Funcionarias pulposas, rozamientos extralaborales y ministros con calentura. Y no es por COVID-19, sino por otra pandemia que ataca a este gobierno: el presunto tráfico de influencias.

Por Isabel Miró Quesada

A pesar de su calentura, el Ministro de Salud no ha estado guardando la distancia social apropiada. No es COV ID-19 lo que tiene, sino otra pandemia que ataca a este gobierno desde la cabeza hasta los pies: el presunto tráfico de influencias.

El pasado lunes 6 de diciembre, el programa “Beto a Saber” difundió unos chats muy gráficos, más propios de OnlyFans. En ellos, la exfuncionaria despedida del Ministerio de Transportes y Comunicaciones, Lisbeth Huamán, enviaba frases calentonas a más de un ministro, pero sobre todo al ministro Hernando Cevallos, a cambio de pedirle trabajo para una amiga en el sector salud.

En la conversación se da a entender que ya hubo un encuentro previo, aunque no queda claro si esa mañana Lisbeth también se bañó, como sugiere en uno de los chats. Este fraseo abonaría la teoría del tráfico de influencias, hipótesis atendible para la futura investigación de la Fiscalía, que no dudamos empezará muy pronto.

El currículum de Huamán, exdirectora de la oficina de monitoreo, evaluación e impacto, se asemeja al de otras funcionarias que, aunque no parecen cumplir con los requisitos que el cargo laboral exige, sí coinciden con los TDR (Términos de Referencia) que los jefes ansían. ¿Y qué es lo que los head hunters y altos funcionarios del gobierno del sombrero demandan? A juzgar por los perfiles de Malva Romero y Milca Cruz –dos cercanas colaboradoras del siempre animoso presidente de Essalud, Mario Carhuapoma– a los de Perú Libre les gusta la pulposidad. Quizá para sacarle punta al lápiz.

Similares características tiene también la ya célebre Karelim López, exitosa visitadora de la casa de Breña donde despacha el presidente Castillo. También la recordada Karem Roca, quien conoció bastante bien a Karelim. Karem y Karelim. Dos mujeres unidas por el poder presidencial, las grabaciones subrepticias y una coqueta M en sus nombres, acaso para que se les llame al despacho ministerial con una sensual mordida final de labios. Karem. Karelim. Mmmm.

Cevallos ha negado que el tráfico se haya consumado, pero no ha desmentido la veracidad de los chats. Eso sí: alega que fueron sacados de contexto. Sin embargo, basta leer el intercambio de corrido para adivinar que el contexto de esta conversación bien podría encajar en la sala de masajes de un sauna con final feliz.

Finalmente, queda claro que el chat nos deja algunas certezas. Primero: que el botón de tulipán es el emoticón complementario a la berenjena en el lenguaje del WhatsApp. Segundo: que los camaradas también acarician, lo que le añade romanticismo a la gesta revolucionaria del Gobierno. Tercero: que al ministro le gusta que le caminen despacio por la espalda, acaso emulando el masaje tailandés. Cuarto: que Cevallos no respeta los rangos de edades en cuanto a los ritmos de vacunación. Quinto: que para enviar un CV al Estado hay que adjuntar foto producida, talla de pantalón y video sensualón de TikTok. Y sexto: que el dedo es una metáfora poco generosa para cualquier hombre que se precie. Salvo que el lapicito también haya sido una alegoría.

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