Nos reunimos con el actor en Londres para hablar de su proyecto más reciente, la miniserie británica A Very English Scandal. El recordado protagonista de Notting Hill y Four Weddings and a Funeral no se aventura a darnos una definición del amor, pero sí un consejo (por experiencia) para sobrevivir al escándalo.
Por: Yenny Nun
A los cincuenta y siete años, Hugh Grant vive una nueva y muy satisfactoria etapa en su carrera. En “A Very English Scandal”, miniserie de Amazon, interpreta a Jeremy Thorpe, un parlamentario británico tan brillante como calculador, educado en Eton y Oxford, líder del Partido Liberal y potencial primer ministro, que en 1979 fue acusado de planear el asesinato de su examante, Norman Scott.
El caso conmocionó al país, especialmente considerando que hasta entonces pocos sabían que Thorpe era homosexual. Por el contrario, se presentaba a sí mismo como un hombre de familia, casado (en dos oportunidades) y padre de un hijo. El rol se convierte en un festín en las manos de Grant, quien durante largos años fue considerado el perfecto protagonista en comedias románticas como Four Weddings and a Funeral o Notting Hill, pero no mucho más que eso. La madurez ha ido profesionalmente a su favor.
El actor tiene experiencia en los dos temas principales de la serie: política y escándalo. Durante buena parte del nuevo milenio ha liderado la campaña Hacked Off, que pretende limitar la intromisión de la prensa en la vida privada, y ha aparecido en varias ocasiones frente al Parlamento y participado en lobbies a favor de la causa.
Esto lo ha convertido en enemigo de cierto sector periodístico, especialmente de los tabloides, que han adoptado como práctica común humillarlo con malas críticas, comentarios mezquinos sobre sus relaciones románticas y fotografías de paparazzi poco halagadoras.
Nada de eso, por supuesto, puede compararse a la lluvia de terribles portadas que protagonizó en 1995, cuando en una fatídica noche fue descubierto por la policía en un auto junto a una prostituta que recogió en Hollywood Boulevard. Lo que siguió fue un escándalo con ‘E’ mayúscula. Su relación con su novia de entonces, Elizabeth Hurley, terminó poco después.
Pero mientras muchos otros hubieran desaparecido por un tiempo, quizás autointernándose en alguna clínica de adicción al sexo para limpiar la mancha en sus reputaciones, Grant apareció a los pocos días en el show de Jay Leno y enfrentó el huracán. Jeremy Thorpe, su personaje en A Very English Scandal, tomó la decisión contraria, lo que llevó al fin de su prometedora carrera política.
Los últimos años
—Para este rol tuviste que rejuvenecer y envejecer. ¿Qué sentiste al ver el resultado?
—Lo único que me puso nervioso respecto a este proyecto es que sentí que era muy viejo para el papel, pero afortunadamente no mucha gente se ha dado cuenta. Al comienzo de la serie se supone que estoy en mis treintas, pero en realidad tengo cincuenta y siete. Por suerte, en esa época la gente se veía mayor, vestían en trajes de tres piezas y ese tipo de cosas.
Como sea, parece que lo logramos. En términos del aspecto del personaje, hice solo un requerimiento al encargado de maquillaje, que es un tipo brillante. En cine o televisión muchas veces usan maquillaje y prostéticos para transformar al actor exactamente en el personaje que representan. Yo no quería eso. Y él fue muy inteligente al sugerir el aspecto de Thorpe sin hacer una transformación completa. Una de las cosas que hizo fue afeitar la línea de mi cabello en tres pulgadas. Durante esos tres meses nadie se hubiera acostado conmigo.
—¿Eso es algo que te dijeron o te diste cuenta?
—Se hizo muy evidente (se ríe).
—Después de hacer esta miniserie que tiene que ver con la prensa y los tabloides, ¿cambió tu percepción al respecto? Has sido muy activo en tu lucha contra los límites que la prensa debe tener en torno a las celebridades.
—Siempre he dicho, en forma muy consistente, que lo que el periodismo debería estar haciendo es exponer la corrupción, la hipocresía, el escándalo; eso es lo que llamamos periodismo de interés público. La clave es separar el interés público de lo que le interesa al público, porque no es lo mismo. Puede ser de interés para el público una nota intrusiva respecto a una madre que acaba de perder a un hijo por el cáncer, por ejemplo, pero eso no es de interés público.
Revelar el hecho de que Jeremy Thorpe ordenó un asesinato, y considerando que él era el político más prominente en ese momento, es definitivamente de interés público y es exactamente lo que los periódicos deberían estar haciendo. Toda mi campaña tiene que ver con incentivar una cosa y desincentivar la otra.
—Pero expusieron su orientación sexual…
—No, expusieron a un asesino. Al revelar un plan de asesinato, incidentalmente se reveló el hecho de que Thorpe era gay. Si uno se presenta como potencial líder del país, no puede ser al mismo tiempo un asesino.
—¿Cómo definirías tu percepción de la política y los políticos en general? ¿Cambió después de interpretar este personaje?
—No. Confirmé mi punto de vista, que adquirí después de pasar los últimos seis años en la campaña a la que nos referimos antes y, por lo tanto, estar mucho tiempo en compañía de miembros del Parlamento inglés.
—¿Todos asesinos?
—No, pero probablemente responden a ese viejo refrán que decía que la política es show business para gente fea. Pienso que eso es verdad. Su instinto natural es hacia ellos mismos, cómo pueden promoverse a sí mismos, subir en la escalera del poder, conseguir más atención… Todo es yo, yo, yo, igual que en el show business. Y no tienen escrúpulos para llegar a donde quieren llegar.
Así que diría que sí, que estudiando el escándalo de Thorpe, y particularmente al mismo Thorpe, que no tuvo escrúpulos en su intención de deshacerse de sus enemigos y subir al top, confirmé mi opinión. Esa es, en gran parte, mi opinión de los políticos, que cuando toman cualquier decisión sobre cómo van a votar y qué opinión van a expresar, lo primero que piensan es cómo los afectará en lo personal y a sus carreras. Más abajo en la lista, en el número ocho de las prioridades, puede estar el bien del país.
—Eso fue exactamente lo que motivó a Jeremy Thorpe a planear el asesinato, su protección personal…
—Así es. Según él, lo hizo también para proteger a su partido, del que se sentía protector de un modo algo tribal. Pero lo que me pareció más importante es que también trató de proteger a su familia, porque, aunque se trató de una persona gay en el closet, creo que amó a las dos mujeres que tuvo, a la que murió y a la que vivió, y sin duda amó a su hijo. Creo que se sentía muy protector de todos ellos. En ese pequeño aspecto puedo identificarme con él. Cuando pensó que Norman Scott iba a destruir a su familia, perdió toda conciencia y, de pronto, se convirtió en un cavernícola capaz de todo.
—¿Cuál crees que es la mejor manera de lidiar con un escándalo?
—Bueno, cuando estuve involucrado en un escándalo, en 1995, me pareció que lo mejor era salir, ser honesto y enfrentarlo. Creo que mientras más excusas des o trates de ocultarlo es peor. Creo que ese fue uno de los errores de Thorpe, tratar desesperadamente de ocultar todo. Pero eran tiempos diferentes y él era otro tipo de persona. Mi consejo es enfrentarlo.
—Mirando hacia atrás en tu carrera, ¿qué te hace sentir más orgulloso?
—En los últimos años puedo ver a todos mis trabajos a la cara: desde “Paddington” hasta “A Very English Scandal” y “Florence Foster Jenkins”. Me gustan todas y me siento muy orgulloso de ellas. Y de las antiguas, “About a boy” me pareció una buena película… Y creo que se acaba ahí.
—Has protagonizando muchas comedias románticas. ¿Cuál es tu definición del amor?
—No tengo una. Ese tipo de pregunta es demasiado difícil. Es el tipo de cosas que me preguntan en Francia. “Hugh, ¿qué es para ti el cine?”.
—Filmaste “Notting Hill” en el mismo hotel donde estamos ahora reunidos (el Savoy). ¿Qué recuerdos tienes de esa película?
No recuerdo nada. Me pareció un muy buen guion y esperé no arruinarlo, y también esperé no actuar en forma idéntica a como lo hice en “Four Weddings and a Funeral”. ¡Por supuesto que fue así! Recuerdo haber pensado que el concepto de la historia era fantástico; Julia es una estrella de cine increíble, muy natural, incapaz de no ser una estrella haga lo que haga, y pensé que podría funcionar. Nuestra mayor preocupación era que en cierto momento de la película ella debía ser un poco antipática, y muchas estrellas tienen miedo a mostrarse antipáticas en la pantalla, tratan de suavizar a su personaje. Pero no lo hizo, y por eso resultó. Es una gran estrella.