Claudia Llosa presenta su nueva película “Distancia de Rescate” inspirada en la conocida novela de Samanta Schweblin.
Por: Marina Novoa
Con María Valverde y Dolores Fonzi en su elenco, la película narra la historia de Amanda, una madre que pasa las vacaciones en un tranquilo pueblo argentino junto a su hija. Pero está constantemente preocupada por su bienestar, por lo que va calculando la “Distancia de Rescate” necesaria para poder protegerla. Centrada en la sensación de pérdida de un hijo, cuenta cómo una pacífica estancia en el campo puede convertirse en una pesadilla. Llena de suspenso, terror e intrigas, esta película, auspiciada por Netflix, se estrenó en sus plataformas el pasado 7 de octubre. A continuación, hablamos con Claudia Llosa, peruana directora de la película, y Samanta Schweblin, creadora de la historia, sobre sus experiencias creando el guion juntas, visiones sobre los mensajes que buscan transmitir. Además de contenido exclusivo del rodaje y detrás de cámaras.
¿Qué elementos te inspiraron o motivaron a escribir la historia?
Samantha: Cuando escribí esta historia estaba a principios de los treinta haciéndome preguntas sobre la maternidad: ¿quiero tener hijos?, ¿Cómo es la maternidad?, ¿de qué maneras se puede atravesar esto? Una gran pregunta que me generaba gran terror era: ¿se puede sobrevivir a la muerte de un hijo? Me estaba cuestionando todo esto y para mí siempre la escritura es un ejercicio de pensar en ese tipo de problemas.
¿Qué te atrajo de distancia de rescate?
Claudia: Ya en mis otras películas había tratado temas que rozaban algunos que estaban en la novela, como la maternidad, el miedo, el acercamiento a algo quizá mágico, quizá esotérico, etc. Pero esta novela podía contener todas esas lecturas y al mismo tiempo no negarlas. Y mantenerse en un plano muy realista que era lo que me fascinó siempre. Es decir, que es identificable, que nos puede ocurrir, que pasa, que está totalmente en el plano de lo real. Tiene que ver con esa “distancia de rescate”, a la que Samantha pone nombre, que me fascinó desde la primera vez que leí la novela. Es algo que viví como madre: ¿Cuánta libertad doy al otro y al mismo tiempo estoy allí para protegerlo? Pero, al mismo tiempo, ¿Cuánta libertad tenemos las madres de hacer lo mismo? ¿de ser libres, pero estar presenten en la vida de nuestros hijos? Este espejo que la novela propone, y que la película recoge, fue algo que me explotó la cabeza. Y, obviamente, tenía también sensualidad, confusión, voz en off. Creo que todos esos elementos me animaron.
Sí, y no solo la voz en off. Cuando vi la película también me di cuenta de que la cronología era algo con lo que jugaron bastante bien. Seguro fue un reto eso, para que se cuente bien la historia.
Samantha: Cuando hablaste sobre el reto me acordé de un momento que fue clave en nuestro proceso: cuando estábamos escribiendo el “fever dream”, el momento en el que todo se empieza a mezclar en la cabeza de Amanda. Es cuando empieza a repensar las escenas pasadas, se ven de una manera completamente distintas, y hay esta sensación de mareo. Y era tan delicado ese momento, lo pensamos tantas veces, que en medio de todo Claudia decidió venirse a Berlín y estuvimos todo un día trabajando en mi casa. Y hubo un momento en que nos volvimos un poco locas y pusimos todos los muebles de mi casa contra las paredes para dejar el piso del living limpio. Tiramos el guion sobre el piso y lo comenzamos a mover, cambiando y revisando cosas.
Claudia: Sí, fue clave eso, porque el tempo de la película no sólo es una temporalidad accional, sino también es revelador. Es decir, hay una linealidad del tiempo, que es la conversación que está revelando elementos que tú sabes que van a pasar, que a veces sería anticipar lo que va a pasar. Estábamos retando el formato en sí mismo del suspenso porque estábamos dando, desde el inicio, la información que justamente normalmente no quieres soltar.
¿Por qué contar la historia a través de símbolos? Cuando vi la película me percaté de varios, como el caballo, el agua, la repetición de la palabra tiempo.
Samantha: Creo que la literatura todo el tiempo está jugando con símbolos. Lo que hace lo simbólico es que te está diciendo algo y, a la vez, te está diciendo diez cosas más. Y esas diez cosas más las estás poniendo tú, desde tu cabeza, desde tu propia evidencia. Es decir, lo simbólico juega como prismas en la línea de una narrativa. Hace que te sea tan personal, que se despega de la simple historia que estás contando.
¿Por qué buscar una historia que mezclara maternidad con terror?
Claudia: Retomando lo que dice Samantha, es en el campo de lo simbólico donde se reformulan las relaciones humanas, ¿qué simboliza la maternidad? Que es una idea relacionada casi con lo sacro, algo que no se puede tocar. Es interesante romper con esos viejos binomios, que no nos representan en lo más mínimo, y que tampoco representan la maternidad (hay tantas maternidades como mujeres, tantas maneras de expresarla). Creo que lo que explora la película es justamente eso, una búsqueda de un equilibrio que quizás no va a llegar. En la búsqueda y en el cuestionamiento es cuando nos construimos y estamos presentes. Y en esa presencia es que cuidamos, nos conectamos. Entonces, el horror es a los miedos de la vida cotidiana, esos pequeños temores que llevados a una angustia extrema pueden convertirse en paranoia, en terror. ¿Qué mayor terror que el de perder a un hijo? Y claro, el miedo bien educado puede ser un gran aliado, pero desproporcionado puede hacer daño. Allí están las claves de lo que me interesa reformular o reanalizar como viejas ideas de lo que tiene que ser lo materno.
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