Fundido en el paisaje
Al observar la Casa del Acantilado, uno tiene la impresión de que emerge de un muro de roca, agreste y color tierra, y se erige como un promontorio que, siendo armonioso, altera mínimamente la línea costera. Se integra al paisaje a pesar de su geometría y contraste con los colores que la rodean. Pero, nuevamente, continuidad es la palabra clave. “El propio diseño de la vivienda surge del entorno y la respuesta al programa”, dice Silvestre. “En Altea, el lugar invitaba simplemente a estar allí, a quedarse. Arriba, la sombra y la casa que mira serenamente hacia el mar Mediterráneo, bajo el sol y la piscina, nos permiten acercarnos al mar”.
Silvestre explica que el diseño del proyecto surgió principalmente de dos elementos: el entorno y el programa. “Solemos resumirlo en una frase: ‘una casa en el aire, caminar sobre el agua’, para aludir a las dos atmósferas diferentes del proyecto. Por un lado, la casa en voladizo que contiene la sombra y, por el otro, la piscina sin fin a modo de cala tranquila. Es muy relevante la ubicación de la escalera en el punto de inflexión entre estos espacios”.