En entrevista con COSAS, Marcelo Pivato, amigo del Pontífice por casi tres décadas, revela aspectos íntimos de su relación y ofrece una mirada profunda sobre el legado del Papa y su relación con los gobiernos argentinos.

Por Carlos Andrés Luna Diaz del Olmo

La relación entre Marcelo Pivato y el Papa Francisco es mucho más que una amistad forjada en los pasillos del poder o en los despachos del Arzobispado de Buenos Aires. Es el reflejo de una alianza profundamente humana, sostenida por la confianza mutua, la coherencia en los actos y una fe compartida en la educación, la justicia social y la dignidad de las personas. A lo largo de casi tres décadas, Pivato y Jorge Bergoglio —luego Papa Francisco— cultivaron una amistad que trascendió lo institucional para convertirse en una suerte de hermandad moral y espiritual.

En esta entrevista, Pivato revela aspectos íntimos de esa relación y, a su vez, ofrece una mirada profunda sobre el legado del Papa, sus vínculos con el gobierno argentino y las sombras que se proyectaron sobre su entorno en los últimos años de su vida.

El Papa Francisco abraza a su amigo, Marcelo Pivato. (Cortesía de Marcelo Pivato)

La amistad: confianza que crece paso a paso

El encuentro entre ambos comenzó en los años 90, cuando Pivato ocupaba el cargo de director general de Educación Pública de Gestión Privada en la Ciudad de Buenos Aires, y Bergoglio era arzobispo. A pesar de la estructura eclesial que establecía intermediarios —como el vicario de Educación—, Bergoglio buscó tener un contacto directo con Pivato. Ese gesto marcó el inicio de una confianza construida «paso a paso», como describe Pivato. Desde entonces, dialogaron con franqueza sobre temas educativos, sociales y políticos, sin traicionar lo acordado, afianzando una complicidad basada en el respeto mutuo.

Los episodios que ilustran esta confianza son múltiples: desde la misa por la educación de 1999, en la que Bergoglio criticó duramente la falta de diálogo con las instituciones católicas, hasta la colaboración para evitar el cierre de un colegio congregacional afectado por un desfalco. En cada caso, ambos actuaron con lealtad y con un compromiso claro por el bien común. «Nadie defraudaba. Ni él desde su poder, ni yo desde lo acordado», recuerda Pivato.

En 1999, Marcelo Pivato, el padre Carlos Otero y el entonces arzobispo Jorge Bergoglio en Barrio Inta. (Cortesía de Marcelo Pivato)

La relación trascendió lo profesional. Francisco acompañó a Pivato y a su esposa en su proceso de adopción, alentándolos incluso a considerar un segundo hijo. También siguió de cerca la vida familiar del funcionario, mostrando interés por su madre, su suegra e incluso por el bienestar espiritual de su hijo. «Te daba la libertad de hablar como con un amigo», dice Pivato, quien destaca la capacidad de escucha del Papa, su memoria prodigiosa y su autenticidad: «En el minuto tres, uno ya no estaba con el Papa, estaba con el Padre Jorge».

Bergoglio bautiza al hijo de Pivato. (Cortesía de Marcelo Pivato)

El Papa Francisco, Marcelo Pivato y su hijo. (Cortesía de Marcelo Pivato)

El legado del Papa Francisco: humanidad y verdad

A través del relato de Pivato se dibuja el perfil de un Papa profundamente humano, atento a las personas concretas y fiel a su vocación de servicio. Su austeridad no fue una pose, sino una forma de vida coherente. “Era una persona que andaba como cualquier otro por la calle”, afirma Pivato, recordando cómo Bergoglio evitaba usar autos oficiales y prefería el transporte público, incluso siendo arzobispo.

Francisco no solo dejó una huella en los corazones de los fieles, «sino también en la estructura de la Iglesia». Su insistencia en una Iglesia abierta para todos, su lucha contra la corrupción institucional, su defensa de los más pobres y su incansable búsqueda de la verdad son marcas indelebles de su pontificado. “Nunca quiso interponer su autoridad para tapar mentiras”, asegura Pivato, quien destaca que el Papa creía que la verdad se abriría paso, incluso en medio de controversias, “aunque eso no haya impedido que a él le hayan contado verdades a medias”.

Ese sentido de verdad también se manifestó en su trato con personas enfermas o en situación de dolor. Desde llamar por teléfono a una familia italiana con más de un enfermo de cáncer, hasta rezar en silencio con su mano sobre la foto de un paciente —el contador de Pivato—, el Papa mostró una espiritualidad de los pequeños gestos, siempre con humor, ternura y profundidad. «No me diga que apareció mi mano en la radiografía», le dijo en tono de broma a Pivato al enterarse de que el tumor de su contador había desaparecido.

El Papa y el gobierno argentino: tensiones y mediaciones

A lo largo de los años, la relación del Papa con los gobiernos argentinos fue tan compleja como reveladora. Pivato describe varios episodios en los que Bergoglio actuó como mediador, consejero o defensor de causas justas, incluso enfrentando al poder político. En 2001, cuando el ministro de Economía intentó reducir el presupuesto educativo, Bergoglio pidió a Pivato que intercediera ante el presidente Fernando de la Rúa.

Pero no todas las mediaciones fueron exitosas o transparentes. Pivato revela cómo, ya siendo Papa, Bergoglio fue víctima del uso político de su imagen: personas que se tomaban fotos con él y luego afirmaban tener audiencias privadas o contar con su respaldo. En una ocasión, un candidato a gobernador llenó el país de afiches insinuando un supuesto apoyo papal. “¿Sabe que eso es mentira?”, le dijo Francisco a Pivato en una de sus visitas. “Eso fue un saludo al final de una misa; nunca tuvo una audiencia privada”.

Según Pivato, “la relación con Macri se lesionó cuando, habiendo conversado sobre una ley de unión civil para parejas del mismo sexo, terminaron promulgando la ley de matrimonio igualitario, cuando el matrimonio es otra cosa, y esto solo en la Ciudad de Buenos Aires”.

Juliana Awada, Antonia Macri, Papa Francisco y Mauricio Macri.

La política argentina, con sus tensiones y ambigüedades, también dejó su marca en el corazón del Papa. “Se lo veía más contento en Roma que en Buenos Aires”, recuerda Pivato. “En Buenos Aires había que tener el casco de guerra puesto”. Sin embargo, siempre amó a la Argentina. “Otros amigos cercanos de Bergoglio me contaron que Benedicto, a poco de ser elegido Papa, lo llamó y le preguntó: ‘¿Vos te querés quedar en la Argentina?’ ‘Sí’, respondió sin titubear”. Se comentaba que desde lo más alto del poder argentino le habían pedido al Papa que lo sacaran del país. “No lo corroboré nunca —dice Pivato— pero en esa misma época me dijo sobre su futuro: ‘Antes de ir a una biblioteca de lujo en el Vaticano, me voy de párroco a San Pantaleón’”, una parroquia muy humilde del sur de Buenos Aires, “de esas en las que a él le gustaba trabajar mucho con la gente olvidada”.

“Cuando cae el gobierno del doctor de la Rúa, “con el tiempo la gente supo que fue un golpe”. Yo se lo dije a Bergoglio un mes antes; él me dijo que eso era una locura. En marzo de 2001 me llama: ‘Pivato, no queda nada. Viene tierra arrasada y temo algún linchamiento’. Estuvimos cerca de eso. Y, la tierra arrasada, fue”.

Luego de la caída, Pivato asaltado por la tristeza de lo que había sucedido, fue a buscar a Bergoglio. El entonces arzobispo le dijo: “Cuente conmigo”. Pivato admite que no le agradeció como él esperaba. “Y él me repite: ‘Cuente conmigo’. Y lo repite. Le digo: ‘Sí, sí, sí, se lo agradezco’. Luego me tomó fuerte de los brazos y me dijo: ‘Yo le estoy diciendo en serio que cuente conmigo’. ‘¿Usted quiere quedarse en el Ministerio?’”. Pivato comprendió que el Papa estaba dispuesto a intervenir por él. Pero declinó: “Le agradezco mucho, pero el doctor de la Rúa es mi amigo, y como tal tengo que renunciar”. En diciembre de 2003, cuando lo visitó nuevamente, le recordó aquel gesto y le preguntó: “¿Ese ‘cuente conmigo’ que me dijo hace dos años, está vigente?”. “Sí, ¿por qué?” “Porque queremos adoptar a un chico”. Él fue el testigo y dio testimonio de quiénes eran.

La preocupación al final de su vida: soledad y fragilidad

El último tramo del testimonio de Pivato es el más conmovedor. Hacia marzo de 2024, el deterioro físico del Papa era evidente. Pivato lo visitó en su habitación y lo encontró “muy mal, muy envejecido”, con momentos en los que “se le ponían los ojos en blanco”. Sintió temor. Le dijo a su hijo: “Abrázalo fuerte porque no sé si lo volvemos a ver”.

A pesar de un repunte en junio, cuando Francisco lo recibió caminando con ayuda de un bastón, las señales de declive eran claras. Y con ellas, surgieron las dudas. “No sé si pudo gobernar como estaba acostumbrado después de marzo de 2024”, se pregunta Pivato. E incluso arriesga que, desde 2023, “el tiempo nos dirá si no hubo algún tipo de funcionario que no estuvo a la altura de la confianza que él le delegó”.

Pivato nunca dudó de la lucidez mental de Francisco —de eso está convencido—, pero se preguntaba si, ante una salud quebrada por la vejez, sus colaboradores actuaron con la fidelidad a la verdad que él exigía. En su última conversación, “mirándolo a los ojos y muy claramente”, Pivato le preguntó si tenía alguien que lo acompañara “y lo quisiera bien”: “Me fui mal en marzo al verlo, usted está grande. (Yo estaba preocupado por saber si tenía a alguien que en el último momento le tomara la mano)”, le manifestó. Francisco, con voz tranquila, respondió: “Sí, quédate tranquilo que lo tengo”.

En sus múltiples charlas siempre surgieron temas que requerían una segunda opinión, una visión distinta que equilibrara la balanza. “En más de una oportunidad intercambiamos pareceres sobre temas concretos que diferían mucho de lo que él hasta ese momento conocía. En lugar de verlo como una confrontación, me decía: ‘Gracias, a mí me completa’”.

Marcelo Pivato, su madre y una amiga familiar junto al Papa Francisco. (Cortesía de Marcelo Pivato)

Mitos: la visita a la Argentina y la renuncia de Benedicto

Intrigado por la película de Netflix «Los dos Papas», Pivato se animó a preguntarle a Francisco si era cierto que la renuncia de Benedicto se debía a que “no sentía más a Dios”, como se insinúa en uno de los diálogos del guion. Él respondió que eso era mentira. Pivato insistió: “¿Y usted cómo siente a Dios?”. Francisco sonrió cálidamente y respondió: “Él se manifiesta”.

De la misma manera, Pivato asegura que no es verdad que el Papa no quisiera visitar Argentina. “Conociéndolo, no tengo ninguna duda de que tenía muchas ganas de venir a ver a los argentinos, de ver a su hermana, que era tan grande como él, pero no encontró la situación adecuada”. Ante la posibilidad de ir en diciembre de 2024, respondió: “Tengo que ver cómo estoy yo y cómo está el clima”. Sabía del uso político de su imagen y “no quiso viajar en tiempos de elecciones o enfrentamientos”.

La nota que el Papa le envió a Marcelo Pivato tras la muerte de su madre en enero de 2025.

Un testimonio para la historia

La entrevista a Marcelo Pivato es más que una memoria personal. Es un retrato íntimo y honesto de uno de los líderes espirituales más influyentes del siglo XXI. A través de su amistad, se revelan los valores que marcaron el pontificado de Francisco: cercanía, austeridad, búsqueda de la verdad y un amor incondicional por la humanidad. Es también un llamado de atención sobre la fragilidad del poder en la vejez, la necesidad de entornos éticos y el riesgo de las manipulaciones.

En las palabras y los recuerdos de Pivato, el Papa Francisco no es solo el jefe de la Iglesia católica. Es, ante todo, Jorge: el hombre que escuchaba, caminaba entre la gente, rezaba en silencio y que, aún con el cuerpo cansado, no dejaba de estar al lado de quienes más lo necesitaban.

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