Han sido seis años de llegar hasta el cruce de la calle De las Letras y la avenida De la Poesía, y subir al tercer piso del edificio samborjino que se eleva también sobre la más prosaica Javier Prado. Afuera estuvieron siempre el caos de la ciudad, en un punto de alto tránsito y poca paciencia. Dentro del edificio, en cambio, los salones de lectura y consulta exigían silencio. Así, en medio de estas contradicciones tan literales como literarias, trabajó Ramón Mujica largas jornadas diarias. El 27 de julio pasado, un día antes de la toma del nuevo gobierno, y conforme a lo dispuesto por la ley, presentó su renuncia como director de la Biblioteca Nacional del Perú (BNP). “Pero aún no me la aceptan”, explica con una breve risa. Y, quizá, con algo de preocupación.

El siguiente proyecto de Ramón Mujica es organizar una gran exhibición de obras maestras del arte incaico.

El siguiente proyecto de Ramón Mujica es organizar una gran exhibición de obras maestras del arte incaico.

Era el año 2010 cuando el entonces ministro de Cultura, Juan Ossio, le propuso ocupar el cargo. Mujica, dedicado a la antropología histórica, enseñaba Historia del Arte en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y se encontraba en medio de varias investigaciones. “Pero me interesa mucho el trabajo con las fuentes primarias, con manuscritos y libros, que son la materia prima de la investigación”, explica. Fue por eso que aceptó el ofrecimiento. Y también porque serían solo unos meses. Pero, con el cambio de gobierno de 2011, la gestión de Susana Baca en el Ministerio de Cultura lo ratificó como director de la Biblioteca Nacional. Ramón Mujica se quedó: para entonces, se encontraba inmerso en una misión sobre la que hoy, años después, reflexiona.

RAMÓN DE BIBLIOTECA

“Ingresé pensando que iba a hacer una serie de cosas que no correspondían”, admite Mujica sobre sus inicios en el cargo. Una de sus primeras propuestas fue revivir los Populibros, proyecto de Manuel Scorza y de su padre, Miguel Mujica Gallo. “Pero rápidamente me di cuenta de que, en realidad, lo que debía hacer era preguntar a los propios funcionarios cuáles eran sus necesidades”, recuerda el antropólogo. Decidió hacer un balance de la situación en la que se encontraba la institución. Acostumbrado a los descubrimientos propios del estudio, la observación y el cotejo, lo que encontró en la Biblioteca Nacional lo tomó por absoluta sorpresa.

En su oficina, mapa del siglo XVI que designa como “Peruvia” a todo el continente americano.

En su oficina, mapa del siglo XVI que designa como “Peruvia” a todo el continente americano.

El mismo día en el que Ramón Mujica juramentó como director, se descubrió el robo de más de cuatro mil manuscritos del mariscal Andrés Avelino Cáceres, que habían sido sustraídos de la bóveda. “Se me pusieron los pelos de punta”, confiesa. “Fue entonces que entreví la mafia que estaba enquistada dentro de la institución”.

¿Cuál era el estado de la Biblioteca Nacional cuando la recibió?

El sistema bibliotecológico estaba colapsado. Se habían hecho esfuerzos por hacer un inventario parcial, pero mil títulos habían desaparecido del software y, para entonces, ya no estaban las fichas físicas. Lo primero que se tenía que hacer era un inventario: pese a las críticas, el edificio se cerró mientras lo hacíamos. No podíamos dar un servicio a la comunidad si no sabíamos lo que teníamos. Fueron casi siete meses de trabajo. Pero ahora tenemos el primer inventario completo de nuestros fondos antiguos. Y, además, está online.

¿Qué otros logros tuvo su gestión?

Ampliamos la bóveda. Instalamos una sala de monitoreo que controla la seguridad del recinto en San Borja y también en la sede del Centro de Lima. Hemos comprado maquinaria de conservación de última generación, y tenemos el mejor laboratorio de restauración de libros del país. Pero, sobre todo, hemos desarrollado el Sistema Nacional de Bibliotecas y su reglamento, que fue aprobado en 2014. Esta ley obliga a digitalizar fondos antiguos y modernos, a crear centros coordinadores en el interior del país, entre otras acciones. El problema es que es una ley que ha salido sin presupuesto…

Arriba a la derecha: su antología de artículos sobre iconografía peruana se presentó en la última FIL Lima. Debajo: portada de la memoria de su gestión (2010-2016).

Portada de la memoria de su gestión (2010-2016).

Confiesa que muchas veces se sintió como “la última rueda del coche”. Sin dinero a disposición, sin atención del Estado. Pero también hubo momentos que lo llenan de orgullo. Como ver desfilar por el edificio de San Borja a académicos, políticos y otras personalidades nacionales e internacionales (como María Rostworowski, Federico Kauffmann Doig, Al Gore y Christine Lagarde) para apoyar la campaña “Se buscan libros perdidos”. Se recuperaron aproximadamente 150 libros, entre los que se encuentran las primeras ediciones de Antonio de León Pinelo, el tratado sobre la idolatría en el Perú del padre José de Arriaga y los cursos de teología de Juan Pérez de Menacho. Cada uno de estos títulos vale decenas de miles de dólares que, aun así, no hacen justicia a su importancia histórica.

Por Rebeca Vaisman
Foto de Javier Zea

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