PERFILES. Rituales cotidianos. Mason Currey.

Si piensa que la vida se le va en un empleo que le sirve para pagar las cuentas pero que no le deja tiempo libre para ese “algo” que podría colmar su existencia… ¡Este libro es para usted! Por sus páginas desfilan más de 160 personajes, entre artistas, científicos e inventores, retratados a partir de los rituales que definían sus rutinas y de la intensa lucha diaria para hallar el precario equilibrio entre la demandante vocación y el arduo trabajo para llevar un pan a sus mesas. Desde Franz Kafka hasta Carson McCullers, pasando por Louis Armstrong y Le Corbusier, ninguno la tuvo fácil. Una lectura inspiradora. Editorial Turner, 264 páginas. Disponible en librerías.

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BEST SELLER. El libro negro del emprendedor. Fernando Trías de Bes.

Todo emprendimiento nace de un sueño y se parapeta tras una muralla de optimismo que a menudo no le permite ver al emprendedor, hasta que ya es muy tarde, los múltiples problemas que plantea la realidad. “No digas que nunca te lo advirtieron”, reza el subtítulo de este pequeño pero aleccionador volumen en el que el economista catalán Fernando Trías de Bes dirige sus luces al lado oscuro del mundo empresarial, no para matarle el entusiasmo al lector, sino, por el contrario, para que este se lance al ruedo debidamente informado sobre los muchos problemas económicos, legales, administrativos y, sobre todo, humanos que deberá superar antes de soñar siquiera con ver a su “gran idea” cotizando en la bolsa. Ediciones Urano, 90 páginas. Disponible en librerías.

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ENSAYOS. Al correr de los años. Arthur Miller.

Un viaje al interior de la portentosa mente de uno los mayores dramaturgos estadounidenses del siglo XX. El autor de obras imperecederas, como “Muerte de un viajante” o “Las brujas de Salem”, fue al mismo tiempo un intelectual comprometido y un hombre secreto e incomprensible… ¿Para qué hablar de sus muchas contradicciones? Mejor hurgar en este volumen de ensayos diversos. Tanto si escribe sobre episodios de política internacional o si aborda las peculiaridades de ese mundo de emociones que llamamos teatro, Miller siempre tiene algo agudo e inteligente que decir. Tusquets, 387 páginas. Disponible en librerías.

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MAESTRA VIDA

“De un hombre obligado a levantarse con el pie derecho y otras crónicas”, de Alberto Salcedo Ramos

Al concluir la lectura de un libro del colombiano Alberto Salcedo Ramos (Barranquilla, 1963), no solo nos queda la impresión de haber leído a un brillante cronista de nuestro tiempo, que desde luego lo es, surge también una certeza adicional: este hombre no podría dedicarse a otra cosa en la vida.

Un vínculo tan íntimo como indescifrable se establece entre Salcedo Ramos y la historia que se propone contarnos. Cuando el relato de lo visto y vivido llega a nosotros convertido en crónica podemos percibir el largo y extenuante asedio que hubo detrás. “La realidad es una dama esquiva que se resiste en los primeros encuentros. Por eso suele esconderse de los impacientes”, afirma el cronista en el prólogo del libro “De un hombre obligado a levantarse con el pie derecho y otras crónicas”, publicado originalmente en 1999 y reeditado ahora por Aguilar.

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“De un hombre obligado a levantarse con el pie derecho y otras crónicas”, Alberto Salcedo Ramos, Aguilar para el Grupo Editorial Penguin Random House, 310 páginas. Disponible en librerías.

La mayoría de los protagonistas de estas historias tienen mucha calle, y a veces poco o nada más que eso: una mujer que se salva de morir en un pueblo arrasado por un volcán rememora su historia años después, un hombre mutilado enfrenta a su manera el infortunio cotidiano, un humilde político pueblerino es recibido como huésped de honor por JFK en la Casa Blanca, un retirado boxeador mediocre encarna al mismo tiempo la derrota y el coraje. Grandes sobrevivientes que encontraron en Salcedo Ramos a la persona que, de alguna manera, los “justifica” a través de la palabra escrita.

Hay algo más en este libro que emociona y mucho: descubrir que este cronista nato, al que no imaginamos dedicado a otros asuntos, tuvo que aprender diligentemente los recursos de su oficio. “Releo las crónicas y noto que entonces era más torpe en la escritura. Eso sí: me defendía con el trabajo de campo acucioso. Observaba mucho, intentaba que los personajes se fueran revelando más allá de mis preguntas”, admite Sánchez Salcedo con una honestidad que se agradece. Y que motiva.