Britt Moran y Emiliano Salci son la pareja de moda en el mundo del diseño. Con el sello de Dimore Studio, han concebido espacios que provocan encuentros inesperados entre colores, textiles y épocas. Un fenómeno que se repite en el departamento parisino intervenido por ellos que presentamos a continuación.
Por Laura Alzubide / Retrato de Adam Wiseman / Fotos de Mai Linh
En los últimos años, se han convertido en los protagonistas de la Semana del Diseño de Milán gracias a sus instalaciones. Sin embargo, lo suyo no es un fenómeno reciente. Britt Moran y Emiliano Salci llevan mucho tiempo moldeando espacios que tienen una personalidad única. Nadie maneja como ellos la paleta de colores, variada y cambiante. Ni mezcla con tanto atrevimiento épocas y estilos. Cuando hablan de lo que los define, ambos repiten la misma palabra: pasión. Aunque no son pareja –suelen comparar su relación con la que Yves Saint Laurent mantenía con Pierre Bergé–, viven juntos y trabajan las veinticuatro horas del día. Incluso, mientras cocinan o ven una película. Todo les inspira. No es de extrañar. Su trabajo atraviesa todas las manifestaciones de la creatividad: diseño, arte, arquitectura, moda.
Britt Moran, oriundo de North Carolina, llegó a Italia siendo un estudiante y decidió quedarse a vivir allí para dar clases de inglés. Se dedicaba al diseño gráfico cuando conoció a Emiliano Salci, quien era director de arte de Cappellini, durante la gestación de un proyecto de un hotel en Shanghái que nunca vio la luz. Ambos pertenecían a familias que tenían pequeños negocios de mobiliario. También compartían afinidades en términos de estilo y música. Dos años después, en 2003, abrieron su propia oficina en un palazzo del siglo XVIII, en Via Solferino. Lo llamaron Dimore Studio, un nombre que significa hogar y que, según Solci, evoca la visión “de una villa patricia, de aquellas viejas grandes casas que conservan esa sensación de abandono”.
Al principio, mantuvieron un perfil bajo. Sus primeras comisiones fueron trabajos de interiorismo residenciales para personas que no querían publicar sus casas. En 2006, lanzaron su propia colección de mobiliario, con piezas fabricadas a mano en Italia. Luego, vinieron una serie de proyectos comerciales: showrooms de firmas de moda, restaurantes como Ceresio 7 en Milán y Caffè Burlot en París. Y, finalmente, intervenciones de mayor envergadura, como el Grand Hotel et de Milán, que comenzó en 2008 y se prolongó durante varios años. En el año 2014, abrieron Dimore Gallery junto a su estudio, en el departamento donde antes vivían: una suerte de laboratorio para armar espacios que reflejan sus búsquedas.
El diseño como revelación
En el contexto de una industria que apuesta por la austeridad, Dimore Studio es un soplo de aire fresco. Una apuesta necesaria. Los espacios se articulan a través de elementos que parecen opuestos: madera con metales, seda con fibra de vidrio, piezas industriales con frescos centenarios, paletas pasteles con chiaroscuros. Pero encierran una poderosa lógica narrativa. “Un viaje visual y emocional atemporal”, como se afirma en la página web del estudio. La exploración, enfocada en los detalles, hace cada creación tan sencilla como sofisticada. El lenguaje está inspirado en un conjunto de alquimias emocionales. “Hay una elegancia italiana en su trabajo, particularmente en el uso de los colores desvanecidos”, ha dicho de ellos Thierry Costes. “Creo que es lo que está en el aire ahora mismo: la gente quiere algo más decorativo, menos minimalista”, ha afirmado Moran en “W Magazine”.
Este departamento parisino no es una excepción. Se encuentra en el distrito de Saint-Germain, en el último piso de un edificio de los años cuarenta. Los propietarios eran coleccionistas de arte, y buscaban a alguien que reparara las molduras de yeso y escogiera los tapices. Un amigo en común les contactó y, enseguida, fueron capaces de dibujar cada detalle del departamento, incluidas la escalera que vincula los dos niveles y algunas piezas de mobiliario.
El resultado refleja la sensibilidad ecléctica del dúo. En la entrada, una consola de Gio Ponti conversa con las luminarias de Michael Anastassiades y Barovier & Toso. En la sala principal, los muros azules contrastan con la textura del terciopelo rojo de un sofá de Jean Royère y el amarillo que reviste la silla de Martino Gamper. En el dormitorio, un tapiz con motivos geométricos se enfrenta, sorprendentemente, a unas cortinas de Hermès con figuras de animales selváticos. Para Britt Moran y Emiliano Salci, cualquier cosa podría suceder a la hora de enfrentarse a un proyecto. Para nosotros, recorrer sus ambientes también es un acto de revelación.
Fotos: cortesía de Dimore Studio
Artículo publicado en la revista CASAS #250