El autor de Hitler en Colombia, su más reciente libro, sostiene que el genocida nazi llegó al país cafetero en 1954, luego de pasar una apacible temporada escondido en una hacienda ubicada al norte de nuestro país. ¿Es una revelación que podría reescribir la historia oficial o una hipótesis delirante?
Por Raúl Cachay A.
Aunque nunca pudieron encontrarse los restos de Adolf Hitler y Eva Braun, y pese a que en tiempos recientes se demostró que el fragmento de cráneo que se conservaba en Moscú como evidencia de su muerte en realidad no era del Führer, los libros de historia indican que el genocida nazi y su mujer se suicidaron en el búnker de la Cancillería de Berlín el 30 de abril de 1945, y que luego sus cadáveres fueron carbonizados en los jardines de ese edificio siguiendo órdenes del propio líder germano.
Pero hay otra historia paralela que ha generado innumerables investigaciones e hipótesis y ha provocado tanta fascinación como escepticismo desde los primeros años de la posguerra: para muchos historiadores y especialistas, Adolf Hitler, de alguna manera, consiguió escapar del asedio ruso a Berlín –se dice que fue Hanna Reitsch, la piloto favorita del Führer, quien logró sacarlo del búnker– y, luego de una rápida pascana en la base de Horten, Noruega, emprendió una larguísima y claustrofóbica travesía en submarino hasta la Patagonia argentina.
Abel Basti, periodista argentino radicado en la localidad de Bariloche, es uno de estos investigadores que han dedicado buena parte de sus vidas –en su caso, más de veinte años– a recabar los documentos y los testimonios que demuestren que Hitler estuvo en su país. Pero él incluso ha ido más allá: sus pesquisas, de las que ha surgido una nutrida bibliografía (ver recuadro), lo llevaron por rumbos inesperados.
Uno de ellos se hace evidente desde el título mismo de su más reciente libro, Hitler en Colombia (publicado por editorial Planeta y ya disponible en nuestro país), que revela parte del insólito itinerario que habría seguido el sanguinario líder nazi por esta parte del mundo.
“En Colombia, a diferencia de otros países de Sudamérica, no había trabajo académico ni investigación, hasta ahora, que demostrara la presencia de actividad nazi posterior a la guerra”, explica Basti desde Bariloche.
Eso cambió cuando ciertos documentos desclasificados de los archivos de la CIA (especialmente una foto en la que supuestamente aparece Hitler con el alemán Phillip Citroen en la localidad colombiana de Tunja, capital de Boyacá) y decenas de testimonios de testigos presenciales y secundarios –entre ellos el del intelectual Javier Ocampo López, presidente de la Academia de Historia de Tunja– abrieron para Basti un nueva línea de investigación que desembocó en la hipótesis que defiende en su nuevo libro: según el periodista argentino, Adolf Hitler estuvo en Colombia en 1954, y, lo más interesante para nosotros, llegó allí procedente del Perú.
La casa grande del Führer
“Cuando Ocampo me dijo que Hitler había llegado a Colombia desde el Perú, me descolocó por completo”, reconoce Basti. Al indagar un poco más descubrió que ya existía una investigación en curso sobre la eventual presencia del líder nazi en nuestro país. El ingeniero Pedro Armengol Alva Quilcat no solo ha escrito un libro sobre el tema (que debería ser publicado este mismo año), sino que ha elaborado incluso un video documental de hora y media de duración, que puede verse en YouTube bajo el título de “Adolf Hitler de paso por Casa Grande rumbo a Sunchubamba”.
Según las indagaciones de Armengol, el Führer permaneció un tiempo hospedado en dos residencias que formaban parte de la hacienda Casa Grande, en La Libertad, que eran conocidas con los nombres de El Casino y Casa Lamot (esta última en la localidad de Sunchubamba). La Sociedad Agrícola Casa Grande, la más grande productora de azúcar de América en su momento, era propiedad de la familia Gildemeister. Hitler habría llegado a ese lugar tras desembarcar en el mítico puerto norteño de Malabrigo.
Basti cita en su libro el testimonio de un ex trabajador del ingenio azucarero, Valdemar León Cabrera, que fue recogido por Armengol, y que asegura haber visto a Hitler con sus propios ojos: “Yo le vi la cara y era el señor Adolfo Hitler, estaba con sus bigotes. Donde más tiempo vivió fue en el anexo de Sunchubamba. Los alemanes eran muy herméticos, muy pocas personas accedían a ese caballero, yo intuía que no era oportuno preguntar y así eso pasó al olvido”. Hitler, según Armengol, habría vivido dos o tres años en esa zona.
Pero ¿cómo llegó Hitler al Perú, primero, y luego a Colombia? ¿Su huida y encubrimiento contaron con el respaldo secreto de los gobernantes de turno (en nuestro caso, del general Manuel Odría)? Basti cree que sí:
“La documentación desclasificada que tenemos demuestra que los nazis trabajaron en conjunto con los estadounidenses a partir de 1945, en un mundo ‘reseteado’ en el que el enemigo común era el comunismo. No hay muchas dudas sobre eso. Tampoco sobre la inserción de nazis en las estructuras militares de todo el continente, principalmente en Estados Unidos, donde los expertos en guerra química y bacteriológica, genética y misilística eran todos nazis. Lo que hubo fue un ‘reciclaje’ acordado de los nazis en toda la región para que ayudaran a combatir el comunismo. Y muchos de los gobiernos sudamericanos, sobre todo las dictaduras militares, tuvieron entre sus filas a asesores que formaron parte del nazismo. El caso de Klaus Barbie en Bolivia es el más conocido. Hitler vivió muchos años en el exilio. Hasta hace un par de meses, yo no tenía datos de que había estado en el Perú. Esto es nuevo. No descartaría, por ejemplo, que también haya pasado por Chile, aunque aún no tengo evidencias al respecto. Todos los países de la región recibieron miles de nazis. No hay ninguno que haya quedado al margen de eso. Hay que recordar que casi todos eran gobernados por dictaduras militares de ultraderecha”.
La supuesta parábola del Führer por territorio sudamericano, que empezó en la Patagonia argentina y al parecer tuvo episodios en Perú y Colombia hasta llegar al Paraguay del dictador Alfredo Stroessner, donde Basti asegura que sí están sus restos mortales, seguirá motivando investigaciones más o menos serias y muchas teorías de la conspiración. Pero lo cierto es que la historia de los últimos días de la peor persona que ha existido aún no ha terminado de ser escrita.