Un departamento de grandes dimensiones fue intervenido por la interiorista Jessie D’Angelo desde los planos. Su idea era reorganizar la distribución, sacar partido de los notables espacios, y lograr una decoración que abrace y acoja a la familia que la habita.
Por Rebeca Vaisman / Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart
Uno de los retos más grandes para Jessie D’Angelo en este proyecto fue la dimensión del dúplex: solo el nivel inferior tiene 450 metros cuadrados. Arriba, se suman el dormitorio principal, una amplia sala de estar y la gran terraza. Esto significaba mucho planeamiento, mucho mobiliario, y todo debía irradiar la misma calidez. La interiorista intervino desde los planos, recomendando hacer ciertos cambios arquitectónicos. La escalera principal, que era más clásica, curva, de madera, se reemplazó por una escalera de mármol con una baranda de cristal, transparente, leve y sin filos: la base de la escalera se planeó como un bloque de piedra que haga las veces de repisa en el ingreso, una superficie donde D’Angelo colocó unas antigüedades de madera y plantas de hojas grandes.
El pasillo del área social era muy ancho, y la interiorista lo aprovechó para diseñar un mueble de bar: esto angostó el paso, enmarcando más el camino hacia el comedor, y ganó un mueble de mucha utilidad. Diseñado por ella misma, la idea es que se vea siempre lleno de botellas: por eso, los tiradores son picos y potos de botellas, y adentro, en los cajones, se guardan todos los implementos y las botellas del bar. “A los propietarios les gusta mucho recibir gente en su casa y que sus invitados la pasen bien; necesitaban tener distintas áreas donde puedan compartir con amigos”, explica la decoradora. El departamento tiene un ingreso directo al segundo piso, ya que la terraza suele ser el lugar predilecto para las reuniones sociales.
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Esta fue completamente remodelada por D’Angelo para cambiar la distribución y facilitar su uso. Se incluyeron maceteros de granilla, y ese mismo material continúa por todas las superficies, como los de la piscina elevada.
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Tiene un comedor con dos mesas (para reuniones grandes), una parrilla y un bar, además de una salita para disfrutar bajo el techo que D’Angelo hizo poner. El primer piso, en cambio, es el corazón de la casa en el sentido de que es más íntimo: el comedor, la sala principal, una terraza pequeña para disfrutar de a cuatro.
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Matices cromáticos
Los propietarios le pidieron gris y D’Angelo incorporó ese pedido, pero matizándolo con beige, marrones y con azules que lo elevaran. “Antes de llegar a este departamento, la familia se había mudado varias veces”, cuenta la interiorista. “Con las mudanzas, en el camino se van quedando cosas. Entonces, aquí casi todo el mobiliario es nuevo, excepto por algunas piezas antiguas, heredadas o traídas de algún viaje”. Están piezas como el elefante de madera que los propietarios trajeron de uno de sus viajes a la India, o los varayocs y toros de Pucará peruanos que decoran las mesas de la sala principal. La base de la mesa del comedor ya la tenían, y D’Angelo combinó la madera oscura con sillas de tela azul, un color que generalmente no usa para comedores, pero que aquí le dio fuerza al espacio.
En la sala de estar de la segunda planta, se reutilizaron los sofás de cuero blanco, tiñendo el material para lograr caramelos, topos y marrones. D’Angelo fue más allá, y quiso formar un mueble en ele usando ambos sofás: les quitó un brazo a cada uno y como intersección puso una banca cuadrada en piel, que puede servir de asiento o de mesa. “Reutilizar lo existente siempre es retador, porque lo que se tiene no necesariamente sigue una misma línea”, finaliza D’Angelo. “Pero hay una lógica en toda casa que tiene que ver con afectos, con piezas que son importantes, y siempre hay maneras de incorporarlas”. Y de asegurar que, sin importar las dimensiones del espacio, cada ambiente esté lleno de calidez.
Artículo publicado en la revista CASAS #248