Cuando una sequía arrasó con Hualcán, un pueblo de Áncash, en el 2016, muchos de sus pobladores sintieron que sabían la razón: las antenas en el ‘lago 513’, una laguna de agua azul verdosa a unos 1,400 metros sobre ellos. Los aldeanos habían visto a los científicos visitar las antenas a lo largo de los años, pero pocos sabían por qué.
Por Rodrigo Schang
Algunos dijeron que los mástiles se habían colocado allí para bloquear las lluvias en beneficio de una mina de cobre. En noviembre de ese año, decenas de campesinos y quechuahablantes las desmantelaron. En cuestión de horas, comenzó a llover, afirma Juan Reyes, un lugareño. “Las antenas parecían estar reteniendo la lluvia”, dice.
No era así. El ‘lago 513’ es uno de los cientos de nuevos lagos que se han formado debajo de los glaciares tropicales de Perú a medida que el cambio climático los derrite, amenazando a las aldeas con inundaciones y deslizamientos de tierra. Las antenas eran parte de un sistema de sensores, cámaras de video y señales de radio que activarían sirenas río abajo cuando ocurriera un desastre.
La historia contempla la dificultad que implica ayudar a los peruanos a adaptarse al cambio climático. Los agricultores locales se han comprometido a impedir que los científicos reinstalen el sistema, lo que les daría a los habitantes de Carhuaz río abajo unos 15 minutos para evacuar. Ahora el municipio depende de los trabajadores de otro proyecto para reportar posibles deslizamientos de tierra. Los oficiales planean hacer sonar campanas y silbatos.
Christian Huggel de la Universidad de Zurich, quien pasó cuatro años desarrollando el sistema (ahora desmantelado), dice que su equipo subestimó los desafíos culturales. Para los lugareños, la escasez de agua parece un problema más urgente que un desastre que quizás nunca suceda. De manera similar, en Huaraz, una ciudad donde miles viven en un camino de inundación, algunos residentes se han opuesto al mapeo de riesgos de esta debido a preocupaciones sobre el valor de las propiedades.
Hoy, las baterías del sistema de alerta temprana desmantelada en el ‘lago 513’ acumulan polvo en la iglesia del pueblo. Justina Rodríguez, una campesina de 70 años a la que nunca le enseñaron a leer ni a escribir, dice que no ha oído hablar del cambio climático y que no le preocupa un desastre. Pero ella nota que los días son más cálidos, las noches más frías y las lluvias son menos predecibles. Ahora que las antenas se han ido, dice, si ocurre otra sequía, no sabrá a quién culpar.
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