“Si el enigmático origen del blues estaría en un cruce de caminos en Misisipi donde Robert Johnson vendió su alma al diablo, el del reguetón está en un productor que secuenció tonos caribeños y algún cantante sin muchas habilidades líricas o musicales, pero claramente excitado”.

Por Diego Molina Rey de Castro

Latinoamérica ha producido magníficos géneros musicales que no han logrado ser un fenómeno mundial como el reguetón. “Despacito” del 2017 cambiaría la música para siempre. La letra es pegajosa pero floja en sus rimas (tú eres el imán y yo soy el metal/me voy acercando y voy armando el plan). El secreto estaría en el ritmo.

Pero ¿de dónde proviene? Según Wikipedia, es un producto complejísimo, un milagro latino. Según Rolling Stone, proviene de la África occidental. Dándole enigma al misterio que no hay, como ya veremos. Porque en tiempos de corrección cultural, el reguetón es la cultura latina y se debe elevar al nivel de la lucha de minorías, al menos en Estados Unidos. En ese caso, Héctor Lavoe sería un mejor representante.

¿Y quién es el culpable, el pionero? Algunos artículos apuntan a casetes que grabó Daddy Yankee en 1994.
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Como no tengo casetera ni los originales, no puedo garantizar esa opinión. Pero su canción “The Prophecy” (1998), es una caricatura del
hip hop frente a Run DMC, Cypress Hill o The Bestie Boys. 10 años antes, Vico C publicó “De la calle” que introduce el rap castellano a beats agresivos de hip hop. “Me acuerdo”, del mismo año, es un poema de John Donne frente al reguetón que vendría años después. 

El General, con un reggae reducido a secuencias de ritmo (influencia del techno de moda) y el rap explícitamente sexual, herencia del dancehall, lo hacen un verdadero precursor en 1990. Pero él era un personaje disfrazado de dictador bananero, que no se tomaba en serio como los regatonearos de ahora. Hoy es un cristiano renacido que ha renunciado a sus canciones sensuales. Tego Calderón, que es posterior, impondría una voz deficiente en comparación. En el 2002 publicaría “Cosa buena” que tiene todos los componentes del reguetón: el ritmo tribal que ya conocemos, cero armonías, y una letra, disque sexy, que más parece un pegote de palabras que calcen con el ritmo. Ejemplo de su creatividad: “Alegría pa tu cuerpo sin macarena/ la cosa se tranca/ ya no hay candanza” (sic).

Daddy Yankee, el autoproclamado padre del reguetón, sería el masificador en el 2004 con “Gasolina” y “Lo que pasó, pasó”. Un año después, Calle 13 llevaría el reguetón a otro nivel con “Atrévete-te-te”. Letras más sofisticadas e inclusión de bongós y timbales. No sorprende, sabiendo que René Pérez estudió en el Savannah College of Art and Design, primera en varios rankings, cosa que él nunca menciona.
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Debe ser por su onda anticapitalista.

En el 2020, Bad Bunny sacó al mercado YHLQMDLG (en cristiano “yo hago lo que me da la gana”), un disco elogiado por la crítica y muy exitoso. Rolling Stone le dio su portada, cosa que a AC/DC le tomó 22 años. Signo de lo poco exigentes que ahora somos. En un acto de masoquismo, escuché todo el disco. Más allá de una buena producción, el personaje no sabe cantar (tienen que ajustarle todas las notas con Auto-Tune), sus letras son machistas, obsesionadas con el sexo y elementales glorificaciones del pendejo del barrio (“ya son 15 años rompiendo culitos” dice en un momento estelar). Es decir, clásico reguetón. La crítica está sorprendidísima que tenga canciones de desamor, algo extraño cuando es un tema omnipresente en el pop, desde Sinatra hasta Tylor Swift. Sorprende lo que ahora se considera notable. Debe ser porque su nombre se traduce a “conejo malo”.

Este es el veredicto: el padre del reguetón es El General. Tego Calderón le sumaría la falta de virtud para cantar y escribir (hay sumas que restan, como diría Alejandro Toledo). Daddy Yankee lo hizo transfronterizo sumándole el hip hop. Calle 13 lo haría consumible por gentes que leen y van al cine y Bad Bunny le dio el sello de la crítica.
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Pero, al final, el éxito del reguetón se debe a 2 temas básicos: ese ritmo que, hay que reconocerlo, jala algún instinto primitivo y una letra sexual como para excitar a un adolescente, que calza perfecta con una generación milenial hedonista, aburrida del romanticismo de la música en castellano.   

Si el enigmático origen del blues estaría en un cruce de caminos en Misisipi donde Robert Johnson vendió su alma al diablo, el del reguetón está en un productor que secuenció tonos caribeños y algún cantante sin muchas habilidades líricas o musicales, pero claramente excitado. Eso es lo que mueve al mundo hoy en día.

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