Una familia que ha ocupado distintos espacios a lo largo de su vida, incluso en el extranjero. En cada mudanza, ha debido evaluar el afecto que sentía por sus objetos, que han ido incrementándose con los años. Pero toda colección habla de momentos. Por eso, su llegada a este departamento, diseñado por Leonmarcial Arquitectos, invita a preguntarse qué es lo que constituye el espacio propio.
Por Rebeca Vaisman / Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart
El hogar empieza medio nivel bajo la calle. Desde el patio, el cielo parece más arriba y la ciudad es otra. La luz pasa sobre los muros de concreto e invade el interior de la casa, avanzando por las habitaciones, expandiéndose, instalándose. Eso es lo que los propietarios habían imaginado: un espacio iluminado y abierto. Antes de mudarse al edificio diseñado por Leonmarcial Arquitectos –estudio encabezado por Alexia León y Luis Marcial–, uno de sus pedidos fue que el dúplex se sienta como una casa y no como un departamento. Recordaban con especial cariño el tiempo que pasaron en una casa de San Isidro, en la que vivieron algunos años, hasta que la familia creció y el espacio les fue insuficiente. Luego, habitaron un penthouse por un tiempo. Sin embargo, la sensación de calidez de aquella casa se quedó con ellos y quisieron revivirla en su nuevo hogar.
La fachada sobre la calle de San Isidro va retranqueándose, lo que genera un espacio inesperado dentro del lote y una relación distinta con el exterior. “Si hubiéramos seguido los parámetros regulares, tendríamos una fachada aplomada y dura; en cambio, el desplome te permite crear espacios abiertos dentro del edificio, que son también un regalo a la calle”, dicen los arquitectos. El árbol que nace en el patio hundido crecerá, dejando que sus ramas se vean desde afuera; la enredadera eventualmente caerá sobre el muro, recubriéndolo. “El límite del lote se pierde y eso es más noble”, acotan los arquitectos.
Este no es el primer proyecto de Alexia León en el que la familia habita. De hecho, tanto la casa como el penthouse fueron diseñados por la arquitecta. En ese sentido, era más sencillo que entendiera sus necesidades y que se permitiera repetir –si bien adaptados– ciertos elementos pasados. Como la cocina, que se replicó casi por completo. Otro requerimiento fue tener ambientes abiertos que se integren con solo correr una puerta o una mampara. La distancia entre muros y la comunicación entre patios (frontal y posterior) aseguran la abundante entrada de luz. El departamento ha sido hecho a la medida de la familia.
Sensibilidad interior
“Tienen una manera muy particular de apropiarse del espacio. Saben aprovechar mucho las dimensiones”, opina Alexia León sobre los propietarios. “Saben cuándo poner un acento y cuándo no. Tienen una sensibilidad particular”.
En cuanto al diseño interior, Leonmarcial se encargó del librero del comedor –que recuerda a otro mueble en Corian y fierro, también diseñado por el estudio, que perteneció a la familia–, un biombo de metal que continúa el corredor de ingreso y separa sutilmente el comedor, manteniendo cierta transparencia, y el bar recubierto de espejos. “Si nos gusta algo lo compramos. Nunca pensamos en estilos”, explican los propietarios acerca de su mobiliario. Tienen piezas que les han acompañado a lo largo de los distintos espacios habitados y otras que hallaron en el camino, como la butaca Cité negra de Jean Prouvé que compraron meses antes de mudarse, y guardaron hasta que pudieron tenerla en su nueva sala. Otros objetos son nuevos: la mesa del comedor fue diseñada por el arquitecto Luis Marcial, ya que necesitaban una plataforma grande que no corte la fluidez del espacio.
La pareja de propietarios posee una colección de arte contemporáneo. También tienen hijos pequeños que corren y juegan. Nada restringe esa convivencia. El arte está creativamente dispuesto en las paredes, mientras que las mesas y plataformas bajas están libres de adornos y objetos chicos. Hay anécdotas notables como las veintidós fotografías que componen la serie “Chorrillos” de Mariella Agois, un regalo familiar que estuvo guardado diez años hasta encontrar la pared que pudiera lucirla. Y es innegable que un objeto puede acercarte a un tiempo y a un lugar. Cuando vivieron fuera del Perú, tenían muchas piezas tradicionales. En este departamento, solo quedan las tablas de Sarhua, que están en el ingreso: las piezas ayacuchanas resultan muy contemporáneas, confrontadas con el minimalismo de la escultura en madera de Marcolina Dipierro.
Los propietarios de este departamento no trabajan con interioristas. Es un placer ir completando los espacios poco a poco. Aún están definiendo qué hacer en el patio, y hasta estar seguros respetarán su desnudez. No hay apuro. Home is where the heart is.
Artículo publicado en la revista CASAS #241