez de las texturas”, afirma Richards. “El proyecto mira hacia la playa, y nos inspiramos en la experiencia sensorial de los materiales erosionados, como las pozas que evolucionan con el tiempo. Pensamos que sería bonito usar materiales que se vuelven mejores con los años: el latón deslustrado, la madera natural y la cerámica hecha a mano”.

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Pantone refinado

Los arquitectos trataron de aplicar una delicada paleta cromática en cada habitación, como el rosa pastel, el azul pálido y el verde azulado. Con estos colores, el mobiliario tenía que ser blanco y natural. Las butacas y las mesas son en su mayoría blancas. Por otro lado, las sillas del comedor, de Cassina, están tapizadas con cuero natural.

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“En la arquitectura residencial de alta gama hay una tendencia a desarrollar una estética extremadamente seria, aunque no se pueda ser alegre o espontáneo”, cuenta Richards. “Con estos clientes, acordamos no tomárnoslo demasiado en serio. Fue algo bien meditado y analizado, pero destacamos colores que muchos clientes habrían evitado”. Por ejemplo, el azul pálido de las baldosas, el verde oscuro brillante de la carpintería de la cocina, y el rosa de los baños y estantes de concreto. Aquí el color no es pesado ni temático. Es más un refinado lavado cromático que se propaga de manera constante a través del departamento.

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La casa como una cima sobre la playa. La sensación de estar en las nubes. La serenidad de los ambientes, con sus colores y detalles. Todo es, en realidad, un reflejo del entorno, con el que el proyecto se vincula de un modo íntimo. “Se siente como un lugar junto al océano y en el cielo: la sensación inmediata es que se eleva desde la calle, aunque todavía forme parte de Bondi”, explica Richards

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Fotos: cortesía de Richards Stanisich