“Las designaciones vergonzosas en la Cancillería deberían servir para que el Congreso interpele al ministro Óscar Maúrtua de Romaña, así como también el reconocimiento de Perú a la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela”.

Por: Andrés Romaña

La Cancillería del Perú, a lo largo de su historia, ha logrado ser sumamente respetada por la comunidad internacional gracias a la seriedad y el profesionalismo que mantuvo hasta el 28 de julio pasado. Sin embargo, aquella institución que se encarga de ejecutar la política exterior del gobierno ha sido gravemente desprestigiada por la designación de personajes cuyas presencias deshonran a la institución y a los diplomáticos de carrera que son dejados de lado para nombrar a personajes sin ningún otro mérito que ser cercanos al presidente Pedro Castillo o al sentenciado Vladimir Cerrón.

En la última semana, Richard Rojas, quien no cuenta con estudios superiores concluidos, se encuentra investigado por la Fiscalía por lavado de activos y es operador del sentenciado Vladimir Cerrón, fue designado como embajador del Perú en Panamá. Aquello, además de ser una falta de respeto para con los diplomáticos de carrera que cuentan con los estudios y experiencia para ejercer dicho cargo, es una ofensa gravísima para el país centroamericano. Es por ello que Panamá, en un acto muy poco común, decidió no aceptar a Rojas como embajador de Perú en su territorio. Sin embargo, ante la negativa del Estado panameño, Rojas fue designado como embajador del Perú ante la República Bolivariana de Venezuela, inaugurando su cargo afirmando que Venezuela es una democracia.

Asimismo, al igual que Panamá, Estados Unidos y Suecia no han respondido a las designaciones de Castillo como representantes peruanos ante aquellos países, y, como aseguró el profesor de Derecho Internacional para el diario El Comercio, Gattás Abugattás, que un Estado no acepte a un embajador propuesto es una práctica “poco común”. Entonces, se evidencia que el gobierno de Perú Libre se encuentra destrozando una de las pocas instituciones públicas respetables que tiene el país, con tal de copar cargos públicos con fines clientelistas y autoritarios.

Las designaciones vergonzosas en la Cancillería deberían servir para que el Congreso interpele al ministro Óscar Maúrtua de Romaña, así como también el reconocimiento de Perú a la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela, que fue llamada “democracia” por el flamante embajador peruano, debido a que el actual gobierno convierte sus berrinches ideológicos en políticas de Estado, arruinando la reputación de la Cancillería y el nombre del Perú en el exterior y ofendiendo a países con los que Perú mantiene buenas relaciones.

El ministro Maúrtua, quien sí es diplomático de carrera, no debió prestarse a que Pedro Castillo y Vladimir Cerrón utilicen el Ministerio de Relaciones Exteriores como agencia de empleos, relegando a profesionales colegas suyos que hubiesen desempeñado un buen trabajo representando al Perú en el exterior. Por ello, el canciller Maúrtua tiene que dar explicaciones ante el Congreso de la República y la ciudadanía, debido a que el desprestigio generado a la cancillería es imperdonable.