Deborah Kouri y María Elisa Zegarra, del estudio L’Architettura, diseñaron el nuevo departamento de una pareja de esposos que iniciaban un nuevo periodo en sus vidas, pero siempre con la mirada puesta en su historia y estilo propios. La reinterpretación de los espacios, así como la adaptación de ciertos elementos, dieron como resultado ambientes con personalidad definida y una elegancia sutil.

Por Jimena Salas Pomarino Fotos de Renzo Rebagliati

Habían vendido su casa de toda la vida. Después de todo, cuando los hijos se van, las necesidades cambian. Pero no así la esencia. Así que todo empezó con una visita a la antigua vivienda para seleccionar aquellas piezas con historia que de todas formas los acompañarían en su nuevo lugar. Deborah Kouri y María Elisa Zegarra, socias fundadoras del estudio L’Architettura, entendieron de inmediato que había ciertos “no negociables”. “Hay muchos elementos reciclados o que se han mantenido para que se sienta el espíritu de lo que era su hogar, pero reinterpretados de una forma más moderna”, explica Kouri.

El pórtico de mármol en el ingreso a la sala permite enmarcar el espacio y, a la vez, ayuda a crear contraste, que se complementa con el arte en las paredes.

Los ingredientes de la receta eran muy variados: objetos de estilo rústico, muebles con siluetas clásicas, madera y tapices en tonos oscuros, mucho arte y pasión por las alfombras de estilo turco. Pero, además, la ejecución presentaba una enorme ventaja: el nuevo departamento había sido adquirido en planos, por lo que las arquitectas y diseñadoras, en estrecho contacto con los clientes, pudieron “madurar” los espacios y adaptarlos mejor a las necesidades de los nuevos propietarios.

Detalle del balcón de la habitación principal, donde priman los colores neutros y los materiales más rústicos.

“Si bien no hubo cambios mayores en la estructura, trabajamos con elementos que se ven entre la sala y el comedor”, detalla Kouri. “Al ser un espacio muy largo e integrado, buscamos hacer algo que divida los ambientes”. La primera intervención para ello fue incorporar una chimenea que mira hacia la sala, mientras que, hacia el comedor, exhibe una escultura. Así, a través del diseño arquitectónico se logra dar escala.

Por otro lado, para enmarcar la sala se propuso un muro que se presenta como una suerte de pórtico en mármol entre el recibidor y la sala. “Queríamos algo imponente, que marcara la entrada”, precisa María Elisa Zegarra. “Nosotras siempre buscamos crear un efecto en el espacio y causar impacto en la persona que está entrando al lugar. Nos parecía que el espacio daba sensación de profundidad, y decidimos duplicarla poniendo espejos al fondo del comedor, que además reflejan el mármol del otro extremo”, detalla.

La biblioteca, que comparte espacio con el bar escondido de estilo inglés, evoca mucha calidez gracias a los tonos de la madera, la iluminación suave y la elección de las alfombras y cortinas.

La siguiente premisa fue generar contraste para romper con la linealidad del espacio. Tener los espacios integrados en un solo corredor alargado era una ventaja, pero también un desafío en términos de diseño. “Buscamos, a través de elementos de diseño, interrumpir un poco la vista para que se sintiera una sala más contenida”, comenta Deborah Kouri. Así, además de la chimenea, se optó por distribuir los nuevos muebles hechos a medida, de manera que se “cerraran” las estancias y se marcara una circulación definida. El arte ayudó a terminar de redondear esta propuesta.

En el recibo, el diseño del piso, en juego con el muro de mármol, genera impacto visual desde el primer contacto con la residencia.

En el recibo, el protagonismo está en la propuesta de materialidad y los juegos visuales. Hay muy pocos elementos, ya que lo que destaca es el piso diseñado por las socias de L’Architettura, con recuadros negros sobre blanco, en combinación con el pórtico de mármol. La lámpara es un objeto con historia proveniente de la casa anterior, pero que se ha integrado armoniosamente con el conjunto. Todo se complementa con una mesa de madera de figura clásica y contadas piezas de arte. El resultado es peculiar y altamente sofisticado.

El fondo del comedor está recubierto con espejos, lo que ayuda a duplicar la pared de mármol y genera un efecto visual muy interesante. Los muebles hechos a medida en la sala y el comedor se hicieron con diseño atemporal y tonos neutros.

Otro ambiente con especial importancia para los dueños fue el estar, que reúne una cálida biblioteca con un bar escondido de tipo inglés. Los tonos de la madera, así como la iluminación sutil, ayudan a crear un ambiente cálido y confortable. En las áreas privadas, por su parte, se buscó proyectar sensaciones de calma y descanso. Para ello, se empleó una paleta de colores neutros que, a la vez, permitiera destacar las alfombras de estilo árabe –en su mayoría, de Sara Nathan– que forman parte del estilo de la propietaria.

Deborah Kouri y María Elisa Zegarra disfrutaron el proceso de recibir un lienzo en blanco y trabajarlo al mismo tiempo con algunos elementos preestablecidos. Esto les permitió aplicar su esencia creativa en comunión con la personalidad e historia del cliente, logrando efectos sutiles que invitan al disfrute en cada una de las estancias. Se han permitido usar lenguajes levemente distintos en cada ambiente, de manera que se sienta la armonía de un hogar, a la vez que se disfruta de un juego visual atractivo y que provoca, simplemente, dejarse estar.

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