Hace alrededor de 10 años, Rocío Rodrigo gestó la primera de sus «ofrendas». La intención era emular a través del arte aquellos pagos a la tierra que buscaban restaurar una armonía espiritual. Hoy la experiencia se repite a escala y con invitados diferentes pero con una misma intención:  Ayacucho Contemporáneo invita a un grupo de artistas a repensar uno de los territorios más complejos de la realidad nacional y dar un paso hacia la reconstrucción.
AYACUCHO CONTEMPORÁNEO

La exposición estará hasta el 18 de julio en la Biblioteca Nacional. Foto de Lorena Noblecilla.

«La muestra surge con la intensión de volver a poner una mirada sobre Ayacucho», explica Rocío Rodrigo, curadora de la muestra. «No pensaba volver a hacer la ofrenda, pero observando las piezas y los artistas me di cuenta de que hacían un conjunto que funcionaba. Los cristos de Cristina Planas y la huaca de Lorena Noblecilla, por ejemplo. Al ponerlas a un mismo nivel en la ofrenda que tiene forma de chacana, invitamos a una revisión de la jerarquía de credos y prácticas religiosas». 
Como docente, asesora y ojo atento al mundo del arte local, Rocío logró convocar a un distintivo grupo de creadores, cuyas obras configuran un mensaje común en lenguajes diferentes. cosas.local.prueba:8890 conversó con ella, así como con Lorena Noblecilla, Carmen Reátegui y Milagros Bentin (tres de las artistas exponiendo),  sobre los significados y las piezas que entretejen este universo. Un indicio de esperanza que no ignora los problemas pasados y presentes.
Ayacucho cotemporáneo

Huaca- Lingote, pieza de Lorena Noblecilla, parte de la ofrenda central.

 ¿Cómo se hizo la selección de piezas para la muestra?

Rocio: La idea era mostra un mestizaje real y no jerárquico. Estamos presentando piezas que pueden interpretarse de diferentes formas, a varios niveles de lectura. La ofrenda, y la muestra en general, funciona como una mesa de diálogo donde artistas digamos citadinos y artistas tradicionales pueden compartir con el público una mirada hacia Ayacucho, trabajar el tema de Sendero y el tema de cómo hacer un futuro.

¿Es complicado, incluso para el arte, hablar de un territorio que ha pasado por tanto?

Carmen Reátegui: Ayacucho es el germen de mucho dolor. Significa tierra de almas, tierra de muertos. Mis ofrendas tienen que ver con la piedra de Huamanaga. En la obra que presento tomo una pintura de Cristo y la transformo bajo la premisa sincrética que ha construido el arte nacional, hacia un Cristo pariendo nuestra cultura con dolor. Esta pintura desencadena un “derrame» de maíz trabajado en huamanga, que forma una especie de sudario, donde una mazorca dorada representa el orden. Hablar de Ayacucho es hablar del dolor del sincretismo, incluso antes de Sendero.

Lorena Noblecilla: El sincretismo es clave, como lo es la globalización y la transformación de vida y paisaje. Para la ofrenda yo planteo una huaca es construda a partir de lingotes. Estos aluden a occidente, pero al mismo tiempo están enlazados bajo la geometría de un telar incaico. La idea era representar la apropiación del paisaje a través del poder. Lo mismo motiva las fotografías que expongo. Una es una forma geométrica sobre el paisaje de Llanganuco. La otra es la sobreposición de montañas de diferentes partes del mundo sobre un paisaje local. La colonización del paisaje es una metádora de conquista, pero también de permanencia.

Ayacucho Contemporáneo

Telar de Milagros Bentin. La muestra inicia con la ofrenda en forma de Chacana, y luego se abre en salas donde cada artista expone piezas que entrelazan la temática común. Foto de Lorena Noblecilla.

Milagros Bentin: Ayacucho es lo representativo, un centro de fueron procesos que afectaron a todo el Perú. En mi caso, presento un manto hecho en telar tradicional con algodón nativo peruano, a color. Luego lo he pintado en encaústica negra, pintura en cera y barniz Dammar. Era un telar que por sí mismo tenía una belleza y yo decidí cambiarlo para conseguir uan belleza diferente. Ayacucho no es el mismo de hace 50 años, pero resurge también bajo una belleza diferente.

¿Fue complicado lograr armonía en el montaje?

Rocío Rodrigo: Hubo un momento de caos, pero luego viene un silencio. Y con ese silencio, no sabes de dónde, pero viene un orden. Si eso no ocurriera, no haría lo que hago. Todo es por ese momento. Creo en un equilibrio emocional, conceptual, racional. Si no hay ese balance nada está completo ni resuelto.

Milagros Bentin: El caos se dio porque iniciamos con todo en el centro de la sala. Pero luego Rocío se puso a seleccionar las piezas que quedaban, con un criterio perfecto para lograr la armonía. Se ha logrado un efecto espiritual interesante.

Lorena Noblecilla: También nos apoyamos mutuamente para resolver cómo sería el montaje. Carmen, por ejemplo tuvo la idea de elevar la huaca del suelo y así creamos no solo un orden, sino nuevos niveles de lectura. Yo estaba muy estresada porque mi pieza se había desmoronado. Milagros, amorosa, se la pasó sentada en el piso conmigo ayudándome a recomponerla.

Carmen Reátegui: El proceso fue exactamente lo que tenemos que hacer como nación. La reconstrucción de la huaca es como un grial. ¿Cómo reconstruimos nuestra huaca, nuestro pasado, sin pensar ya en geografía sino en un espacio emocional en nuestro interior?

 

Ayacucho Contemporáneo

Instalaciones de Rocío Rodrigo y Silvana Pestana. Foto de Lorena Noblecilla.

Los artistas exponiendo en la muestra son Nicolás Adrianzén, Milagros Bentin, Pepe Cobo, Juan Licas, Rocío Rodrigo, Lorena Noblecilla, Cristina Planas, Silvana Pestana, Juan Pacheco, Antonio Pareja, Jesús Pedraglio, Primitivo Evanan-Poma, Susana Torres, Rosalía Tineo, Carmen Reátegui, y Teodoro Ramírez.