La polémica en torno al contenido de la muestra “Resistencia Visual 1992”, inaugurada en el Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social (LUM), revela una vez más los desencuentros frente a la historia nacional reciente y la necesidad de reflexionar sobre el proceso posterior al periodo de violencia interna. El debate coincide con el 14 aniversario de la entrega del informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación.
Por Rebeca Vaisman Fotos de Diego Valdivia
Susana Torres camina una vez más por el Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social, un espacio que conoce bien. La artista plástica no solo participa con una obra en la muestra “Resistencia Visual 1992”; también colaboró ad honórem, junto a un grupo de profesionales de distintos rubros, cuando se creaban los primeros guiones museográficos para un LUM todavía en construcción. “Hagamos memoria”, dice la artista. “En estos días se ha estrenado en el LUM una obra que hace dos años incomodó a mucha gente: ‘La cautiva’, de Luis Alberto León. Es una pieza teatral que en su momento, incluso, fue investigada por la Dirección contra el Terrorismo por su supuesto sesgo político. Fue el Ministerio de Cultura el que defendió la obra de teatro a partir de su carácter cultural, apelando a la libertad creativa. Hoy sucede lo contrario con esta muestra, acusada por el mismo ministerio por ‘su sesgo’ político”, apunta Torres. La historia, dicen, tiende a repetirse, aunque los personajes de uno y otro lado cambien de lugar.
LA POLÉMICA
Días después de inaugurada la muestra temporal, el congresista de Fuerza Popular Francesco Petrozzi se quejó por parte de su contenido, que tiene que ver con la participación de Alberto Fujimori en sucesos como el autogolpe del 5 de abril y la matanza de Barrios Altos. El ministro de Cultura, Salvador del Solar, respondió a esa queja reuniéndose con el director del LUM, el sociólogo Guillermo Nugent (quien tenía menos de un año en el puesto), y finalmente se decidió no intervenir la muestra pero sí pedir la renuncia de Nugent. La respuesta del ministerio ha suscitado un debate en el que se acusa de censura y negacionismo, por un lado; y de activismo, sesgo político e, incluso, intolerancia y rencor, por el otro.
La polémica no solo coincide con el catorce aniversario de la entrega del informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, ocurrida el 28 de agosto de 2003, sino también con la muerte de Angélica Mendoza de Ascarza, conocida como ‘Mamá Angélica’, fundadora de la Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecido del Perú (Anfasep), madre de Arquímides Ascarza Mendoza –desaparecido en 1983–, y símbolo de la búsqueda de justicia. “Vivimos como si nada hubiese pasado en el país”, se escucha decir en quechua a ‘Mamá Angélica’ en un video realizado por el mismo LUM. Queda claro que existe una profunda escisión nacional frente a la historia reciente, y que la gran necesidad de espacios para la memoria se encuentra con lo difícil que este ejercicio resulta para el pueblo peruano.
ARTE Y DISCURSO
La posibilidad de una censura que finalmente concluyó en la destitución del director del LUM ha motivado una serie de opiniones en la escena artística y cultural peruana. “¿Cómo puedes hacer una muestra de arte político sobre el año 1992 sin mencionar el autogolpe del 5 de abril, la desaparición de los estudiantes de la Universidad Cantuta o la captura de Abimael Guzmán?”, se pregunta Susana Torres. “También, por cierto, las obras hablan de los crímenes de Sendero Luminoso, como el atentado en la calle Tarata y el asesinato de María Elena Moyano”, agrega. Para la artista plástica –comprometida con acciones como el recordado “lavado de la bandera”–, “es lógico que en un museo de la memoria se exhiban muestras de arte con posiciones políticas que inquietan nuestras conciencias. Pensar en el LUM y en el arte como espacios o lineamientos que no ofendan a nadie es tan absurdo como ingenuo”.
El artista plástico Fernando Bryce, cuyo trabajo es reconocido por su representación gráfica de la memoria histórica, considera que no hay contradicción fundamental entre una exposición de arte activista y un espacio memorial siempre que se contextualice, “lo que implica tematizar las relaciones entre memoria, representación histórica y artística, y activismo político”, precisa. El artista visual José Carlos Martinat, por su lado, piensa que “el manejo de un museo como este se debe mantener al margen de los intereses y preocupaciones del Ministerio de Cultura, gobierno de turno, partidos políticos e instituciones; cualquier inferencia de ellos debería ser tomada como una vulneración a la libertad de expresión”. Y agrega: “A un museo como este, el arte le sirve como herramienta para tender puentes entre el presente y el pasado, es un instrumento perfecto para enfrentar, depurar y conciliar los traumas de nuestra memoria colectiva”.
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