Para que la naturaleza y la arquitectura se fusionen y potencien, el arquitecto Martín Dulanto planteó en esta casa un trabajo topográfico. El resultado es un diseño de líneas simples que resalta lo orgánico de los materiales empleados.
Por Gloria Montanaro / Fotos de Renzo Rebagliati
La naturaleza, en sus múltiples formas, manifiesta su carácter. Esa manifestación a veces se presenta de forma compleja, como sucedió en uno de los lotes de La Quebrada. El arquitecto Martín Dulanto ya había realizado proyectos en este condominio de Cieneguilla, pero ahora tenía ante él un terreno complejo, con desniveles muy pronunciados. Si quería construir, iba a tener que acomodarse al terreno, fusionarse con él y plantear el proyecto casi como un trabajo topográfico. De pronto, surgió en él la imagen de una cueva. Así nació el concepto y nombre del proyecto: Casa Topo.
“Lo que me inspiró fue la naturaleza en sí, este ánimo por hacer un proyecto no invasivo, que le diera protagonismo pero que al mismo tiempo tuviera personalidad y fuera contundente”, cuenta Dulanto. Arquitectura y naturaleza tenían que potenciarse, no competir. Esa fue su idea central para trabajar: reforzar las cualidades del espacio, entendiendo este como la suma de ambas partes. Y ese también fue el pedido del cliente: lograr esa fusión de la arquitectura con el entorno.
“Ellos, además, querían una casa bastante amplia, fresca y fácil de mantener, que les permitiera relacionarse fuertemente con la naturaleza”, revela Dulanto. No querían una casa grande, sí completa. No querían un diseño cargado, sí lineal y simple.
Lo que se aprecia hoy, tras nueve meses de obra en la que se realizó un corte de terreno bastante complejo, es una casa que ha sido planteada como una caja de madera sobre un gran muro de concreto caravista, que, trabajado bajo formas libres, orgánicas y curvas, se pierde entre el entorno. Dialoga. Sobre todo cuando se abren las mamparas y se ocultan entre los muros, generando un contacto directo con la naturaleza.
En dos niveles
Estos son los dos niveles de la Casa Topo. El primero, la parte superior, es el cubo geométrico cubierto por una celosía de madera shihuahuaco, que aporta calidez y privacidad al área privada, donde se encuentran los dormitorios. En contraste con el nivel inferior, que, a pesar de estar semienterrado, es bastante amplio y abierto porque contiene el área social.
Como el área privada es la que recibe a los visitantes, Dulanto planteó tres maneras de acceder al nivel inferior, que es donde se encuentra el área social. Unas escaleras al costado que conducen al jardín principal. Otra escalera interior a la que se llega por una puerta lateral que suele ser usada por la familia, para descender a la cocina, lavandería, sala y comedor. Y una tercera que está en la parte posterior, que te lleva directamente a la zona social interior, compuesta por la sala y el comedor.
Esta última, una especie de anfiteatro, es el punto que más resalta el arquitecto: “Es el aspecto más llamativo de la Casa Topo, para mí, el más interesante del proyecto”. Esta escalera curva, explica Dulanto, no solo sirve para circular por ella, sino que termina de armar el espacio de manera decorativa, al mismo tiempo que uno puede usarlo para sentarse, como si efectivamente se estuviera en un anfiteatro. Asimismo, subraya la naturaleza del terreno, con esos desniveles fuertes que devinieron en la idea del proyecto.
Cuestión de perspectiva
En síntesis, sea por las amplitudes interiores –como el espacio abierto de la parte inferior– o exteriores –como la escalera anfiteatro–, todos los puntos de la casa colaboran con la visión y el contacto con el entorno. La elección de los acabados también lo hace: pisos de piedra talamolle para la casa y piscina –una especie de jacuzzi circular que puede pasar como una poza natural–, madera y concreto con huellas de madera estampada son elementos que refuerzan el concepto general.
“La intención era remitir siempre al cliente a la naturaleza, sugestionarlo y llevarlo a esa idea de que está en el campo y no en la ciudad”, explica el arquitecto. Por eso el mobiliario, detalla Dulanto, es simple, sobrio, macizo, rústico, sofisticado. “Buscamos que acompañara a las líneas simples del proyecto”.
Para el paisajismo, trabajaron con Katsumi Yoshioka. Querían una naturaleza silvestre, ya crecida, con arbustos que pusieran acentos de color. “Se quería algo espontáneo, como si uno hubiera llegado y la naturaleza ya hubiera estado allí”, dice Dulanto. Esto aún no se ve, pero en unos años se apreciará. “Se verá como si la casa se hubiera implantado en un terreno que ya hubiera tenido bastante vegetación. La naturaleza requiere tiempo”, agrega. Y también, en casos como la Casa Topo, una arquitectura que dialogue y se fusione con ella.
Artículo publicado en la revista CASAS #268