En este proyecto costero, ubicado al sur de Lima, Patricia Llosa y Rodolfo Cortegana reflexionan sobre la articulación de los espacios a través del lleno y el vacío, y buscan nuevas rutas para encontrar la esencia de su trabajo arquitectónico.
Por Laura Alzubide / Fotos de Juan Solano
Durante años, las casas de playa han sido el laboratorio de la arquitectura peruana. El espacio donde los creadores nacionales han experimentado con las formas y su relación con el entorno, para luego plasmar estas tentativas en proyectos de mayor envergadura.
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En este sentido, el caso del estudio Llosa Cortegana, que dirigen Patricia Llosa y Rodolfo Cortegana, es paradigmático. Ambos fueron finalistas del Mies Crown Hall Americas Prize en 2016, por el Museo de Sitio de Pachacámac. Pero, antes de hacerse conocidos internacionalmente por este proyecto, habían afrontado el reto de diseñar edificios pedagógicos, galerías de arte y, sobre todo, casas de playa.
Las casas de playa siguen siendo el espacio de experimentación de la arquitectura peruana, como se demuestra en esta vivenda costera de Llosa Cortegana, ubicada en uno de los primeros balnearios del sur de Lima, muy cerca de Mala. Para los arquitectos, lo interesante de este proyecto es que la familia ya llevaba años viviendo en esta playa. Tenían una casa en el mismo lote que se había deteriorado demasiado, y necesitaban demolerla por motivos de seguridad. Entonces, ya existía una relación con el lugar, y tenían necesidades específicas para establecer algunas miradas en relación con el entorno, específicamente con el mar.
“Por su cercanía a una vía importante, la casa necesitaba generar privacidad y, al mismo tiempo, disfrutar del entorno”, explica Patricia Llosa. “Es así que partimos de la necesidad de responder a estas circunstancias. De este modo, insertamos el patio como el elemento espacial que podía generar privacidad y, al mismo tiempo, estar conectado con el entorno. Los patios articularon el proyecto desde distintos emplazamientos en el lote y en escalas diversas”.
Decodificar los espacios
Los patios son vacíos que articulan el proyecto, vacíos que generan encuentros y vínculos. Desde los bordes del lote, los patios amplifican la mirada y su conexión con el cielo, además de servir como espacios que regulan el clima interno de la casa. Otorgan privacidad y, al mismo tiempo, establecen una conexión con el lugar y la familia. Todos los dormitorios se sirven de ellos para el cruce de la ventilación y la sombra generada por las celosías. Porque estas, a su vez, son parte de la configuración de los patios. Son muros perforados que van decantando la luz del cenit y establecen el paso del tiempo en relación con las superficies interiores.
Estas ideas son plasmadas por el estudio en las decodificaciones, una serie de imágenes que muestran cómo los patios articulan el diseño. Esta manera de abordar los espacios pone de manifiesto el componente reflexivo y experimental del trabajo del estudio. “Las decodificaciones son un acto de conciencia”, afirma Llosa.
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“Colocamos el proyecto en un estado de análisis y desciframos la complejidad de algunos espacios. Es un proceso lento y abstracto con el cual estamos fascinados. Son espacios formativos para el estudio. Las decodificaciones nos proponen nuevas rutas para pensar los proyectos, donde aparecen genealogías que desde la totalidad no se pueden apreciar”.
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Según Llosa, cada obra responde a sus propias circunstancias: la familia que lo va a habitar, el lugar donde se ubica, los intereses del estudio en ese momento específico. Pero es en las decodificaciones donde los arquitectos encuentran las genealogías, las indagaciones, los temas de interés recurrentes. Fórmulas de laboratorio. La piedra filosofal de los proyectos.
Artículo publicado en la revista CASAS #266