El arquitecto italiano Michele de Lucchi, autor de la popular lámpara Tolomeo, es uno de los creadores menos convencionales de la historia del diseño. Lo entrevistamos a propósito de su próxima visita a nuestra ciudad, con motivo del Italian Design Day, organizado por el Istituto Italiano di Cultura di Lima.
Por Laura Alzubide / Foto principal de Giovanni Gastel
Sus años de formación coincidieron con la época de la Arquitectura Radical. En la década de los setenta, Italia era el escenario de movimientos rupturistas como Cavart, Alchimia y, luego, Memphis, que trataban de profetizar el futuro del diseño. Michele De Lucchi, uno de los nombres fundamentales de la segunda mitad del siglo XX, era muy joven por aquel entonces. Pero integró cada uno de aquellos manifiestos que abogaban por la eliminación de las etiquetas y estimulaban la libertad creativa.
“Cincuenta años después, estoy haciendo realidad todas aquellas visiones del futuro que me fascinaron cuando era estudiante en Florencia”, acaba de contar De Lucchi a un diario italiano con motivo de su proyecto Earth Stations, que se exhibe en estos días en el Museo Novecento de la ciudad en que se graduó como arquitecto. “La idea de las Earth Stations surge directamente de mi experiencia profesional, que desde Florencia me ha llevado por el mundo”. Una experiencia que volcará en su visita a nuestra ciudad en marzo con motivo del Italian Design Day 2020, que se realizará en el Istituto Italiano di Cultura di Lima (Agregaduría Cultural de la Embajada de Italia) y que contará con el apoyo de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y la empresa de iluminación Hilite. Y que nos adelanta en esta entrevista, como aperitivo de lo que se vendrá.
–En los comienzos de tu carrera, formaste parte del colectivo Cavart, que llevó más allá los límites de la arquitectura a través de happenings, seminarios, películas y exposiciones. Además de diseñar objetos y edificios, dibujas, pintas, esculpes, realizas curadurías, hasta escribes poemas. Para ti, ¿existen las fronteras entre el arte y el diseño?
–A estas alturas, es difícil entender si soy un diseñador, un arquitecto, un artista o un curador: mi posición hoy es que soy un “constructor de objetos”. Mis casas, mis modelos conceptuales, mis productos de diseño y mis construcciones son todos objetos. En arquitectura, particularmente los proyectos en Georgia y el Pabellón de Milán en Italia, no son concebidos como edificios con un frente, un fondo y algunas fachadas, sino más bien como objetos completos, integrales y terminados. Luché por asumir esta definición yo mismo, y todavía temo ser malentendido nada más que como un formalista puro, pero espero dar el peso necesario a este razonamiento para evitar este inconveniente.
–La aparición del Grupo Memphis, en la década de 1980, fue un soplo de aire fresco en el panorama del diseño italiano. ¿Qué supuso Memphis en la historia del diseño? ¿Y qué supuso, personalmente, para ti?
–Memphis significó la liberación de la expresividad de los objetos, hasta aquel momento limitados a su propia funcionalidad. La influencia de Memphis fue global y absoluta en el diseño, con una energía positiva que logró romper los límites formales impuestos por el minimalismo y la lógica industrial que imperaban en ese momento.
–Los diseños de Memphis se han convertido en íconos. Pero, de alguna manera, son producto de un contexto muy específico, y su edición es bastante limitada. En la misma época, en 1987, diseñaste con Giancarlo Fassina la lámpara Tolomeo: un best seller del diseño, con una gran producción en masa, y una pieza de estética atemporal. ¿Cómo abordaste el diseño de esta lámpara en su época?
–A principios de la década de 1980, pasé muchas horas al día en el tablero de dibujo en el que tenía una Naska Loris, una lámpara bellísima. Pero no era mía, y yo quería tener mi propia lámpara encima de la mesa. Así que comencé a estudiar los mecanismos de la lámpara de brazo y, en 1986, entre varios bocetos que presenté a Ernesto Gismodi, de Artemide, también estaba el primer diseño de Tolomeo.
El mecanismo de Tolomeo se compone de un resorte oculto dentro de un tubo y un pequeño cable delgado que mantiene el resorte en tensión. El sistema está inspirado en los sedales de los pescadores de los “trabucchi” [típicas máquinas para pescar de la costa sur italiana], que sostienen el asta de la red de pesca con una cuerda que les permite maniobrar la posición de la red hacia arriba o hacia abajo. Esto parecía una buena inspiración para dibujar una lámpara de mesa. El otro tema más puramente de diseño es el de la pantalla. Quería poder enmascarar la ingeniería del mecanismo y tener una pantalla simple, familiar y común. Así que diseñé un frasco cónico e invertido.
–Alguna vez afirmaste, ante la abundancia de objetos, que su valor “se determina por su uso y su valor simbólico, representativo”. En 1992, te convertiste en director del área de Diseño de Olivetti. Allí creaste computadoras, máquinas de escribir, impresoras e incluso un cajero automático. Objetos que han dejado de usarse. ¿Cómo ves, en perspectiva, tu trabajo de esta época?
–En Olivetti diseñé la puesta en marcha de las máquinas de cálculo y todos los muebles producidos por la empresa. La presencia de instrumentos electrónicos se estaba convirtiendo en parte de la vida diaria dentro de las oficinas, y el diseño de los productos servía para guiar a los usuarios hacia una nueva familiaridad con las máquinas.
Toda mi investigación acerca de las oficinas comenzó a partir de esta experiencia, pero hoy mi forma de concebir el trabajo ha cambiado radicalmente. El objetivo ya no es organizar mejor los escritorios y las computadoras, sino asegurarse de que las personas interactúen de manera eficaz entre sí. En las oficinas contemporáneas, los tiempos de reunión son cada vez más importantes, y se trabaja en todas partes, no solo en el escritorio.
–En 1991, fundaste Produzione Privata, firma a través de la cual trabajas proyectos de todas las escalas, desde pequeñas piezas de diseño hasta renovaciones de edificios. ¿Cuál es el enfoque de este proyecto?
–Produzione Privata nació porque después de Memphis me sentí siempre muy lejos de mis proyectos. Sentía demasiada distancia entre el mundo íntimo del diseño y el consumista, desencantado, de la producción, uso y destrucción. Para mí, la condición de “crear” y “producir” juntos siempre ha sido ideal, y la he logrado en Produzione Privata gracias a la ayuda de los buenos artesanos italianos. De esta manera, también me siento más cercano a la industria real porque, por una vez, los problemas suyos los hice míos.
–En 2004, con una motosierra y una navaja, comenzaste a esculpir casitas de madera, que luego han sido exhibidas como obras de arte. ¿Cómo surgió la idea y cuál es su propósito?
–“Cuando tajaba las puntas de los lápices con un cuchillo (…), me di cuenta de que me gustaba darle forma a la madera y me gustaba grabar su superficie tanto como me gusta dibujar con un lápiz en la hoja de papel”. Así contaba cómo nació mi amor por la madera y lo que me empujó a tomar entre las manos la motosierra, una herramienta áspera, mecánica y ruidosa, pero con la que logro dar forma a las arquitecturas que tengo en mente. Comencé a trabajar con la madera apilada en el antiguo gallinero del Chioso [hoy en día, el taller personal de De Lucchi en la campiña del norte de Italia], esculpiendo geometrías, dibujando las fachadas y ventanas con la motosierra. En el año 2004, construí la primera casa.
–“A veces me he definido como un arquitecto evolucionista, porque me inspira el homo sapiens, que ha podido evolucionar constantemente organizando nuevas soluciones”, has afirmado en alguna ocasión. En los últimos tiempos, tus inquietudes se han inclinado por la reivindicación del trabajo artesanal, la visión sostenible y la conciencia social. Háblame del proyecto Earth Stations, una propuesta que aborda todos estos temas a gran escala.
–En un mundo en constante cambio, la arquitectura produce estructuras de paso desde las que partir hacia futuros destinos. Las Earth Stations son un nuevo tipo de edificios diseñados para fomentar las relaciones humanas. No son solo una invención provocativa, sino que nacen precisamente de la necesidad de los hombres de estar más unidos para enfrentar el gran tema de la sostenibilidad de nuestra civilización.
En particular, los países con amplios márgenes de desarrollo pueden aprovechar al máximo el concepto de Earth Stations accediendo a un tipo de edificio con un concepto muy contemporáneo del uso del espacio, sin tener que usar espacios difíciles de transformar porque han sido pensados para otras funciones. Las Earth Stations son las estaciones del cambio y, en ese sentido, deben favorecerlo. Están diseñadas para adaptarse a la evolución de la tecnología y las necesidades humanas.
–¿A qué diseñadores (o creadores, en general) admiras?
–A quienes logran combinar las necesidades del mercado con su identidad e introducir nuevos comportamientos colectivos. Pienso en grandes personalidades, como Steve Jobs y Elon Musk.
–De entre todas las obras que has creado, ¿cuál te ha dado más satisfacciones?
–En general, las lámparas, porque son al mismo tiempo innovación tecnológica y testimonio sobre la evolución de los estilos de vida.
–A diferencia de otros creadores de tu generación, eres muy activo en las redes sociales. Posteas regularmente en Instagram. ¿Qué te aportan?
–Desde el comienzo del nuevo milenio, la ola digital ha cambiado la forma en que abordamos las más variadas realidades diarias y laborales, creando enormes potenciales que se desarrollan continuamente. Las redes sociales son herramientas de comunicación increíbles que estimulan la creatividad y permiten a todos expresar sus pensamientos, sus personalidades.
–¿Cómo ves el futuro del diseño? ¿Qué retos crees que tendrá que afrontar?
–Esta disciplina, que en el pasado se consideraba técnica, es cada vez más el espejo de las necesidades antropológicas e imaginativas de las personas. Así, “antropológico” e “imaginativo” son los mejores adjetivos para definir el diseño del futuro.
Fotos: cortesía de Michele De Lucchi
Artículo publicado en la revista CASAS #277