La muestra del pabellón peruano en la Bienal de Venecia hizo correr mucha tinta o en este caso, acaparó muchos bytes. No tuve la suerte, o la desventura de ir a la Bienal que se ha vuelto un mamarracho de feria. Sí lamenté no volver a Venecia con su belleza serenissima, que desafía el paso del tiempo y del acqua alta que periódicamente la amenaza, para maravilla de los sentidos.

Por Maki Miró Quesada

La Bienal ya la vi antes y me bastó, dos veces no me agarran.

Lo de la muestra peruana me lo enviaron y bueno como dicen los franceses “plus ca change, plus c’est la meme chose”*. Contrariamente a los que critican su contenido violento o transgresor –esto es solo en apariencia- pidiendo que la bajen, que la saquen, que el Perú reniegue de ella por su plástica escandalosa, les diría que a mí no me escandaliza su contenido sino su predictibilidad. No me escandaliza el falo en modalidad grafiti –en la Capilla Sixtina hay mucho más genitalia on display y todos mirando extasiados para arriba- sí me sorprende lo repetitivo que se ha vuelto el mundo del arte que cree que poniendo imágenes duras de Arte Povera se coloca a la vanguardia.

Lo que en los años 60 lo que era en efecto un escándalo hoy se ha vuelto tan mainstream que no sorprende, aburre. Piero Manzoni un artista que andaba pateando latas pero que no era ningún tonto se dio cuenta que la gente paga porque le tomen el pelo, un esnobismo como cualquier otro, y salió con la idea genial para la época de enlatar “37 gramos netos” (sería sin aditivos ni persevantes) de su propia caca y venderla por el módico precio de US$ 37 la lata como “Merda d’artista”; lo mismo costaban 37 gramos de oro. Manzoni no andaba tan despistado porque en 2016 en Milán se vendió una latita en 275,000 euros.

Con 90 muestras enlatadas queda flotando la pregunta de qué fue lo que Manzoni comió y cuantas horas se pasó sentado en el inodoro para lograr su opus máxima, eso por desgracia no nos lo dice. Pena. Calculando 90 latas tenemos potencialmente 25 millones de euros en caca dando vueltas allá afuera que el pobre Manzoni no disfrutará porque a los dos años de o mais grande cagadera da historia se murió. La vanidad humana no tiene fondo y la estupidez tampoco.

El emperador seguirá desnudo.

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Fast forward 60 años y las cosas cambiaron poco. En 2019 Maurizio Cattelan, otro italiano (hay que admitir que estos italianos tienen mucho humor) pega una banana en la pared con cinta adhesiva en Art Basel Miami, lo bautiza “Comedian” y el mundo del arte se pone de rodillas ante tanta genialidad. Cattelan lo vende varias veces –y cambia varias veces su banana porque se le mosquea- en un promedio de 120 mil a 150 mil euros y no falta el verdadero comediante que un día pasa y se come la banana; ese también se hizo famoso.

Los clientes que compraron “Comedian” que recibieron ¿una banana? no, pues, esa la tienen que comprar ellos mismos, igual que la cinta. Recibieron un certificado de autenticidad (?), instrucciones de como pegar la banana a la pared (a 1,75 cms. del suelo por si Ud. coleccionista misio quiere intentar hacer su copia en casa) y un recibo por los 120/150 que se metió embolsicó el artista.

Volviendo a la muestra actual, y ahora que la comida y la digestión ya tuvieron su momento en el arte nos encontramos nadando en plena protesta políticamente correcta; por si acaso todo lo contrario de lo que imaginaron Manzoni y Cattelan.

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Actualmente no hay obra que pretenda su sitiecito en la Bienal que no trate los siguientes temas: género, trans, LBGT, mujeres pero de origen birracial, pedofilia, tráfico de personas, violaciones, esclavitud, BLM, explotación, colonialismo y privilegio blanco (esto último se entiende mejor en Europa que en Latinoamérica). El artista que intente figurar fuera de estos parámetros va muerto, no pasa de la puerta. Y de eso trata la muestra que presentó el Perú. De hacer del arte un instrumento de protesta política, lo mismo que hacen todos los demás.

Si la protesta es justificada o no, y muchas veces lo es, no es el tema. El tema es que el arte ahora es rehén de una sola agenda y tal y así lo demuestra que los artistas ganadores de los dos premios principales fueron dos mujeres artistas negras de EE UU y del Reino Unido y las muestras de otras dos artistas negras de Francia y Uganda recibieron mención especial.

Perú con su muestra de arte-antisistema quedó entre los 7 finalistas.

Esto nos enseña dos cosas: que los curadores de EE UU, Reino Unido, Francia, Uganda y Perú sabían muy bien lo que hacían y lo que querían el jurado y el público. ¿Originalidad? No. ¿Arte alineado con la agenda política actual? Sí. Eso es lo que harta, lo que molesta, todos borregos detrás del mismo cencerro.

“El arte debe chocar” famosamente dijo Marcel Duchamp, lo triste es que nada de esto choca por su contenido porque todo viene cantado. Quiero creer que podemos volver a encontrar el placer en el arte, experimentar el asombro. Espero sentada con paciencia que algún día llegue un artista que rompa paradigmas y me entregue un momento inolvidable de descubrimiento, de magia y maravilla.

*Contra más cambios más seguimos en la misma cosa.

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