La forma rectangular del terreno determinó que los arquitectos René Poggione y Susel Biondi plantearan la casa en paralelo, en lugar de atravesar el espacio, con lo cual cumplían también con el encargo de los propietarios: disfrutar plenamente del exterior.

Por Laura Gonzales Sánchez / Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart

Poggione

En la casa ChaPa, ubicada en Villa, hay algo que se percibe de inmediato: la comprensión que los autores, René Poggione y Susel Biondi, han tenido respecto a la locación, las preexistencias, el clima, las características precisas del terreno. Todo ahí está completamente integrado, y es difícil imaginar otra arquitectura para el terreno que no sea la superposición de capas. Estas se han desarrollado de manera que generan una serie de estratigrafías que, al separarse del suelo, han dado lugar a planos horizontales, sobre los cuales se han construido dos niveles.

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El proyecto se diseñó como una galería, que finalmente se constituye en el espacio articulador de la casa. Un piso de mosaico empastado blanco y negro sale de la propiedad y se asoma al camino, para dar la bienvenida a propios y extraños. De inmediato, recuerda a las antiguas casonas limeñas. Las imperfecciones propias del moldeado a mano marcan una gran diferencia en comparación con los materiales industriales, que se caracterizan por un acabado “perfectamente monótono”, como explica Susel Biondi

“Elegimos este piso por varios motivos, entre ellos porque era estético, cultural y social. Nos gustó la capacidad evocativa que tiene, cómo logra que la historia y la memoria se fundan en una casa totalmente contemporánea. Además, están las bondades del material en términos de colores y texturas”, dice la arquitecta.

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Sobre el terreno

La condición alargada del terreno fue para los profesionales una fortaleza, porque les permitió emplazar la casa de manera longitudinal, de sur a norte, marcando, a su vez, una linealidad muy clara, una dirección, y abrir todos los espacios principales de ambos pisos hacia el jardín, que se encuentra en el lado este.

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Es así que el gran ambiente del primer piso –conformado por la sala, el comedor y la cocina– se conecta, mediante una mampara, directamente con la terraza alargada y el jardín. Es lo que llamaríamos la primera capa estratigráfica. “Tiene una materialidad de concreto y ladrillo, los dos con mucha textura, cuyas superficies se ven potenciadas por el sol. “Sobre esta capa se apoya una losa a manera de sedimento, que forma el alero de la terraza-sala-comedor-cocina, y también el balcón corrido para los dormitorios del segundo piso”, explican los arquitectos.

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La siguiente capa estratigráfica se ubica en el segundo piso, que concentra las áreas privadas y contiene, además de los dormitorios, la sala familiar. La madera y el vidrio son los materiales que predominan. Fueron elegidos, también, por su ligereza. La orientación de este nivel es diferente a la del primer piso, porque las habitaciones miran al mar y se inclinan al oeste.

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A favor de la luz

Sobre esta segunda capa se apoya la losa del techo, como si fuera otro “sedimento”, de un material más fuerte y capaz de resistir la intemperie. Sobre él, unos volúmenes pequeños, que vienen a ser las teatinas, se abren al cielo para favorecer la entrada de luz y la ventilación natural. La ventilación artificial se usa tan solo como un complemento, ya que los arquitectos han tratado de que la mayor parte de luz ingrese a la vivienda por las ventanas, mamparas y teatinas.

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“Nos encanta la luz cenital. Funciona muy bien para el cielo nublado limeño y su característica luz difusa. Da una excelente iluminación, principalmente a ambientes que no tienen conexión directa a espacios libres. Por ejemplo, la galería, que es alargada, solo tiene mamparas en los dos extremos más angostos. Sin embargo, es muy luminosa, porque sobre la escalera hay una gran teatina con falso cielo en uve que refleja la luz con mayor profundidad”, finalizan los arquitectos. 

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Artículo publicado en la revista CASAS #269