En el marco del proyecto para recuperar la fachada de la iglesia y convento dominico, Prolima intervino la alegoría de la Fama, una escultura de madera que remata la emblemática torre del conjunto. El proceso de restauración se desarrolló a 50 metros de altura y dio luces sobre el autor de la obra: el austríaco Nicolás Youngström.

Por Jaro Adrianzén  Fotos Prolima

“Logróse por fin, ya de día, extinguir completamente el fuego: el que consumió veinte varas del tercer cuerpo de la torre y el cuarto y quinto en su totalidad. La Fama que se hallaba en la cúspide, se fundió por la intensidad del calor”.

Así reseñó el diario El Comercio los daños del incendio que asoló al conjunto religioso de Santo Domingo el 2 de junio de 1862. Aquella alegoría de la Fama, perdida a consecuencia de las llamas, fue elaborada por el platero Fernando Daza y había rematado la torre desde que esta terminó de construirse, entre 1774 y 1775.

Fue entonces cuando recuperar lo perdido se convirtió en una prioridad. El 24 de octubre de ese mismo año, el prior Juan Cueto y el arquitecto Santiago Hinsby firmaron un contrato en el que se estipuló la reconstrucción de la torre y la restitución de la Fama: “Santiago Hinsby por su parte se obliga a construir dicha torre desde la moldura quemada para arriba […] y un globo, en el que irá colocada una Fama de madera de cedro, semejante a la que antes tenía, de dos varas de alto”, reza el primer folio del documento, revisado como parte de la investigación histórica que hizo Prolima para el proyecto con el que se viene recuperando la fachada de todo el conjunto.

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Así lucía la Fama antes de su recuperación.

Un austríaco en Lima

 Durante los trabajos de restauración de la torre -retiro de capas de pintura moderna, consolidación de elementos, tratamiento de la balaustrada, recuperación de la policromía-, un equipo de especialistas se encargó de restaurar la alegoría de la Fama, conocida en el imaginario como un ser mitológico que esparcía rumores entre los mortales.

El procedimiento debió desarrollarse en la zona más alta de la estructura, a unos 50 metros. Llegar allí implicaba un ascenso agotador a través de los pasillos estrechos y las escaleras empinadas del castillo de andamios que se levantó alrededor de la torre para la obra. La intervención, por su lado, requirió que parte de la escultura de madera se desmontase de su ubicación original para darle un tratamiento acorde a sus necesidades: había que revertir años de exposición a la intemperie limeña. Con su sol, su humedad y sus gallinazos de por medio.

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Estudio de lesiones que tenía la Fama. Elaboración de Nadia Sánchez.

Los profesionales en conservación protegieron los restos de pintura original que todavía subsistían y atacaron el rosario de problemas que afectaba a la escultura de 160 años: deterioro a consecuencia de xilófagos, intervenciones inadecuadas, pudrición, elementos metálicos oxidados -en la base y las uniones de la escultura-, separación de juntas, piezas faltantes y degradación.

Fue en medio de todo ese proceso cuando se encontró una firma en el pecho de la figura: Nicolás Youngström, un artista austriaco que se registró en Lima desde 1860. Siguiendo la línea del hallazgo, se determinó que la obra debió concluirse e instalarse entre octubre de 1862, cuando se firmó el contrato con Hinsby; y abril de 1863, fecha aproximada de la fotografía más antigua donde aparece la Fama de madera.

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Para la intervención fue necesario desmontar algunas piezas de la escultura.

Se sabe que en 1865 el fotógrafo Alexander Gardner publicó, en Estados Unidos, un álbum de fotos dedicado a Sudamérica, en el que figuran instantáneas de Lima y de la torre de Santo Domingo (Rays of Sunlight from South America). Y si bien la fotografía en cuestión no está fechada, en la secuencia dedicada a la capital peruana se muestran los funerales del presidente Miguel de San Ramón, quien falleció el 3 de abril de 1863.

Hoy por hoy, con la torre ya liberada y entregada a la ciudad, la alegoría de la Fama ha vuelto a tener el brío y la presencia de hace 160 años. Para quien se lo pregunte, ya sea viendo las fotografías de este artículo o acercándose a la zona, el color verde de la figura coincide con los restos originales de pintura hallados en su superficie y con la hipótesis de que, al momento de su elaboración, fue pintada de ese color para emular la pátina verde de la escultura de metal que la antecedió.

Detalles finales para recuperación de la escultura. Firma del autor se aprecia en el pecho.

*Este artículo se basa en la investigación histórico-artística que hicieron el conservador César Noa y el historiador del arte Li Cárdenas, ambos profesionales del equipo de Prolima.

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