El nuevo Sunset Bar del Lima Marina Club respira celebración y vistas privilegiadas. Una mezcla de materiales crudos y naturales, además de un viaje de inmersión por tierras exóticas, le dieron a la arquitecta de interiores Francesca Reátegui Álvarez-Calderón la inspiración para crear frente al mar.
Por Stefano de Marzo / Fotos de Víctor Idrogo
Si el Lima Marina Club fue un hito largamente anhelado dentro del contexto natural de la Costa Verde, un bar dentro de sus instalaciones que le hiciera justicia era una grata necesidad. El espacio dedicado para este fin, para el Sunset Bar (como se le ha denominado con acierto), se ubicaba en lo más alto del edificio con miras a las diferentes embarcaciones, las cuales ofrecen cierta sensación de sosiego náutico. Pero, sobre todo, poseía una perspectiva privilegiada, por no decir bendecida, del horizonte limeño desde las playas de Barranco.
A pesar de la estupenda vista, el proyecto fue un reto desafiante para la arquitecta de interiores Francesca Reátegui Álvarez-Calderón. “Recibí un espacio que solo tenía piso y baranda”, asegura. Se presentaban tres retos principales. El primero tenía que ver con aprovechar y permitir la apreciación de la vista del mar desde todos sus espacios. El otro era proteger de la naturaleza al visitante: del viento, del sol, de una improbable, pero posible lluvia. Y el último tenía que ver con presentar un diseño con identidad.
“Me inspiré en una regata de veleros antigua”, comenta Reátegui sobre el tercer desafío del proyecto. “Interpreté el movimiento de las velas en una composición de lonas tensionadas sujetadas por mástiles blancos y accesorios de acero. Fue todo un reto diseñar un elemento que cumpla la función de proteger del viento, que sea movible, decorativo y transparente para tener la vista hacia el sur”.
El primer reto fue resuelto con un deck elevado como área de comedor; la mesa alta, en la parte posterior, y los muebles bajos del lounge, en la zona frontal. Para dar calidez y transparencia al espacio, Reátegui diseñó unos carritos jardineros que delimitan, con garruchas en la parte baja para poder moverlos con facilidad. De este modo, se podía integrar el Sunset Bar con los cuatrocientos metros cuadrados libres que hay detrás para cualquier evento que los requiera. Asimismo, la iluminación se planteó desde la parte posterior para resaltar la vista hacia el mar.
Un detalle de interés, que puede servir para entender el logro conceptual del Sunset Bar, tiene que ver con el periplo que emprendió su arquitecta en busca de inspiración. “Durante el desarrollo del proyecto viajé al Parque Nacional de Komodo, en Indonesia, donde realicé inmersiones de submarinismo”, cuenta Reátegui. “La paleta de colores usada es la interpretación de una inmersión fascinante que hice”.
Justamente, la fotografía que se encuentra detrás de la barra fue tomada ahí por el fotógrafo Alberto Rodríguez, de Neren Diving Komodo, un regalo a modo de recuerdo de su experiencia. La instantánea consolida la barra como uno de los espacios centrales. Está ubicada como isla, para poder sentarse en los tres lados, señala Reátegui, y así aprovechar la vista hacia el mar.
El reino de la barra
El planteamiento inicial y sus tres retos consagraban la barra como elemento principal. Esta creció para lograr un mueble-isla con exhibición de botellas. “La barra está inspirada en los tonos azules del mar y los reflejos que se crean con el sol”, señala Reátegui. “Es un volumen que nace desde el fondo del mar y se convierte en bar. El trabajo se realizó con planchas de bronce y un largo proceso químico para lograr los tonos azules”. La iluminación de la barra también tuvo un efecto dramático. La plancha metálica resalta, por medio de la luz, los volúmenes y hace crecer la fotografía submarina.
La parte frontal del Sunset Bar, por su lado, posee cinco grupos de muebles separados por una consola con un arreglo de flores. De este modo, se buscó la privacidad entre cada espacio y un punto de color con las flores. Las alfombras también enmarcan cada grupo de lounge, asegura la arquitecta.
“En cada espacio he considerado un detalle náutico y plantas, ya sean con adornos o cojines”, añade Reátegui. “Se buscaba lograr un espacio acogedor, sobrio y elegante, pero a la vez que sea divertido. Era muy importante que cada mueble propuesto sea cómodo y te invite a quedarte y disfrutar de la vista maravillosa”.
En cuestión de materiales la madera, el mimbre y el bronce brillan en el Sunset Bar. Ofrecen calidez, las telas en tonos crudos dan sobriedad y el conjunto inspira cierta elegancia. Por su lado, los cojines decorativos en tonos naranjas y azules con temas náuticos y marinos redondean su vocación lúdica y de celebración. Una celebración frente al mar.
Artículo publicado en la revista CASAS #243