La asesora de arte Meg de Romaña no es una especial entusiasta de los adornos navideños. A excepción de los que decoran su árbol, que contiene piezas seleccionadas con tanto esmero como las de su colección de fotografías y esculturas.
Por Laura Alzubide / Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart
Aunque se formó como bióloga, Meg de Romaña se dedica a realizar asesorías de arte desde hace casi siete años. Cuando vivía en Nueva York, solía visitar museos con una amiga que había sido curadora del MoMA. Ahí desarrolló su pasión por las obras de arte. En su departamento hay una formidable colección de esculturas y, sobre todo, fotografías. Fue decorado por Marcela Mujica, con pocos muebles y colores neutros, para poder trasladar las obras de un lado a otro. Desde que vive aquí, las únicas piezas que no ha movido son las de Liliana Porter y Luis Camnitzer, quienes, curiosamente, eran pareja cuando se tomaron las dos fotos. La sala, por ejemplo, está presidida por un tríptico del artista argentino Jacques Bedel, cuyas fotografías fueron ubicadas en una mica transparente, separada del muro e iluminada con luz cenital. Casi todas las firmas son latinoamericanas.
En la casa conviven piezas que conservan el peso y la pátina de la historia familiar con los aportes de una colección de arte contemporáneo que siempre se va enriqueciendo. En la biblioteca, por ejemplo, la cama de madera que perteneció a Meg cuando era niña, transformada ahora en una enorme chaise longue, y los libros y huacos que pertenecieron a su abuelo, depositados en los estantes superiores, comparten el espacio con las obras de los mejores fotógrafos de los últimos tiempos, como Julieta Aranda, Maricel Delgado, Musuk Nolte, Francisca Benítez, Fernando La Rosa y Elena Damiani.
Dos árboles para una casa
La biblioteca es un espacio de transición hacia el piso superior del dúplex, que es más informal, donde también se encuentra la terraza. Sobre las escaleras hay una instalación de Alberto Borea y la fotografía de Roberto Huarcaya. En la zona de la mesa de billar, resalta la instalación azul del artista colombiano Ricardo Cárdenas. En la salita de estar, junto al televisor, se encuentra un pequeño detalle navideño: unas figuras suecas. La suegra de Meg de Romaña, a quien le encantan las tradiciones festivas, es de este país escandinavo, y las figuras fueron compradas en Nueva York. El árbol de este espacio, dedicado a los chicos de la casa, tiene arreglos sencillos para que se puedan tocar. “Prefiero hacer un árbol aparte, porque el del piso de abajo está compuesto por piezas que tienen un significado más importante para mí”, explica.
Meg de Romaña comenzó a armar el árbol principal, el de la sala, cuando vivía en Nueva York con su familia. Cada año iban a una tienda y compraban las bolas o los adornos de algún tema. Hay figuras de edificios y autos típicos neoyorquinos. Animales de la jungla, como el camaleón, la araña y la serpiente. Dulces de todos los tipos. Una serie de campanas de cristal y palomas que proceden del árbol de su infancia, a las que ella ha ido sumando nuevas especies de aves. Cuando la colección fue creciendo, comenzó a armarlo por zonas temáticas. Hasta que, este año, el árbol se convirtió en la mezcla de todos los árboles que habían hecho. Una creativa combinación de figuras coronada por la antigua imagen italiana de un ángel.
Para ella, el secreto está en la mezcla y en el movimiento. “Muevo las piezas constantemente. Cuando un cliente me dice que quiere algo específico para una zona, le respondo: ‘Piensa que el arte lo vas a poder mover por toda la casa’. Como en este caso, que hay algo en común, porque todo es fotografía y escultura. Cuando armas las obras con coherencia, puedes moverlas de un lado a otro. Siempre se van a ver bien”, afirma.
Artículo publicado en la revista CASAS #276