La Municipalidad de Miraflores ha anunciado la próxima inauguración del Puente de la Amistad, que unirá los distritos de Miraflores y San Isidro. En paralelo, prepara un proyecto para levantar el Puente Bicentenario, que uniría el malecón miraflorino con el distrito de Barranco. Una saludable iniciativa que busca generar nuevos espacios públicos para peatones y ciclistas, pero que debe ir acompañada de una real puesta en valor de nuestra siempre postergada Costa Verde.

Por Edmir Espinoza

Lima es una ciudad curiosa. Particular.

Nunca llueve. Su invierno es húmedo y oscuro, y su cielo, salvo en estos días veraniegos, permanece encapotado por una infinita nube gris que tiñe los paisajes de nuestra capital de una luz tenue y monótona. Por si fuera poco, la ciudad termina en un acantilado que se extiende por veinte kilómetros, y que cae abruptamente al océano Pacífico. Un accidente geológico extraño, más aun en una megápolis como Lima, que otorga a nuestra capital un paisaje único y maravilloso.

Pero la plácida experiencia de caminar por los senderos del malecón limeño puede convertirse, al mismo tiempo, en una peligrosa y caótica travesía urbana, donde habrá que sortear uno de los mayores lastres de la ciudad: el infernal tráfico vehicular. Por ello, el anuncio de la municipalidad de Miraflores de la próxima inauguración del Puente de la Amistad –que unirá Miraflores y San Isidro a la altura de la quebrada de San Martín– y la propuesta del nuevo Puente Bicentenario –que se levantará sobre la quebrada de Armendáriz, en el límite de Miraflores y Barranco, a lo largo de ciento cincuenta y dos metros– han sido recibidos con satisfacción por los vecinos, quienes ven estas obras de infraestructura como un avance en la recuperación de espacios públicos y en la puesta en valor de la Costa Verde.

Puente Bicentenario

Una proyección de lo que sería el Puente Bicentenario.

Sin embargo, estos anuncios también han generado incertidumbre y dudas entre urbanistas y arquitectos, que critican ciertas falencias en una iniciativa que debería obedecer a un plan estructural e integrador, tanto para el malecón costero de la ciudad como para la misma Costa Verde.

Es el caso del arquitecto y urbanista Aldo Facho, quien saluda la propuesta de la Municipalidad de Miraflores, que permitirá que los peatones atraviesen los distritos por el malecón sin tener, como hasta hoy, que recorrer un largo y peligroso camino para poder pasar del malecón de Miraflores al de Barranco. Para Facho, esto es especialmente visible en la quebrada de Armendáriz, donde las vías existentes han sido diseñadas para los autos, estimulando la velocidad y flujos, y no pensando en las personas. “Como consecuencia de ello, tenemos veredas muy angostas, sin protección, con cruces inseguros e inaccesibles, haciendo de ese trayecto una riesgosa aventura”, explica Facho, quien, sin embargo, advierte sobre la necesidad de que un proyecto de esta envergadura tome en cuenta diversos factores, tanto para garantizar la funcionalidad del puente como para asegurar un verdadero aporte al paisaje urbano de la Costa Verde.

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“Si ves un puente solo como un conector de espacios, entonces la infraestructura debe ser lo más eficiente a nivel funcional y constructivo. Pero los puentes son, además, objetos urbanos. El puente modifica el paisaje”, explica Facho, quien sostiene que, al encarar el diseño de un puente, se debe tener definida, primero, la función del puente, muy de la mano de la idea de cómo este contribuirá a mejorar el paisaje urbano. “Se puede hacer un puente muy ligero, que casi desaparezca, o bien un puente que, al revés, pretenda aportar al paisaje urbano. Son posturas proyectuales. Lo que no puedes hacer es solamente encarar el diseño del puente desde una mirada funcionalista y estructuralista”, explica Facho.

Puente Bicentenario

Los paneles del Puente Bicentenario servirían como cierre de seguridad y proyectarían imágenes led.

Infraestructura integradora

Por su parte, el arquitecto Augusto Ortiz de Zevallos, encargado del diseño del Puente de la Amistad en la gestión de Jorge Muñoz como alcalde de Miraflores, reflexiona sobre la importancia de esta obra de infraestructura. “Con el nuevo puente, vas a poder cruzar desde el malecón de Miraflores y llegar al mercado de San Isidro, y deberías poder ir caminando por un malecón (que hay que hacer) hasta la Salaverry, en la Pera del Amor. Esto quiere decir que podrías tranquilamente irte en bici hasta el Centro de Lima, porque la Salaverry tiene más de cincuenta cuadras de ciclovía. Es el centro de la bahía, el centro del espacio marítimo de Lima. Entonces, hablamos de una obra importantísima para la ciudad. Esto podría cambiar Lima. Pero necesitamos cafés, mercadillos cerca, servicios.
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Quizás lo más triste es que, en vez de que este puente sea parte de una visión amplia, integral y con sentido, lo hacen a “puchitos”, por partes, sin un concepto unificador”, refiere el arquitecto y profesor universitario.

Puente de la Amistad

El Puente de la Amistad, próximo a inaugurarse sobre la quebrada de San Martín.

Respecto al proyecto del Puente Bicentenario, Ortiz de Zevallos refiere que es importante considerar diversas variables. “Antes de plantear la construcción de un puente tan importante, es necesario tomar en cuenta ciertos factores urbanos que respondan a preguntas que cualquier vecino puede hacerse. ¿Cómo recorro la avenida La Paz y Armendáriz?
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¿Cómo me integro con el estadio Chipoco? ¿Qué función cumplirán las bicicletas en el proyecto? ¿Y cómo integro y doy vida al malecón de Barranco? Hay muchas preguntas, y creo que la única respuesta es un proyecto integral, que recoja la síntesis de varias variables juntas”, explica Ortiz de Zevallos.

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Para César Palomino, subgerente de Obras de Infraestructura de la Municipalidad de Miraflores, la construcción de estos puentes responde a la necesidad de crear vías para peatones y usuarios de vehículos de micromovilidad. “Si bien Lima tiene necesidades de infraestructura vial vehicular, también el distrito de Miraflores, por su gran población flotante, se ve obligado a recuperar la mayor cantidad de espacios públicos con fines peatonales y asociados a la micromovilidad. Por ello, estos puentes buscan priorizar los recorridos a pie”, explica Palomino, quien también aclara el tema de los paneles de vidrio transparente que servirían de cierre de seguridad del puente Bicentenario, que proyectarán imágenes led, y que ha desatado una andanada de críticas. “Ha habido mucha confusión. La idea es que se puedan proyectar diversos juegos de luces e imágenes de forma esporádica, en situaciones especiales y sobre todo en la noche”.
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Respecto al diseño estructural del puente, Palomino afirma que se busca aportar al paisaje urbano sin sobrecargarlo. “La propuesta es la de un puente ligero, esbelto, que con su concepción de estructura metálica se integre al paisaje y no lo contamine. Además, estamos promoviendo una especie de andenería, que ha sido llamada Parque Bicentenario y que busca habilitar un nuevo espacio público para los vecinos”.

Parque Bicentenario

El Parque Bicentenario, un proyecto que pretende ganar nuevos espacios públicos.

Al rescate de la Costa Verde

Pero, más allá de estos proyectos de infraestructura que buscan mejorar el paisaje urbano de los acantilados de la Costa Verde, la construcción de estos puentes nos recuerda la inmensa tarea pendiente de poner en valor el Circuito de Playas y su integración con el resto de la ciudad. Para Aldo Facho, este es un tema complejo, que requiere de voluntad política y un objetivo claro. “El problema de la Costa Verde es que todavía no sabemos qué es la Costa Verde. Lo único que sabemos es que es una vía expresa, que es la razón por la que fue creada: ser una vía vehicular, que está a cargo de Emape, una autoridad única, integral, con presupuesto y autonomía. Después de eso, no funciona nada más. El Proyecto Especial Costa Verde planifica, pero no tiene ni autonomía ni presupuesto ni autoridad”, explica el urbanista. De la misma idea es Ortiz de Zevallos, quien ha desarrollado un proyecto integral que contempla hasta dieciséis puentes peatonales que bajan desde el malecón hasta las playas de la bahía. “Yo sí creo que podría haber una autoridad compartida para el tema de la Costa Verde, que junte al Gobierno Central y al Gobierno Municipal, con el municipio como titular gestor. El mar debería ser el espacio público de todos los limeños, y para ello necesitamos un proyecto integrador, que incluya a varios actores con poder de ejecución y decisión, para que haya más turismo, deporte, playa, espacios públicos y espacios de cultura”, sostiene.

Artículo publicado en la revista CASAS #277