Este 10 de mayo, Christian Bendayán inaugura el pabellón peruano, junto a los curadores Gustavo Buntinx y Giuliana Vidarte, en la 58ª Exposición Internacional de Arte de Venecia. Un hito internacional que sirve como piedra de toque para reflexionar sobre la representación del arte amazónico en la mayor vitrina del arte contemporáneo.
Por Manolo Bonilla
De Putumayo a Venecia
Venecia, hay varias. Ese conjunto de islas construidas en el siglo V d.C. sobre pilotes de madera para mantenerse a salvo de las invasiones bárbaras, esa ciudad contemporánea que es visitada por aproximadamente treinta millones de turistas al año y esa postal romántica de un paseo en góndola. Pero también hay otra. Esa zona inundable por los ríos amazónicos, en el distrito de Putumayo, provincia de Maynas, región Loreto, que los loretanos también llaman así: Venecia.
En octubre de 2018, Christian Bendayán fue elegido, luego de un concurso, como el responsable de concebir el pabellón peruano en la Bienal de Venecia de 2019. Eligió a Gustavo Buntinx como curador principal de la muestra, el mismo que había asistido a su primera exposición en Lima en 1994 y que, cinco años después, lo visitó en su taller atraído por ese desborde de colores e imágenes subyugantes que aparecían en la temprana obra de este artista iquiteño.
Desde entonces, dedicaron madrugadas y horas extra durante meses para asumir esa responsabilidad. Convocaron también a Giuliana Vidarte, actual curadora del Museo de Arte Contemporáneo, que había trabajado con Bendayán en la muestra e investigación sobre la figura de César Calvo de Araújo, uno de los pioneros de la pintura moderna en Iquitos.
El resultado de ese riguroso trabajo es la exposición “‘Indios antropófagos’”. Es decir, indios caníbales. Así, escrito con comillas, subrayando la crítica y hundiendo el dedo en la llaga. Esa era la frase despectiva con la que se referían, desde una mirada extranjera, a los peruanos que vivían en comunidades nativas de la Amazonía. Esa era la manera en la que firmaban las postales, souvenirs de los viajes de exploración a inicios del siglo XX, aquellos extranjeros que se aventuraban por estas latitudes.
La postal en mención, impresa en 1903 en los talleres de Eduardo Pollack, se basa en una fotografía que Charles Kroehle tomó diez años antes. “Pollack la publica en esa postal, pero les añade ropa, los civiliza”, dice Bendayán, quien ha usado los rótulos que colocaban entonces para titular las obras que serán expuestas en Venecia.
La invitación a la muestra en la Bienal también es una provocación: es “Fila india” (2012), aquel cuadro de Bendayán que escenifica una hilera de mujeres charapas que lucen minifaldas ceñidas y dejan al descubierto tatuajes en las piernas, los mismos que llevaban los nativos boras en postales similares de la misma época, hacia 1906.
En “La soga de los muertos” (2005), Bendayán, esta vez como curador, ya había ejecutado otra provocación para la escena del arte en Lima. Entonces, reunió en la misma sala piezas de arte repletas de misticismo. El nombre de la muestra remite al significado de la ayahuasca.
Aquella vez, en la sala del Museo de Arte del Centro Cultural de San Marcos, se ejecutaron dos revelaciones: el arte amazónico no solo era esas visiones alucinógenas ni tampoco un arte bajo la mirada antropológica. Los cuadros eran firmados por sus autores, con sus apellidos completos, sin atribuir la autoría a una comunidad o a una tradición. Se gestaba entonces la oportunidad de poner en su exacta dimensión a los artistas peruanos, también aquellos que no exponían en galerías capitalinas.
Más de veinte años después, su lucha en su arte es la misma: visibilizar y poner en valor el imaginario amazónico a través del arte. “‘Indios antropófagos’” es, sobre todo, una instalación que supone sumergirse en la historia y la cosmovisión de Iquitos. El artista ha preparado dos piezas de gran formato, que superan los cinco y los tres metros, respectivamente.
Para una de ellas, ha empleado azulejos; para la otra, fierro. Son claras referencias a los elementos constitutivos de la ciudad de Iquitos: la primera, a esas construcciones con azulejos europeos de mediados del siglo XX que aún hoy persisten en la ciudad. La segunda, a la materia prima de la que está hecha la Casa de Fierro en la plaza central de Iquitos y parte indesligable de la postal urbana de la capital de Loreto. Son cuadros emblemáticos en la trayectoria de Bendayán que han sido reconfigurados bajo nuevos soportes y formatos.
La puesta en escena en Venecia tendrá, además, una atmósfera sonora particular, confeccionada por el músico y chelista Fil Uno, que pasó más de dos meses viajando por la selva de Iquitos para componer música de cámara para la muestra. En suma, en “‘Indios antropófagos’” hay episodios crudos, como los que llegaron durante la época del caucho; hay capítulos de bonanza. Hay sensualidad y desborde de cuerpos, también. Hay celebración. Hay reflexión. Hay golpe.