El estudio de interiorismo chileno Grisanti & Cussen ha sido considerado por Christie’s una de las oficinas más influyentes en el diseño latinoamericano. Sus propuestas conceptuales buscan generar emociones a través de la investigación y el uso del color.
Por Gloria Montanaro / Retrato de Martina Keenan / Fotos de Alfredo Gildemeister
En el universo del arquitecto Hugo Grisanti y la diseñadora Kana Cussen no hay nada canónico: lo establecido no es más que otra posibilidad dentro de un juego cuyas reglas solo exigen la autenticidad. Así lo demuestran sus proyectos y también la manera desprejuiciada con la que empezaron su propio vínculo laboral.
Se conocieron en la Escuela de Diseño UNIACC. Hugo dirigía y enseñaba; Kana era su alumna. Una vez que ella terminó sus estudios, decidieron empezar a trabajar juntos. “Siempre sentí que Kana me traía propuestas que nos ponían en un mismo lugar, en una mirada similar al diseño. Además, ella tenía tan claro que trabajaría conmigo como yo con ella”, cuenta el arquitecto. Esa visión compartida estaba relacionada con la creación de espacios a través de conceptos, espacios que generaran emociones en sus usuarios: “Ninguno quería solo hacer cosas lindas”.
Así, en 2005, Grisanti y Cussen se unieron para crear el estudio de diseño de interiores más provocador de Chile, una oficina boutique en la que la mano de ambos está siempre presente y cuyo objetivo es crear espacios y experiencias a través de conceptos. “Nos preocupamos por crear lugares atemporales, no siguiendo las modas”, sentencian.
El manifiesto del color
Más allá de la elaboración de conceptos, tan diversos y personales como sus clientes, en todas las obras hacen uso de un código común, un lenguaje casi secreto que pocos saben utilizar con la precisión y sofisticación con la que ellos lo hacen y que pone de manifiesto que es posible vivir en armonía y con color. En una década en que los tonos neutros y los materiales nobles son hegemonía, ellos rompieron el patrón para recordar que la vida, en efecto, es en colores. “No le tenemos miedo al color, ha estado presente siempre, desde las culturas más antiguas. Es ahora cuando se le tomó un respeto y distancia que para nosotros no existe”, explica Grisanti.
Esa irreverencia y vitalidad ha hecho que los convoquen para proyectos que van más allá de lo tradicional: “Nos buscan cuando hay un desafío, y eso nos gusta”. Uno de sus últimos retos fue Bidasoa, un hotel boutique ubicado en Santiago y diseñado bajo lineamientos sustentables. En ese interiorismo utilizaron como punto de partida el concepto de viaje, rescatando la historia de la familia fundadora, migrantes que arribaron a Chile en 1939, en el legendario barco Winnipeg. El resultado fue una geografía con reminiscencias caribeñas, a ratos con guiños europeos clásicos y a ratos simplemente ficticia. “Nos gusta generar espacios un poco irreales, donde conviven la flora exuberante con las molduras inglesas y los muros de cerámica. Es parte de lograr espacios atemporales y, a veces, un poco irreales. Nos gusta jugar con las emociones”, explica Grisanti.
Gracias a ese savoir faire, Grisanti & Cussen fue designada la Mejor Oficina de Diseño de Chile en 2012 y ha recibido reconocimientos internacionales por el hotel Castillo Rojo, el Centro Cultural Arauco y el proyecto Biblioteca Viva. Este año, además, la casa inglesa de subastas Christie’s la consideró una de las oficinas más influyentes en el diseño latinoamericano.
Su estética fantástica, sensorial y emotiva los aleja de cualquier etiqueta e identificación con el resto de los diseñadores chilenos. Si bien Grisanti fue director de la Asociación de Decoradores entre 2004 y 2011, llegó un momento en que tanto él como Cussen se dieron cuenta de que no se consideran ni decoradores ni diseñadores industriales ni arquitectos: “Somos un híbrido”.
–¿A qué diseñadores admiran?
–A Roman and Williams, Patricia Urquiola y la oficina Avroko.
–¿Desde qué lugar se debería proyectar un interiorismo con impronta chilena?
–Desde toda la cultura que existe, riquísima, y que en Chile nunca se ha puesto en valor como corresponde. En general, todos se quedan en agregar un elemento decorativo del sector donde están, pero eso es el principio. Hay que mirar cómo construían esas comunidades, qué materiales usaban, cómo era su arquitectura, y eso reinterpretarlo con una mirada contemporánea. Nos encanta meternos en las distintas culturas y trabajar en base a sus principios. Creo que es un país de donde podemos sacar un enorme potencial de diseño. Hay mucho por hacer.
–¿Cuál es el proyecto de su historial al que le tomaron más cariño?
–Quizá Castillo Rojo, nuestro primer hotel, el cual ganamos en una licitación por una propuesta atrevida. Fue un trabajo muy motivante, en investigación, restauración y rescate de historia y tradiciones. Creo que se logró plasmar nuestra mano y se cuenta una historia, un guion muy cuidado, que nos dejó muy satisfechos.
–¿Qué cosas los inquietan con respecto a las solicitudes de los clientes?
–Lo que más nos inquieta es lograr espacios para cada familia en particular, satisfaciendo todas sus necesidades. Nuestra prioridad es entender cómo viven, cómo se comunican, cómo interactúan. Recién teniendo todo eso claro se puede pensar en un proyecto, sus muebles y lo que sigue.
–En términos estéticos, ¿hay algo a lo que le digan no?
–A las imitaciones, porque para cada presupuesto hay alguna opción. A lo único que le decimos “no” es a lo pretencioso.
–¿Qué es lo próximo que sabremos de ustedes?
–Vienen bastantes proyectos, varios hoteles en distintas ciudades de Chile, casas particulares, restaurantes, oficinas. Por tres años seremos curadores de la Feria de Arte Ch.ACO, y somos asesores y directores de la tienda de diseño Sur.Diseño, en la cual estamos a cargo de la línea editorial y la selección de colecciones. También estamos trabajando un proyecto inmobiliario en Suecia.
–Por último, ¿qué hace que un interiorismo sea memorable?
–Que emocione.
Fotos: cortesía de Grisanti & Cussen
Artículo publicado en la revista CASAS #273