Marilú viajó a la India en dos ocasiones para seguir cursos de profesorado de yoga y llevó talleres de alimentación ayurvédica. “Acá en casa, por ejemplo, preparo para los chicos chocolates con cacao orgánico, galletas de avena, lasaña con queso vegano, hummus, hamburguesas de lentejas”, dice. Además, les ofrece de desayuno yogur de coco con spirulina, para la fortaleza muscular: Yago hace karate y Laila practica gimnasia y yoga. Ambos hacen natación y están aprendiendo a correr tabla.
Marilú y su esposo, José Antonio Arévalo, han decidido que la idea no es privarles de nada, sino que sean felices y que, cuando sean más grandes, coman lo que realmente deseen.
Veganos y activistas
Un niño de dos años toma un jugo de mango y ojea un libro con ilustraciones y dibujos. No es un cuento infantil. Lo que Fabián sostiene entre sus manos es una publicación lúdica para niños vegetarianos y veganos del mundo. Se llama V is for Vegan: The ABCs of Being Kind y la autora, Ruby Roth, es una famosa activista estadounidense. Paola Ibarra, la mamá de Fabián, nació en México, trabaja como intérprete médico desde casa y es vegetariana desde los once años. Para ella, ser vegano no significa alimentarse mal o que falten nutrientes en la dieta. Su esposo, el diseñador y baterista Fabián Pinto, dice que la gente se está matando por culpa de la cantidad elevada de toxinas y hormonas que contienen la carne de animales y sus derivados.
La familia Pinto Ibarra es vegana desde que nació su primer y único hijo. No solo lo hacen por salud o bienestar, sino también por un motivo mayor: la empatía y el respeto por la vida animal y el medio ambiente. Ellos tienen una alimentación muy variada y saludable, y Fabián es un niño sano y activo, con peso y talla adecuados para su edad. “Tomamos jugos de todas las frutas, batidos, ensaladas, muchas menestras, arroz integral, kiwicha, camote, papa, nueces, cacao”, dice. En vez de consumir leche de vaca, ellos han aprendido a hacer leches vegetales con almendras, arroz o ajonjolí. Según información avalada por la Organización Mundial de la Salud, en 100 gramos de leche de vaca solo hay 125 miligramos de calcio. Con esa misma cantidad de leche de ajonjolí, se aprovechan 975 miligramos de calcio. Para ellos, sin embargo, no se trata solo de un tema nutricional: mientras investigaba sobre el sufrimiento de los animales en la industria de la carne, Paola se convirtió, también, en una activista por sus derechos.
Por Diana Hidalgo
Fotos de Lucero del Castillo
Publicado originalmente en Padres 216