Los arquitectos catalanes Anna y Eugeni Bach han transformado una antigua fábrica de chocolate del siglo XIX en una casa y estudio que cede el protagonismo al edificio original.
Por Laura Alzubide / Fotos de Eugeni Bach
La pequeña ciudad de La Bisbal del Ampurdán, en la provincia de Gerona, tiene poco más de diez mil habitantes. Tradicionalmente, sus pobladores se dedicaban a la agricultura y la ganadería, aunque más adelante destacaron en la industria del corcho y también la pastelería. En el ensanche del casco urbano, que data de finales del siglo XIX, se encontraba una fábrica de chocolate. Un espacio con muros de piedra y tres plantas diáfanas cuyo forjado es diferente en cada una de ellas. Una belleza singular cuya transformación fue encargada a los arquitectos Anna y Eugeni Bach.
“El propietario quería adaptar este edificio a un estudio y vivienda que permitiera que varias personas de la misma familia lo utilicen, pero con una cierta independencia”, explican los arquitectos. “En este sentido, el requisito principal era que hubiera distintas circulaciones dentro de la casa para permitir unos recorridos independientes y posibilitar el uso de los distintos espacios de manera independiente. A este primer requisito se sumaba el hecho de que el centro de la vida en la nueva vivienda debía ser el exterior. En especial, la piscina que ocupa parte del patio central, que se convertía en el corazón de todas las actividades de la casa”.
El edificio estaba relativamente bien conservado. En un estado de abandono, aunque sin problemas graves de estructura o de cubierta. Solo el porche exterior estaba deteriorado, y fue necesario reconstruirlo. Por otra parte, como nos cuentan los arquitectos, el hecho de que hubiera estado abandonado durante mucho tiempo permitió conservar todas las piezas de las antiguas máquinas y engranajes, que todavía permanecían en algunos ambientes.
El carácter manda
El que mandaba era el edificio original. En especial, su carácter. Los espacios originales se adaptaron al programa de una manera muy sencilla. Eran diáfanos y de gran belleza constructiva, con lo que no hubo que hacer grandes cambios para mantenerlos. También se aprovecharon los materiales que ya había.
“Se trata de un proyecto que pone en valor lo existente, sin intentar competir con nuevos elementos que quiten protagonismo al espacio”, afirman los arquitectos. “Si tenemos un espacio con tanta historia, y con unos sistemas constructivos y estructurales de gran belleza y tan espaciales, ¿por qué deberíamos quitarles protagonismo? De lo que se trata es, justamente, de lo contrario: hacer todo lo posible para que lo existente se convierta en el eje principal del proyecto, y solo añadir algunas piezas puntuales que dan la funcionalidad y los cambios de uso que se requieren”.
Por ejemplo, en el porche se conservó el muro de piedra, típico de las construcciones de esta zona del Ampurdán, y se agregó un nuevo forjado de vigas metálicas y encadellado cerámico para que se sumaran a los techos originales. En el caso de la terraza, se actuó de la misma manera: aportando una estructura ligera con una cubierta de caña de río. Otro tipo de sombra y otro tipo de espacio exterior que enriqueció a los ya existentes. “Se trataba de sumar una capa más al palimpsesto que nos encontramos, trabajando con la misma lógica que había realizado el tiempo hasta nuestra llegada”, cuentan los arquitectos.
La mayor intervención de Anna y Eugeni Bach se encuentra en las escaleras. En el edificio original solo existía una. Sin embargo, con el fin de mejorar el uso de los espacios y flexibilizar la circulación de los habitantes de la casa, se construyeron dos más: una interior, en el otro extremo de la nave, y una exterior, en el porche.
“Todos los elementos industriales que encontramos al llegar se han conservado. Y no solo eso, sino que se han mantenido exactamente en el mismo lugar donde se encontraban. Se trata de que la historia del lugar quede patente, tanto en lo que respecta al edificio como a los distintos usos que hubo en él a lo largo del tiempo. Hay que actuar con respeto hacia el edificio original”, finalizan los arquitectos.
Fotos: cortesía de Anna y Eugeni Bach
Artículo publicado en la revista CASAS #280