Un espacio de personalidad fuerte y elegancia implacable. Así es el penthouse que María Elisa Zegarra y Deborah Kouri personalizaron en Lima. La propuesta sobresale, además, por algo atípico en proyectos como este: la vitalidad y calidez de sus ambientes.

Por Gloria Ziegler / Fotos de Ronald Harrison

Zegarra

Primero, hay que descartar un malentendido: personalizar un departamento no significa plantear espacios neutros con muebles a medida. Hacerlo implica pensar a gran escala, para resolver las dificultades arquitectónicas, y en pequeña escala, para conectar los ambientes con la personalidad de sus usuarios. Y esa no es una tarea sencilla. Este departamento, sin embargo, es uno de los aciertos que escasean en Lima: atípico y sofisticado, sí. Pero también lleno de vida.

En este caso, el trabajo incluyó el replanteo arquitectónico de un penthouse de tres pisos, para lograr ambientes más amplios y funcionales a los gustos de los propietarios. Y, además, la implementación de un interiorismo novedoso, que reflejara su interés por el diseño.

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Con ese objetivo, las arquitectas y diseñadoras de interiores María Elisa Zegarra y Deborah Kouri, comenzaron a trabajar una propuesta integral desde la fase de planos. “El punto de partida fue un análisis de los gustos y necesidades de los clientes. Pero también incluyó una pregunta clave: ¿qué esperábamos que sintieran al entrar a cada espacio, teniendo en cuenta su personalidad?”, explica Zegarra. Otro factor importante fue, a la vez, la relación de la vivienda con el entorno y cómo podían mejorar esa conexión.

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La idea fue laboriosa, pero efectiva: dar una personalidad ligeramente distinta a cada nivel de la construcción. “En el área social y del dormitorio principal optamos por materiales más elegantes, mientras que en el estar y los dormitorios secundarios nos inclinamos por otros más cálidos. Y para la terraza del último piso planteamos un look urbano que se adaptara mejor al paisaje y la naturaleza”, cuenta Kouri.

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Redibujar las estructuras

Las nuevas distribuciones debían privilegiar, además del orden y los niveles de exposición, la amplitud de cada ambiente. Así, las arquitectas plantearon una propuesta con el área social –hall, sala, bar y comedor–, la cocina y el dormitorio principal, en el primer piso. En el segundo, dormitorios secundarios, una sala de música, lavandería y cuartos de servicio. Y en el tercero, una terraza con piscina, zona de parrilla, comedor, una sala adicional y un bar.

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No obstante, el mayor desafío estuvo en el diseño de la escalera: un elemento escultórico con los pasos volados en madera y una celosía a modo de baranda, rematada con una lámpara central para conectar los tres niveles. “En el proyecto inicial, no tenía vista al exterior en el segundo nivel. Pero optamos por cambiarla para tener ejes visuales hacia el interior y hacia afuera, que hicieran más interesante el recorrido”, explica Kouri.

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Los acabados, mientras tanto, incorporaron materiales como el mármol de vetas marcadas –Calacatta, Sahara Noir, Tiger y Negro Marquina–, granitos, maderas naturales y enchapes para los pisos del segundo nivel, además de metal, cobre y acero corten para el bar. Y los perfiles interiores de la carpintería se cambiaron a un color negro, para mejorar la armonía.

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Cambio de piel

El interiorismo tuvo, quizá, uno de los desafíos más atípicos por esta época: contrarrestar la sensación abrumadora de ambientes con grandes dimensiones, respetando un estilo sobrio. “Combinar materiales fríos, como el mármol, con elementos cálidos, como la madera, nos permitió lograr ese balance y una conexión con la iluminación, que fue fundamental”, señala Zegarra. De esa manera, la paleta cromática se fue inclinando hacia colores neutros como el gris topo y el arena, con contrastes fuertes entre la madera y tonos negros, rematados con algunos acentos de color en azul intenso o verde grisáceo.

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La selección del mobiliario, en sintonía, se inclinó por marcas italianas, que conviven con dos piezas originales de los propietarios: una mesa de madera con vidrio, que se reutilizó en la zona de la parrilla, y un fulbito de mano en vidrio. “Buscábamos muebles con mucho diseño. Pero que no solo fueran lindos, sino también cómodos. De hecho, tuvimos un problema con un sillón que habíamos escogido. Cuando fuimos a probarlo, nos resultó superincómodo, y tuvimos que cambiar de modelo”, cuenta Zegarra.

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La integración de la terraza con el paisaje, por último, se trabajó a través de diversos materiales, aprovechamiento de las vistas y juegos de efecto, como la combinación de muros verdes con granitos o un sol y sombra realizado con una estructura metálica revestida por buganvillas. ¿El objetivo? Que las plantas sean las encargadas de generar sombra, y las vigas solo funcionen como soporte.

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“Creo que hemos logrado un balance interesante en cada espacio, ni muy claro, ni muy oscuro. Todo es único y fue pensado para las personas que viven allí”, concluye Kouri. El diseño moderno y la elegancia de los acabados no resultan, por la experiencia de esta dupla, una sorpresa. Pero la personalidad del tríplex es arrolladora.

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Artículo publicado en la revista CASAS #265