La arquitecta Beata Woznica replantea los espacios y diseña el interiorismo de un departamento pensando en los gustos específicos de su propietaria, consiguiendo un hogar que responde a la historia, las necesidades y los recuerdos de quien lo habita.
Por Rebeca Vaisman / Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart
Después de casi una década viviendo en el Perú, esta es la primera vez que Beata Woznica tiene la oportunidad de trabajar un proyecto para una clienta que, como ella, es polaca. ¿Cómo no emocionarse por las imágenes en común, por los puntos de encuentro? La innegable nostalgia por la tierra natal cuando se está lejos y la necesidad de evocar recuerdos cálidos –incluso, para el más cosmopolita– dieron pie a este departamento en Miraflores que Woznica ha llamado Proyecto Blue: su trabajo parte de la imagen de un traje tradicional polaco de la región de Beskid Żywiecki. “El proyecto alude a la tradición y las raíces”, explica la arquitecta. “Uno es andariego, lleva un equipaje lleno de experiencias. En la vida muchas cosas cambian, pero nuestra verdadera esencia queda intacta”.
El primer paso fue intervenir la arquitectura para aprovechar mejor los espacios. El recibo tenía una pared de 1,85 metros y un clóset que podía resultar funcional, pero que interceptaba la luz que entraba por la mampara de la sala en el recibo. “Ese muro oscurecía todo, y con el clóset te sentías encerrado”, describe Woznica. El replanteamiento arquitectónico no solo quiso aprovechar la luz natural en ese espacio: en general, la propietaria quería más amplitud. Si bien el departamento no es notablemente grande, tenía paredes que lo achicaban más. Las puertas de los baños también interrumpían, por lo que se decidió reemplazarlas por puertas corredizas, con un elemento en metal que se tomó de la fachada del edificio, y que le quiere dar al interior un toque industrial. Luego de librarse de esos elementos que sobraban, Woznica recomendó pintar todo de blanco, de paredes a techo, para incrementar la ilusión de amplitud. Por otro lado, se colocó un mismo piso para todos los ambientes, desde el balcón hasta la zona de servicio: un laminado a manera de listones de madera muy clara. El diseño apeló a un truco visual: se implementaron varios elementos negros en todo el departamento, que generan líneas y corredores.
La cocina era un ambiente muy importante para la propietaria, pues cocinar es una de sus principales actividades. Primero, se achicó la lavandería para ganar espacio para la cocina al punto que, incluso, se colocó una pequeña barra con dos bancas. Luego, se cambió el sistema de iluminación para instalar luces cenitales, y se cubrió con drywall una viga que atravesaba el espacio. Las paredes se aprovecharon con armarios invisibles que esconden utensilios e insumos, y que tienen rejillas de ventilación para que todos los alimentos estén protegidos.
Encuentro cultural
La sala está coronada por un cuadro que Woznica mandó a hacer, que se basa en una madona polaca que lleva un traje típico, cuyo diseño se ha trabajado en pan de plata para hacer referencia a la tradición cusqueña. La pieza celebra los encuentros culturales y humanos que se van recogiendo en el camino. Por eso, en el dormitorio principal y en el dormitorio secundario, la decoración se basa en cuadros, piezas de artesanía y adornos peruanos y de otros países donde la propietaria ha vivido, como Guatemala, Nicaragua y Cuba. De hecho, la experiencia de lograr un espacio que responda de manera tan específica a las necesidades y la vida de quien lo va a habitar unió a Beata Woznica y a su clienta, quienes han creado una empresa dedicada a realizar proyectos especializados, trabajando con artistas y artesanos peruanos y polacos. Todo lo que se recoge en el camino hace que el espacio propio sea único.
Artículo publicado en la revista CASAS #248