Mis hijas tienen 34 y 32 años respectivamente. Ambas son muy guapas, exitosas en sus carreras, independientes económicamente y mujeres dulces, encantadoras y amables. Simplemente no puedo entender por qué ninguna de ellas ha encontrado una pareja estable todavía. Sí han tenido un par de relaciones serias que no han funcionado y sé que les gustaría sentar cabeza y eventualmente tener una familia como la mayoría de sus amigas. Pero tengo sentimientos encontrados ya que una parte de mí se siente terriblemente triste de que ninguna de mis hijas haya encontrado todavía a esa persona especial con la que compartir su vida, pero también me aterra pensar que quizás yo, como madre, tenga un poco de responsabilidad. ¿Debería hacer algo? ¿Tal vez hablar con ellas?
¿Mamá? ¿Eres tú? ¿Aló? Pero bueno, bromas aparte, es comprensible que te preocupes por el hecho de que tus hijas aún no hayan encontrado una pareja con la que puedan compartir su vida, sin embargo no podemos negar que la preocupación paternal tiene más de instinto natural que de objetividad. ¡Que no cunda el pánico! Esta no es para nada una situación preocupante, ya que si vieras a una chica de treinta y tantos con las características de tus hijas, probablemente no se te ocurriría catalogarla como una solterona deprimida y desesperada que pasa sus noches abrazada a una botella de vodka mientras canta «All by myself» a todo pulmón a lo Bridget Jones.
Al leer tu pregunta, he tenido un déjà vu de mi comadre Camila, súper exitosa profesionalmente, quien, ni bien terminó la maestría en Wharton, consiguió un trabajo en banca de inversión en Nueva York. Pero, a pesar de esta intimidante carrera, cada vez que se juntaba con sus amigas del colegio no podía dejar de sentirse insignificante y minúscula y es que estaba cansada de escuchar «bueno Camila, y tú ¿cuándo te vas a casar? No quieres empezar una vida real?”.
Yo, que alucinaba su vida como una típica serie en Netflix de una fabulosa treintañera soltera que busca el glamour y el amor en una gran ciudad, no podía dejar de pensar ¿qué pasó con todos los logros y éxitos de mi amiga? mientras que ella no dejaba de preguntarse por qué estaría tan mal llenarse de experiencias y no de niños, con una ligera preocupación de que estadísticamente las probabilidades jugaban en su contra (y es que no tenía siquiera galán cuasi formal a la vista).
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