La mirada es lo que diferencia a un gran fotógrafo de un hombre común con una buena cámara. Podemos reconocer una foto de Irving Penn porque hay una mirada propia reflejada en un estilo elegante y expresivo. Su trabajo fue una obsesiva búsqueda de la composición perfecta.
Nació en Nueva Jersey, en 1917, en una familia de origen judío con sensibilidad artística –su hermano menor, Arthur Penn, es el director de clásicos del cine como “Bonnie and Clyde”–. En un inicio Irving quiso ser pintor, pero supo mirar y reconocer que era un pintor mediocre. No se rindió. Siguió buscando un medio de expresión adecuado para él. Y lo encontró en la revista “Vogue”. Allí empezó a afilar su mirada.
En “Vogue” hizo los retratos definitivos de musas como la refinada y angulosa Lisa Fonssagrives –quien fue su esposa por 42 años–, la actriz Isabella Rossellini, o las supermodelos Claudia Schiffer y Cindy Crawford, y aprendió a encontrar vida en objetos inanimados como los productos de belleza.
Penn podía hacer maravillas con un frasco de perfume, la cabeza de un gallo o un primer plano de labios manchados con lipstick. Una abeja, bajo la mirada del fotógrafo, era una reina. La marca de productos para el cuidado de la piel Clinique identificó ese talento especial y lo contrató en 1968 para que fotografiara su primera campaña publicitaria. Penn, una cámara y un frasco; eso fue todo lo que se necesitó para crear imágenes simples y limpias que se quedaban en la memoria. Irving definió la fotografía con estas palabras: “Una buena foto es la que comunica un hecho, toca el corazón y cambia a la persona que la observa. Es, en una palabra, efectiva”.
Maestro del retrato
Irving Penn fue un gran retratista. Fotografió a las modelos y actrices más deseadas de distintas épocas, y también a los artistas cuyo atractivo no estaba en lo físico, sino en su visión del mundo. A Penn le gustaba celebrar el carácter. Creía que el carácter no necesitaba más adornos, por eso lo retrató en blanco y negro. Pasaron por su lente Truman Capote, Pablo Picasso, Simone de Beauvoir, Italo Calvino, Philip Roth, y tantos otros.
El fotógrafo sabía encontrar belleza en aquello que los demás pasaban por alto. Su mirada iba más allá de las tendencias. Por eso no hay título más preciso para su primera gran retrospectiva en veinte años que “Beyond Beauty”.
Irving murió en 2009, pero nos sigue hablando a través de sus fotos. La retrospectiva del Museo Smithsonian incluye obras de todas las etapas de su carrera, desde escenas callejeras en los años treinta, fotografías del sur de Estados Unidos en la década de los cuarenta, imágenes de artistas, modelos y proyectos personales. Son 146 piezas de la colección permanente del prestigioso museo, más otras cien recientemente donadas por la Irving Penn Foundation, muchas de ellas nunca antes expuestas en público. También está una película de 8 mm filmada por Lisa Fonssagrives en Marruecos, en la que se ve a Penn trabajando, un singular documento del proceso creativo de un genio cuyo trabajo borró las fronteras entre la fotografía de moda y el arte. Irving abrió trecho a fotógrafos como Richard Avedon, Annie Leibovitz y Mario Testino.
“Beyond Beauty” permanecerá abierta hasta el 20 de marzo en Washington, y luego viajará a Dallas, Cambridge, Nashville, Pittsburgh y Wichita. Un motivo para redescubrir al buen Irving.
Fotos: Smithsonian Museum