Tomó cinco años concretarla, desde su concepción hasta que pudo habitarse. Compleja estructuralmente y simple en su superficie, esta casa en un bosque de Canadá, obra del estudio peruano Llama Urban Design, ha obtenido el premio a la Mejor Casa de Madera de Ontario y acaba de ser expuesta en la reciente Bienal de Arquitectura Latinoamericana en Pamplona.
Por Rebeca Vaisman / Fotos de Ben Rahn / A-Frame
Un puente, por definición, es una estructura que permite pasar de un punto a otro. Pero una interpretación más libre hace pensar en un puente como la solución a un reto, como la distancia que une la idea con su materialidad. También como una conexión entre dos espacios, dos momentos, dos vidas. Por eso, un proyecto como la Casa Puente no solo significó la solución literal de un armazón que se levantó sobre una quebrada, uniendo un terreno dividido, y permitiendo un sinfín de nuevos recorridos: también ha llevado a sus autores de un punto a otro de su práctica arquitectónica.La casa se inserta en un paisaje privilegiado: el bosque de Great Lakes Saint Lawrence, en Ontario, es el segundo más grande de Canadá. Está en una región de mucha diversidad, donde la vegetación de grandes hojas empieza a volverse más arbórea, y donde abundan los lagos. La casa funciona como un observatorio de la naturaleza. Emplazada sobre un terreno dividido por una quebrada, a veinte metros del lago, “es una casa longitudinal muy sencilla en su planteamiento, que atraviesa simétricamente la quebrada que está por debajo”, explica Mariana Leguía, arquitecta peruana responsable del proyecto, junto con el urbanista canadiense Angus Laurie, ambos directores del estudio Llama Urban Design asentado en Lima. Sobre el terreno existía una casa que estaba a un lado de la quebrada, y el otro lado del terreno no se utilizaba. Para bajar se utilizaba una escalera muy accidentada, pero a los arquitectos les pareció que la manera natural de descender hacia el lago debía ser la propia depresión del paisaje.
Construcción y consistencia
Los muros y puertas se diseñaron de tal manera que todo resulta una sola superficie de madera, “para abstraer un poco la idea de casa, y pensar en un volumen que atraviesa el paisaje”, precisa Leguía. Es simple en su distribución: con una unidad familiar en cada extremo (cada una con dos dormitorios, un baño y un pequeño ambiente de recepción), y un gran espacio central, a manera de punto de encuentro, donde están la sala, el comedor, la cocina y el balcón techado. Esa sencillez es sostenida por una estructura que ha sido “modulada casi obsesivamente”. “Todo encaja como un rompecabezas: la modulación de las vigas señala las paredes, y determina el mobiliario empotrado en los paneles”, explica la arquitecta. La estructura principal está hecha de glulam, madera estructurada y pegada que se fabrica a la medida en formato de láminas, y que consigue un perfil más esbelto y durable. El resto de especies de madera que se usaron crece en la zona, y eso era algo que los arquitectos buscaban. Las paredes son de maple y el suelo es de abedul, un material estable que permite soportar los cambios de humedad del entorno. Las delgadas vigas de seis metros de largo y tres pulgadas debían cargar un peso considerable, por eso se optó por una especie de pino que no se tuerce. Finalmente, la fachada y los dormitorios son de cedro sin pintar, con su resina natural. Esta madera olorosa quiere remitir al corazón del bosque; incluso, cuando se está dentro de la habitación. En los últimos Wood Design Awards (premio organizado por El Consejo de la Madera Canadiense y el Ministerio Forestal), la Casa Puente ganó como Mejor Casa de Ontario. El reconocimiento es notable no solo porque es la provincia más poblada del país, sino porque en segundo puesto quedó la casa de Ian MacDonald, un proyecto ganador de la Bienal de Arquitectura de Canadá.
Cinco años tomó concretar el proyecto, desde que se empezó a diseñar hasta que se terminó su interiorismo. Fueron años de idas y venidas entre el Perú y Canadá, y también de recorridos mentales. Su desarrollo fue determinándose por sus soluciones estructurales y técnicas. Aún no ha quedado plenamente definido si el edificio funciona como un balcón hacia el lago o como un refugio entre los árboles. Eso les toca a sus habitantes. El estudio se queda con una investigación que está en el centro de sus intereses: la horizontalidad, la importancia de los materiales locales y la necesidad de interrumpir lo menos posible la experiencia del paisaje, rescatando su belleza natural y trazando nuevos vínculos entre arquitectura y entorno. Nuevos puentes.
Artículo publicado en la revista CASAS #247