¿Qué tanto puede afectar la contaminación ambiental a los ciudadanos de Lima? El último informe anual de Políticas Energéticas de la Universidad de Chicago afirma que la expectativa de vida de los limeños se reduce en 4,7 años debido a la contaminación del aire. Soroush Parsa, doctor en Ecología y científico líder en innovación del Centro Internacional de la Papa, ensaya razones y soluciones para un problema, literalmente, de vida o muerte.
Por Edmir Espinoza
Las cifras nos lo han recordado a cada momento: Lima es una de las ciudades con peor calidad de aire de Latinoamérica. La contaminación, fruto de un sistema de transporte precario e informal, y de una industria poco responsable con el medio ambiente, ha convertido a nuestra capital en una metrópoli casi tóxica. Sin embargo, durante décadas el problema ha sido evadido de forma increíble, tanto por sus propios habitantes como por las autoridades de turno, que nunca se preocuparon en buscar revertir esta situación tan anómala como dañina.
Pero evadir el problema parece ya no ser una opción. El último informe de la Universidad de Chicago, que elabora el índice Air Quality Life Index (AQLI), encargado de analizar la expectativa de vida que las personas han perdido debido a la contaminación del aire, revela que los habitantes de Lima han reducido en 4,7 años su expectativa de vida debido a la contaminación del aire.
¿Estamos acaso frente a una tragedia climática inevitable? ¿Es irreversible el avance de la contaminación en Lima? Soroush Parsa, biólogo, sociólogo, Ph. D. en Ecología y actual miembro del equipo científico de innovación del Centro Internacional de la Papa (CIP), cree que hay esperanza, y avizora que las nuevas tendencias de la economía, junto a una política gubernamental y a la acción ciudadana colectiva, pueden ayudar a regenerar la ciudad y a revertir una situación alarmante.
–Aunque el informe de la Universidad de Chicago es concluyente, cabe preguntarse: ¿de qué hablamos exactamente cuando hablamos de contaminación?
–Para entender la contaminación, es necesario saber que existe un fenómeno que ha sido motivo de una discusión candente por décadas en el mundo de los ecólogos, y que es básicamente el concepto de las externalidades negativas del medio ambiente, o la tragedia de los comunes. Se trata de una situación en la que actividades que generan un usufructo personal repercuten en costos grupales.
En esta línea, la contaminación es el ejemplo máximo de una externalidad.
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Si yo tengo una actividad comercial, industrial o personal, genero un costo, y ese costo es distribuido para toda la sociedad, que se vuelve casi intangible. Lo interesante que ha ocurrido con este informe es que el costo de la contaminación, que ha sido gaseoso hasta ahora, se ha vuelto un costo interno, personal, y evidente.
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De esta forma, los cálculos del estudio representan un primer instrumento para entender que el tema de la contaminación está muy cerca de ti, y que existe un interés personal de lidiar con esto. Ya no es solo una externalidad, sino que se transforma en un costo individual de un proceso que está generando un malestar colectivo.
–Sin embargo, pareciera que los ciudadanos de Lima no comprenden la gravedad que implica la contaminación extrema de nuestro aire. ¿Cómo hacer entender al limeño promedio la necesidad de revertir de forma urgente esta situación?
–Aquí también debemos retroceder unos pasos y entender que la arquitectura de la decisión de un ser humano se determina en función de dos variables. La primera: ¿de qué manera esto me afecta a mí y me genera un daño? Esta dimensión ha sido ilustrada con el dato de los 4,7 años que pierde la persona si no resuelve el problema de la contaminación. Pero resolver un problema a veces no es suficiente para motivar una decisión. Hay un elemento más que empuja esa misma decisión, y que se grafica con la pregunta “¿Cómo sería mi vida si resuelvo este problema?”. Y lo increíble es que la pandemia también nos ha enseñado los efectos de la no intervención humana en el paisaje. Entonces, hoy resulta muy fácil entender que, si no resuelvo el problema de la contaminación, mi familia y yo nos morimos cuatro años antes, y si, en cambio, resuelvo el problema, tengo una Lima distinta, con la naturaleza volviendo, con un río más limpio, etcétera.
–Pero, más allá de que los limeños entendamos y reconozcamos los efectos de la contaminación, ¿es posible revertir los pasivos dejados por la contaminación hasta ahora?
–Estoy convencido de que existen indicios para pensar en una nueva economía que abra la posibilidad de un ecosistema distinto. ¿Qué es lo que estamos viendo en todos los países que han sido golpeados por la COVID-19? Que muchos de los negocios tomaron pasos agigantados hacia la descentralización. El concepto de oficina está cambiando, al igual que el concepto de labor, y ello también cambia tu necesidad de transporte. Estamos viendo una nueva economía de los freelancers, en donde tú puedes tener un canal directo y vender tus servicios a China o Estados Unidos. Y esta emergencia, esta nueva economía descentralizada, permite que yo me imagine que un futuro en el que el trabajo ya no va a ser “Me voy a despertar y voy a viajar dos horas en transporte público o en mi carro para llegar al trabajo, y al regreso lo mismo”. Con esa lógica, la transformación económica a mí me hace pensar que voy a sobrevivir para ver un sistema en donde toda la dependencia que tenemos en este absurdo sistema de transporte deje de ser tal, y donde quizá podemos tener sistemas en los que nuestra movilidad sea un poco más limitada, más agradable, en donde el caminar e ir en bicicleta va a ser mucho más factible, en donde tu pan no va a depender de que estés en un carro por muchas horas, emitiendo gases de invernadero.
–El problema es que no tenemos tiempo. ¿Cómo acelerar estas tendencias?
–Yo tengo la idea de que estos procesos van a ir acelerándose cada vez más. Por un lado, desde el punto de vista de la manufactura, la automatización está generando un nuevo escenario, y reduciendo de forma dramática los desplazamientos en muchas ciudades del mundo.
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Por su parte, desde el punto de vista de la demanda, el consumidor ya no necesita ir al centro comercial. Han venido los Amazon del mundo que te dicen “quédate en tu casa y el producto te lo llevo a domicilio”. Estamos viviendo en una época en donde tú puedes brindar servicios a España sentado en Cusco, y como consumidor entras a internet, compras algo y te lo traen a la puerta de tu casa. ¿Cuál ha sido tu necesidad de ir un centro comercial o de ir al centro de trabajo? Tu necesidad ha cambiado. Si esta tendencia continúa, creo que el localismo va a prevalecer. Los desplazamientos serán menores, los insumos serán más locales y, con ello, suena coherente pensar en una reducción acelerada de la contaminación.
–En este contexto, ¿cuál debería ser el rol del Estado para promover estas economías descentralizadas y así ayudar a reducir la contaminación del aire?
–Uno de los roles importantes del Estado es proteger sus recursos. La naturaleza no se protege sola, y hay espacios naturales que tienen que ser protegidos. Por ejemplo, tenemos un recurso extraordinario en el mar peruano que, sin una protección adecuada, va a generar un gran problema en el corto plazo. Lo mismo con las lomas, muchas de las cuales están siendo depredadas e invadidas. Creo que la pregunta que hay que hacer al Estado es: “¿De qué manera vamos a proteger los recursos naturales que tenemos para no perder la oportunidad de ponerlos en valor?”. Si erosionamos nuestros recursos naturales, la posibilidad de ponerlos en valor se pierde.
Y claro, otro punto es generar nuevas políticas urbanísticas que nos permitan vivir mejor, y que al mismo tiempo nos conduzcan a repensar el significado del trabajo. Porque la búsqueda infinita de seguir creciendo económicamente a costo de un planeta no tiene ningún sentido. Hay que volver a repensar nuestra relación con el trabajo y con nuestra búsqueda de una producción infinita sin techo.
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Más allá de los efectos a corto y largo plazo de la contaminación, esta debería funcionar como una señal clara de que estamos haciendo las cosas mal. Nuestra mala calidad del aire es inversamente proporcional a la prosperidad y felicidad de los habitantes de Lima. Así que el camino está claro. Buscar políticas que promuevan mejorar el medio ambiente porque, al fin y al cabo, el medio ambiente somos también nosotros.
Artículo publicado en la revista CASAS #296