El escritor peruano, finalista del premio Rómulo Gallegos, presenta este sábado 23 su nueva novela Volver a Shangri La en la Feria Internacional del Libro de Lima 2022.
Por Sergio Herrera
¿Cómo nos marcan las actitudes que conocemos de nuestros padres? ¿Uno puede librarse de los patrones negativos? Estas son las interrogantes centrales de Volver a Shangri La, la nueva novela de Jorge Eduardo Benavides (Arequipa, 1964). El escritor peruano, finalista del premio Rómulo Gallegos y ganador del premio Novela Corta del BCRP (2009), entre otros galardones, nos presenta una obra tan intimista como revolucionaria. Su protagonista es Mariana, una fotógrafa peruana radicada en España, que le narra la historia de su vida a su hija.
No es un simple monólogo. Porque Mariana utiliza unas viejas fotografías que encuentra en una caja de zapatos como punto de partida para evocar los momentos centrales de su pasado. Benavides emplea este recurso con una consigna: detrás de las sonrisas en una foto familiar pueden esconderse todo tipo de emociones que marcaron una época de nuestras vidas. No es el único elemento novedoso de Volver a Shangri La. También resalta la narración de una mujer en primera persona. En una novela escrita por un hombre. ¿Por qué tomó esta decisión? Conversamos con Jorge Eduardo Benavides en exclusiva para COSAS, quien absolvió esta duda y otras más sobre su última obra.
Has comentado que Volver a Shangri La es un proyecto que tuviste archivado por varios años, ¿Cómo decidiste retomarlo?
En realidad, fue una casualidad. Yo estaba revisando viejos proyectos que tenía desde que estaba en Tenerife (Islas Canarias, España). Viví por allá hasta el 2002. Y había algunas novelas que no funcionaban como esta. Tenía solo unas 20 o 30 páginas, aunque desde el inicio era la historia de una mujer fotógrafa que vivía en España. Pasó el tiempo y no le veía mayor futuro. Porque creo que me faltaba la distancia y experiencia suficientes para poder trabajar con ella. Ya que no solo era una mujer que recordaba su infancia en una familia que se resquebraja por el abandono del padre. Sino que le faltaba una consecuencia más que era que ella es madre y tiene una hija. Entonces, ella actúa como una especie de bisagra entre lo que cuenta de su vida como hija y lo que cuenta a su hija que es el punto de definición de la novela. Creo que para contar algo así me faltaba experiencia de vida. Por eso la retomé años después y cuando lo hice, comenzó a funcionar perfectamente.
La novela está narrada desde la perspectiva de una protagonista femenina, ¿por qué tomaste esta decisión creativa?
A mí me gustan los retos. He escrito novelas históricas, policíacas y políticas. Para mí, la literatura básicamente es proponerse un reto, no solo argumental, sino de género, estilo y punto de vista. En ese momento, me pareció interesante contar la historia desde la perspectiva de una mujer. Pero como digo, me faltaba el recorrido vital como para entender las cosas. Entonces, es una novela rescatada y por lo tanto, el punto de vista era un reto. Con el tiempo, me he dado cuenta que el verdaderor reto es cómo encaras la historia sea cual sea el punto de vista o el motivo que te llevó a escribirlo.
Porque al fin y al cabo, la protagonista es una mujer, pero el fondo de todas las experiencias humanas es el mismo. El dolor, la empatía, la felicidad, el saber que existe la pérdida y en eso los hombres y las mujeres somos exactamente lo mismo. Estamos hechos de la misma materia. Aunque haya diferencias a grandes rasgos de cómo podemos unos y otros encarar los problemas de la vida.
¿Qué les diría a aquellos escritores que desaprueban el uso de narradores que pertenezcan a su género opuesto?
Les diría que en realidad, si piensan eso es porque no han entendido lo que es la literatura. El punto de partida para cualquier historia literaria es la empatía. Es ponerse en la piel de otro. Toda la literatura está basada en que yo dejo momentáneamente de ser yo para meterme en la cabeza de otro. De un niño, un rico, un obrero, un ejecutivo, una fotógrafa, lo que sea. Sin eso, la literatura se desploma. Porque sería algo autorreferencial donde solo podríamos contar nuestras vivencias y punto.
Más bien, ¿sería como una autobiografía con seudónimos?
Claro, simplemente sería eso. Porque solo podría contar mi experiencia. La piedra angular de la literatura descansa en que dejo de ser yo para contar una historia con la voz del otro. Y en la medida en que yo resulte persuasivo para mis lectores habrá funcionado. Así, las mujeres pueden elegir la voz de un hombre y viceversa. Es tan difícil meterse en la piel de una mujer, como la de un niño, un obrero o cualquiera. Naturalmente, la experiencia humana hace que nosotros contemos las situaciones que son más cercanas a nosotros. Son las que nos generan mayor interés y conocemos mejor.
Pero en este caso concreto, el hecho que se trate de una mujer no es lo realmente importante. Sino el hecho de que se habla cómo una persona encara su experiencia vital. Como alguien que ha vivido en una familia que se fue desestructurando, se ve afectada por esta situación y que le aconseja a su hija para no repetir estos traumas. La novela aborda esos temores que albergamos respecto a lo que somos y de dónde venimos.
Al inicio de la novela, Mariana menciona que los retratos no suelen captar los verdaderos sentimientos de las personas y ese es el punto de partida de la historia, ¿cómo se te ocurrió esta idea?
Porque al analizar una fotografía solo un ojo muy entrenado para mirar puede intuir el verdadero trasfondo. Lo que significa esa fotografía. Es aprender a mirar. Ver una fotografía y saber que es lo que se está contando es aprender a mirar. Es similar a lo que experimentamos los escritores. Nuestro interés por contar una historia nos hace mirar la vida con una intuición entrenada. Nos hace ver con más perspicacia las cosas. O al menos eso es lo que pretendemos.
Lo que pasa es que las fotografías además tienen otra cuestión. Tomando en cuenta las nuevas tecnologías, antes las fotos poseían un significado mayor. Cuando las fotos marcaban un momento determinado, la gente lo celebraba. Un rito, una reunión, un cumpleaños, un bautizo. Las fotografías familiares tenían un sentido celebratorio o conmemorativo muchísimo más importante. Hoy está absolutamente banalizado.
Ahora que vas a presentar la novela este sábado en la Feria del Libro, ¿qué debería esperar un lector que se introduce a tu obra con Volver a Shangri La?
Una reflexión sobre las cosas aparentemente más pequeñas de la vida. No hay grandes aventuras en esta novela. Pero hay una muy poderosa. Que es hasta que punto alguien entiende que lo que ha vivido lo ha marcado. Y hasta que punto una mujer como Mariana se da cuenta de que es muy difícil substraerse a lo que uno ha aprendido en casa. Para bien o para mal. Y que las experiencias que vivió la marcaron». Creo que en ese sentido, todos los seres humanos tenemos un derrotero muy parecido. No somos muy conscientes de hasta donde nos marca el futuro lo que hemos vivido. Las experiencias que hemos tenido, la forma en que nos han hecho concebir el mundo, las cosas que nos impactaron.
En las mujeres hay un sentido muchísimo más profundo de lo que son los ligamentos familiares. Los hombres también por lo general somos más proclives a las grandes hazañas. Mientras que las mujeres manejan más aquello que nos vincula como seres humanos. La fuerza que tiene la familia, el recomendar y advertir a los hijos. No hagas esto, no vayas por allí, no cometas el error que yo cometí. No es que los padres no lo hagan. Si no que las mujeres tienen ese atributo de forma consustancial. Entonces, a mí lo que me parece que encuentra el lector es una experiencia realmente intimista y humana de cómo se comporta alguien que no quiere repetir patrones de conducta.
¿Dónde se presenta el libro?
La cita es este sábado 23 de julio a las 6:30 pm en la sala Clorinda Matto de Turner de la Feria Internacional del Libro de Lima 2022. Además de Jorge Eduardo Benavides, participarán la periodista Patricia del Río y el escritor Gustavo Rodríguez.
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