En junio se presentó el último tomo de la serie de libros dedicada a la vida y obra de Reynaldo Luza. Llevando por título “Reynaldo Luza. Pintura y diseño”, la publicación cierra el círculo iniciado en 2015 con la aparición de las memorias del artista, a lo que siguió en 2016 el libro dedicado a su trabajo fotográfico. Pero si algo demuestra este esfuerzo del Grupo Editorial COSAS, que ha sido posible gracias al patrocinio de BCP Banca Privada y BCP Enalta, es que la obra de este notable peruano merece una investigación más profunda, que continúe poniendo en evidencia su alcance en el arte y la moda. Esta colección de libros queda como una reflexión, como una forma de acercarse al hombre y al creador. El encuentro con Luza debe prolongarse.
Sus memorias
“Una y otra vez debo decir que estas no son ‘memorias’ de mi persona: son
la sencilla relación de algunas significativas remembranzas de nombres célebres y de hechos relevantes que realmente han sucedido y que no quiero que se olviden en la vida tumultuosa de hoy, llena de placeres pero también de problemas y de angustias. ¿Quién no ha querido dejar una huella?”.
Eso escribió Reynaldo Luza en los textos que construía bajo la supervisión de su viejo amigo Luis Alberto Sánchez. Aquellos que fueron archivados a su muerte, y que cuarenta años después fueron recuperados por su querido sobrino y heredero de su acervo, Carlos García Montero.
“Sin duda, Reynaldo Luza fue un pionero que supo asimilar lo mejor de las vanguardias y configurar una estética propia y original. Lo curioso de sus memorias es que habla muy poco acerca de él, como si temiera caer en la inmodestia”, opinó el escritor Guillermo Niño de Guzmán en una columna, con motivo de la publicación de las memorias en 2015. Pero Luza asegura que pensaba en los personajes que poblaron el mundo de la costura y el arte durante los años veinte y treinta parisinos, cuando se sentó a escribir. Es en memoria de ese “movimiento continuo de inspiración y belleza íntimamente ligado con personajes famosos que brillaron por su exquisito gusto y talento”, de aquellos compañeros, amigos y conocidos, es que decide escribir sobre lo que vio y experimentó.
Sus ciudades
Los recuerdos de su viaje por tren a Panamá, cuando aún no se había inaugurado el canal. El entusiasmo al abordar el barco francés en la ciudad de Colón, y el arribo al puerto de Saint-Nazaire en Francia. Sus tres años estudiando arquitectura en Lovaina y el regreso a Lima tras el estallido de la Primera Guerra Mundial. Nueva York, por supuesto, que significó su ingreso a “Vogue” y a “Harper’s Baazar”. Los paisajes de las islas Baleares. Y la vuelta a Perú, donde permaneció los últimos veintiocho años de su vida, dedicado al retrato, la pintura y el diseño.
Sobre Nueva York, Luza confesó que era “una tentación irresistible”. La vida en París de los años veinte y treinta, durante la llamada Folle Époque, fue para Luza “una etapa feliz comparada en cierto modo con la anterior de la Belle Époque, porque transcurrieron sin los problemas que ya habían comenzado antes de la Primera Guerra Mundial, y que se acrecentaron después de esta”. Fue el auge de la moda; la ciudad del refinamiento, del arte y los eventos sociales, donde Luza asistía a “las colecciones de moda, primero de día y más tarde, cuando comenzaron las presentaciones de noche, en ubicaciones preferenciales”. La ciudad donde pudo visitar “los magníficos y grandes locales de la alta costura donde aún se sentía el perfume de los tiempos de la Belle Époque”.
En sus memorias, Luza recuerda su regreso de París, Londres y Nueva York después de veinticinco años, cuando ya había regresado a vivir a Lima. “Toda esa época que recordaba con tanto amor, prácticamente se había ido para siempre y muchos de los famosos amos de la costura se movían como sombras en el olvido”, se lamentó.
Por Rebeca Vaisman
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